10.12.12

En 1908, Robert Baden-Powell, el fundador del movimiento, presenta el primer texto de la Promesa scout, que millares de jóvenes han formulado para convertirse en «exploradores».

Aunque su origen es cristiano, el juramento ha sido adaptado para dar acogida a seguidores de todas las confesiones. Teniendo en cuenta las distintas variantes geográficas ha evolucionado poco desde entonces. En el Reino Unido sigue siendo:

Por mi honor, prometo que haré lo mejor que pueda, para cumplir con mi deber hacia Dios y hacia la Reina, para ayudar a otras personas, y de guardar la Ley Scout

La verdad es que Dios no me llamó por ese camino, pero conozco muchos que han disfrutado en su infancia y juventud. Hay incluso una asociación internacional de fieles católica: Conferencia Internacional Católica de Escultismo.

Pero en la «tradicional» Inglaterra las cosas cambian. Y en contra del deseo de su fundador se está estudiando que se pueda variar la centenaria fórmula para que tengan cabida también los ateos, niños y adultos.

Los Scouts británicos han sido acusados de discriminación e intolerancia después que George Pratt, un niño de 11 años fuese excluido como miembro de pleno derecho porque dijo que no creía en Dios. Para lavar la imagen y «adaptarse a los tiempos» la dirección del movimiento ha iniciado una consulta para poder cambiar el juramento.

La tradicional «palabrita de boy scout» queda sin valor, adoptando los principios del marxismo –del de Groucho, no del de Carlos–: «estos son mis principios, si no le gustan tengo otros».

Como ha ocurrido con otras buenas iniciativas, en cuanto la raíz cristiana se ha diluido para que quepa todo, lo que queda es nada. Es lo propio del principio disgregador del relativismo. Ya Aristóteles consideró el alma como el principio vital, y su ausencia la muerte, la descomposición. Tiempo al tiempo.

Lo que no se han planteado los cuadros directivos del Movimiento Scout en el Reino Unido es que con el mismo argumento quedan fuera de sus pretensiones «inclusivas» los republicanos y los anarquistas: ni reina, ni ley. Estoy expectante con las nuevas alternativas de redacción de la promesa o de lo que quede.

Las prioridades de algunos son bien extrañas, o, quizá, no tanto.