ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 11 de diciembre de 2012

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

Santa Maravillas de Jesús
«Gozoso abrazo a la cruz de una gran carmelita»

IGLESIA EN AMÉRICA

La contribución de la Iglesia en América pasa por la comunión entre los obispos
En diálogo con el cardenal Marc Ouellet, presidente de la Comisión Pontificia para América Latina

Estados Unidos: La mitad de los católicos jóvenes son de origen hispano
Entrevista con el cardenal Sean Patrick OMalley, arzobispo de Boston

El rosario a la Virgen de Guadalupe en los jardines del Vaticano
El congreso 'Eclesia in América' fuertemente marcado por la devoción mariana

VENTANA AL MUNDO

Más de medio siglo construyendo un espacio de libertad, solidaridad y cohesión
Declaraciones de la embajadora de la Unión Europea ante la Santa Sede, Laurence Agrimon

Derechos Humanos

Es la cuarta Navidad con Asia en el corredor de la muerte, pero no perdemos la esperanza
El marido y la hija de la cristiana condenada a muerte en Pakistán llegan a España

MARÍA, ESTRELLA DE LA EVANGELIZACIÓN

''Nos llamaban inventores de verdades'' a los teólogos españoles por defender la colaboración de María en la Redención''
El mariólogo Enrique Llamas, sobre el capítulo VIII de la 'Lumen Gentium', en la Real Academia de Doctores

Documentación

''Ecclesia in America'': profecía, enseñanzas y compromisos
Intervención del secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, Guzmán Carriquiry

Historia del Acontecimiento Guadalupano
Por el canónigo Eduardo Chávez, postulador de la causa de san Juan Diego


SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


Santa Maravillas de Jesús
«Gozoso abrazo a la cruz de una gran carmelita»
MADRID, martes 11 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Por su reciedumbre personal, espiritual y apostólica se han apreciado en Maravillas rasgos que también caracterizaron a la gran santa castellana, su fundadora y maestra, Teresa de Jesús.

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Por Isabel Orellana Vilches

Nació en Madrid el 4 de noviembre de 1891. Pertenecía a una familia aristocrática muy religiosa. Era la cuarta y última hija de los Marqueses de Pidal. Su padre fue sucesivamente Ministro de Fomento y embajador de España ante la Santa Sede y había actuado a favor de la Iglesia distinguiéndose por sus iniciativas apostólicas. Y su madre, igualmente comprometida eclesialmente, estaba emparentada con la más alta nobleza, de modo que Maravillas recibió una excelente educación. Pertrechada en la fe y finura espiritual que se respiraba en su hogar, dio ejemplo de caridad tratando de paliar las graves carencias de gente que no tenía posibles.

Sus modelos de vida eran dos grandes santos: Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, figuras señeras de la Orden carmelita. Con la determinación a seguir sus pasos, sintiéndose profundamente conmovida por el amor de Jesucristo y alentada por su devoción a María, cuando contaba con 21 años consagró su castidad en la intimidad. Más tarde, el 12 de octubre de 1919 ingresó en el convento carmelita de El Escorial; profesó en 1921. De su impronta apostólica –que emanó del Sagrario, ante el que oraba sin imponerse límite alguno–, surgió la fundación del Carmelo en el Cerro de los Ángeles, lugar emblemático y punto neurálgico del territorio español. Allí se había erigido el monumento en honor del Sagrado Corazón de Jesús, y España fue consagrada a él por el monarca Alfonso XIII el 30 de mayo de ese año. Para iniciar su obra, la santa contaba con la aprobación del prelado de Madrid-Alcalá. Con objeto de ocuparse de los preparativos, se instaló en Getafe junto a otras religiosas. En 1926 tuvo lugar la apertura del convento, y ella fue elegida priora de la comunidad. Rápidamente fueron bendecidas con numerosas vocaciones en las que entrevió un signo para continuar extendiendo el Carmelo. Pero en 1936 estalló la Guerra Civil, y la comunidad padeció numerosos sobresaltos.

Sin temer a la muerte, en un rasgo de generosidad y valentía que brotaba de su fe, se había ofrecido heroicamente a Pío XI para defender la imagen del Sagrado Corazón en el caso de que se atentase contra la imagen. El Pontífice aceptó su propuesta, pero las monjas fueron detenidas y conducidas a Getafe. Luego, tras un año largo de grandes zozobras soportadas en un piso madrileño, se vieron obligadas a abandonar Madrid. En su recorrido llegaron a Lourdes y de allí al territorio salmantino en 1937. El bellísimo paraje de las Batuecas, entonces apartado e inhóspito, fue su morada hasta que en 1939 regresaron al Cerro de los Ángeles, debiendo restaurar la que había sido su morada antes de la contienda. A lo largo de ese convulso periodo Maravillas había dado testimonio de templanza y fortaleza, infundiendo confianza y alegría en su derredor. Asentadas otra vez en el convento, brotaron abundantemente las vocaciones y, con ellas, la anhelada expansión apostólica que se hizo notar en varias provincias españolas y en la India con la apertura de nuevas fundaciones, diez en total, emprendidas por esta santa carmelita.

Espiritualmente fue una ejemplar asceta y es considerada una gran mística. Se caracterizó por su austeridad. Se abrazo felizmente a la pobreza, contribuyendo con su trabajo al sostenimiento de la comunidad. Con los medios económicos que poseía, entre otras acciones, propició la creación de casas para personas sin recursos, una Iglesia y un colegio, costeó estudios a seminaristas, puso en marcha una fundación destinada a religiosas enfermas, adquiriendo también una vivienda para su alojamiento en el caso que fuera preciso, etc. Muchas de estas iniciativas las impulsó dentro de la clausura del convento de la Aldehuela, donde murió. A ella se debe la existencia de la «Asociación de Santa Teresa» que aglutina a los conventos que fundó.

Amable, discreta, paciente, confiada, dadora de paz, vivía lejos de sí, entregada a la oración y a la penitencia. Ejercitaba la caridad con todos, preocupándose por la más mínima de sus necesidades. Gran apóstol, solía decir: «Me abraso en deseos de que las almas vayan a Dios». La conciencia de su pequeñez, que le hacía considerarse «una nada pecadora» da cuenta de su afán por la unión plena con Dios: «No quiero la vida más que para imitar lo más posible la de Cristo». Hasta el fin, como hizo en el proceso de su enfermedad, quiso cumplir la voluntad de Dios. Siempre había dicho a sus hijas: «Lo que Dios quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera». Falleció, mientras decía: «¡Qué felicidad morir carmelita!», el 11 de diciembre de 1974. Fue beatificada por Juan Pablo II el 10 de mayo de 1998 y canonizada por él , el 4 de mayo de 2003.

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IGLESIA EN AMÉRICA


La contribución de la Iglesia en América pasa por la comunión entre los obispos
En diálogo con el cardenal Marc Ouellet, presidente de la Comisión Pontificia para América Latina
Por José Antonio Varela Vidal

CIUDAD DEL VATICANO, martes 11 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Hoy prosigue en esta ciudad el seminario internacional Ecclesia in America, que ha reunido a participantes de todo el continente, a fin de reflexionar sobre los quince años de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para América.

A fin de conocer la importancia que se le da hoy a esta iniciativa profética del beato Juan Pablo II, de la que brotó la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America, ZENIT dialogó con el cardenal Marc Ouellet PSS, presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, feliz organizadora de este evento que se clausura mañana en la solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe.

Han pasado quince años desde el Sínodo de América. ¿Cómo ve la integración de la Iglesia en el continente?

--Cardenal Ouellet: El Sínodo sobre América es en sí mismo un mensaje de unidad, de comunión y de solidaridad, que se va realizando en la Nueva Evangelización. Eso nos vuelve a colocar en el corazón del evangelio, donde Cristo dice que por este amor que se tengan unos a otros, el mundo descubrirá quién soy, y que el Padre me ha enviado.

¿Cómo evalúa el desarrollo del evento de estos días?

--Cardenal Ouellet: El sentido de nuestra iniciativa es volver a conectar con esta intuición del papa Juan Pablo II, en el sentido de que así existan entre el norte y el sur, problemáticas complejas de tipo social, político y también de inmigración, el modo en que la Iglesia puede dar una contribución valiosa es a través de la comunión eclesial, de la colaboración de los obispos, entre los religiosos y con un laicado muy comprometido.

Se habló aquí del rol de la familia en este contexto…

--Cardenal Ouellet: La familia, fundada sobre el matrimonio sacramental, es la clave para el futuro de la evangelización; también hay la conciencia de que la Madre de Dios es la protectora de la familia humana y de la familia doméstica, lo cual es la clave para el futuro de la evangelización no solo en América, sino en el mundo entero.

También ha sido destacada la inculturación del evangelio a través de la Virgen de Guadalupe. ¿Cuál es el núcleo de esta idea?

--Cardenal Ouellet: Nuestra Señora de Guadalupe es la figura del evangelio inculturado. Es decir, de un evangelio que ha penetrado la cultura. Ella se presentó en el Tepeyac bajo el aspecto mestizo y así captaron a un Dios que era próximo, no lejano. Y no solamente en cuanto al rostro, sino también el nombre de María, que es de procedencia judía, y el de Guadalupe, que es árabe. Otro mensaje concreto que nos trajo fue que no se necesitaba de sacrificios humanos para Dios, sino que es Dios el que sacrifica a su Hijo, y eso fue de una potencia extraordinaria. Porque como aquí se ha dicho, ella llevaba en sus entrañas el kerigma y lo fue comunicando con mucha dulzura y ternura.

Y en la cultura contemporánea, ¿cómo se debe sembrar el evangelio?

--Cardenal Ouellet: Se debe hacer en las relaciones humanas fundamentales, en las familiares, es allí donde hay que llevar la esperanza, la fidelidad, la perseverancia y un espíritu de sacrificio. Asimismo, decir que debemos superar el egoísmo, y tener un amor que no es solamente superficial, sino que está enraizado en la caridad de Cristo. Entonces si se lleva a la célula fundamental de la sociedad un amor así, que cura, que solidifica las relaciones humanas, estamos reconstruyendo la sociedad y estamos evangelizando, estaremos construyendo la civilización del amor.

¿Y qué hacer desde la cultura de los medios de comunicación social?

--Cardenal Ouellet: La comunicación hace parte de la evolución de los medios, donde se da una cultura. Pero no es allí donde la Iglesia puede ser más eficaz, sino que la Iglesia debe cuidar el contenido de la comunicación. Porque la creatividad para multiplicar los medios ya está, pero donde la Iglesia puede aportar una contribución extraordinaria es en la creatividad para cuidar los contenidos de la comunicación.

ZENIT cumple 15 años de fundación. ¿Podría enviar un mensaje a nuestros lectores?

--Cardenal Ouellet: ¡Ustedes comenzaron entonces con el Sínodo para América! ZENIT siempre lleva la palabra del santo padre. Y una clave de la unidad de la Iglesia es el sucesor de Pedro, el amor al sucesor de Pedro, la obediencia a su enseñanza... Y creo que esta proximidad que ustedes viven con el santo padre es un precioso servicio a toda la Iglesia.

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Estados Unidos: La mitad de los católicos jóvenes son de origen hispano
Entrevista con el cardenal Sean Patrick OMalley, arzobispo de Boston
Por José Antonio Varela Vidal

CIUDAD DEL VATICANO, martes 11 diciembre 2012 (ZENIT.org).- La presencia de los representantes de la Iglesia de Estados Unidos y Canadá es numerosa y entusiasta en el Congreso Internacional Ecclesia in America, organizado en esta ciudad por la Comisión Pontificia para América Latina y los Caballeros de Colón, en colaboración con el Instituto Superior de Estudios Guadalupanos de México. El cardenal arzobispo de Boston subraya en una entrevista que la mitad de los católicos jóvenes --menores de 30 años- son de origen hispano.

Como hemos venido informando, este evento –que culmina mañana--, se enmarca en los 15 años de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para América. En estos días se ha recordado que fue el hoy beato Juan Pablo II quien lo clausuró ante la imagen prodigiosa de Nuestra Señora de Guadalupe, y que posteriormente regaló al mundo la exhortación postsinodal Ecclesia in America, con plena vigencia en estos tiempos de Nueva Evangelización.

Una de las figuras que destaca en la reunión es el cardenal Sean Patrick O’Malley OFM Cap, arzobispo de Boston, quien asiste a todas las sesiones en su sencillo hábito franciscano, e interviene con entusiasmo y experiencia en los debates. ZENIT conversó con él acerca de los desafíos de la Iglesia en América y sobre la situación por la que pasan los hospitales católicos en Estados Unidos, que por una ley de sanidad del gobierno de Barack Obama, se verían obligados a incluir en sus seguros médicos, aquellos métodos de planificación familiar que la misma Iglesia desaconseja.

¿Qué importancia tiene para la Iglesia de América este evento?

--Cardenal O’Malley: Creo que es otro esfuerzo por cumplir el ideal del Sínodo Iglesia en América, y de darnos una oportunidad de estrechar lazos de amistad y colaboración entre nuestros países.

Han pasado 15 años del evento, ¿en qué se ha avanzado más y qué falta aún?

--Cardenal O’Malley: Como dijo ayer el profesor Carriquiry, ha pasado la época de la ideología de la Teología de la Liberación, y otros conflictos que se experimentaron en América Central, con las guerrillas. Esa época ha pasado y ahora tenemos una oportunidad de empezar de nuevo, y concentrarnos más en el ideal del evangelio y en nuestra mision de anunciar la Buena Nueva en conjunto en todo el continente.

¿Cuál es el mayor aporte de América Latina a la Iglesia católica de Norteamérica?

--Cardenal O’Malley: ¡Nos está dando gente!, que es lo más importante (ríe). La mitad de los católicos que tienen menos de 30 años de edad son hispanos en los Estados Unidos. Además las iglesias de Latinoamérica están enviando agentes de pastoral, sacerdotes y religiosos, e incluso seminaristas, para fortalecer nuestros esfuerzos de servir a la comunidad hispano parlante y migrante en los Estados Unidos. Y en Canadá es una situación semejante, donde hay población de origen hispano.

La Iglesia de los Estados Unidos se enfrenta ante un desafío, como es la ley de sanidad del gobierno, que obligaría a distribuir en los seguros médicos todo tipo de métodos de planificación familiar. ¿Cuál es la situación actual y en qué centrará sus acciones la Iglesia?

--Cardenal O’Malley: En este momento hay mucha incertidumbre, porque la administración (el gobierno ndr) ha dicho que va a presentar alguna solución y estamos esperando. Mientras tanto, muchas instituciones e organizaciones católicas han acudido a los tribunales para solucionar el problema.

Se lee que los obispos están muy activos en esto, ¿no?

--Cardenal O’Malley: La conferencia de obispos tambien está tratando de dialogar con la administración a ver qué logramos. Pero aún sigue siendo un momento de preocupación.

Eminencia, la agencia ZENIT cumple también 15 años de servicio, ¿qué mensaje puede enviarle a nuestros lectores?

--Cardenal O’Malley: Una palabra de enhorabuena por el gran trabajo que hacen, al hacer llegar las noticias, incluso la documentación del papa. Es uno de los lugares más valiosos que tenemos de noticias católicas en Internet. Así es que felicitaciones y ¡adelante!

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El rosario a la Virgen de Guadalupe en los jardines del Vaticano
El congreso 'Eclesia in América' fuertemente marcado por la devoción mariana
Por H. Sergio Mora

ROMA, martes 11 diciembre 2012 (ZENIT.org).- En una límpida y fría, si bien soleada jornada de otoño, los más de doscientos participantes del congreso Ecclesia in América, que se desarrolla del 9 al 12 de este mes de noviembre en el Vaticano, rindieron homenaje a la Virgen María con el rezo del santo rosario ante la estatua guadalupana, que se encuentra en el verde de los jardines del Vaticano.

La estatua de mármol blanco de gran tamaño, semejante a las que están en el centro de una plaza, representa al arzobispo Juan de Zumárraga con Juan Diego que le muestra su tilma o poncho, en el cual está impresa en color la Virgen de Guadalupe.

No faltó un enjambre de medios televisivos aztecas, tremendamente interesados en transmitir del otro lado del océano las imágenes de la ceremonia que intercaló cantos, con los distintos misterios del Rosario.

A continuación les proponemos algunas impresiones que sus participantes compartieron con ZENIT, en el tercer día del congreso.

“Este ha sido un momento de gran belleza y felicidad para todos los que hemos participado en este congreso”, indicó el profesor Guzmán Carriquiry, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, la cual ha organizado el seminario.

“No se cómo tuvimos esta idea --prosiguió Carriquiry- de incluir este gesto en el centro de nuestro encuentro. Es que muchas veces en los congresos venimos para hablar y decimos y escuchamos cosas importantes, si bien lo fundamental es que estemos unidos en la oración”.

Y precisó diversas coincidencias: “Este congreso ha comenzado con una celebración eucarística en la basílica de San Pedro cuando el calendario litúrgico celebra a Juan Diego, después de la cual tuvimos la presencia y mensaje del santo padre. Y el encuentro culmina el día de la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe en la parroquia de la Traspontina”.

“Además si bien todos tenemos presente --indicó el profesor uruguayo- que el 12 de diciembre es la festividad de la Virgen de Guadalupe, quizás menos, que las apariciones fueron del 9 hasta el 12, exactamente las fechas en que se realiza este congreso”.

El secretario de la Pontificia Comisión subrayó que “el papa utilizó un verbo muy importante en su mensaje inaugural: 'retomar', porque se trata de retomar la intuición profética de Juan Pablo II consignada en la exhortación Ecclesia in América.

Ciertamente esta exhortación apostólica --concluyó el profesor- ha estado presente en la vida de nuestra Iglesia y ha llevado a actividades importantes, si bien ahora es necesario retomarla con más fuerza con más responsabilidad, y eso es lo que estamos intentando hacer para que esto se irradie en las Iglesias de nuestro continente”.

Fray Pablo Ordóñez, maestro general de la Orden Mercedaria, consideró que “el congreso está andando que es una maravilla”, puesto que “desde la Iglesia Católica se ha propiciado un espacio de encuentro y de comunión en torno a nuestra fe. Y desde los distintos carismas, cada uno aporta algo desde su lugar de evangelización”.

“Esta quedando --indicó el número uno de la orden- el compromiso del mutuo acompañamiento, de salir afuera de los muros, para encontrar a las personas, acompañarlas con procesos, con itinerarios y sobre todo en la formación de quienes están acompañando el primer anuncio, el kerigma”. Y en un segundo momento acompañar también en alguna medida la formación de las personas que se van a encargar de la catequesis, para acompañar, fortalecer, alentar y enviar a los que están haciendo su catecumenado”.

José Vásquez, obispo de la diócesis de Austin, en Texas, Estados Unidos, se consideró “muy honrado” de poder participar en el congreso, “en el que hemos tenido muy buenas conversaciones, leyendo una vez más el documento de Juan Pablo II Ecclesia in América, que ya cumple 15 años. Y es significativo porque nos ayuda a enfocar este tiempo especial que el santo padre nos da, que es el Año de la Fe”.

Añadió que se trata de “asuntos principales e importantísimos. Como el enfoque para entender que la Iglesia necesita renovar una vez más esa fe e interpretando todo a través del evento guadalupano”.

“En mi país --concluyó- trabajar unos con otros es el reto de la Iglesia. Necesitamos colaborar y saber bien que muchos de nuestros hermanos que son inmigrantes hacen parte de la Iglesia. Nosotros en cualquier parte del continente debemos recibirnos como hermanos y trabajar como hermanos. Y saber que debemos introducir a Cristo en el mundo. La nueva evangelización nos ayuda a anunciar a Cristo que es la nueva nueva, la salvación para todos”.

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VENTANA AL MUNDO


Más de medio siglo construyendo un espacio de libertad, solidaridad y cohesión
Declaraciones de la embajadora de la Unión Europea ante la Santa Sede, Laurence Agrimon
Por H. Sergio Mora

ROMA, martes 11 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Los presidentes del Consejo Europeo, Herman van Rompuy; la Comisión Europea, Jose Manuel Durao Barroso, y la Eurocámara, Martin Schultz recibieron ayer en el salón del municipio de Oslo, Noruega, en nombre de la Unión Europea, el Premio Nobel de la Paz.

Presentes, entre otros, la presidenta alemana Ángela Merkel y los presidentes del consejo de ministros de Italia, Mario Monti, y de España, Mariano Rajoy.

Para celebrar el premio recibido, la embajadora de la Unión Europea ante la Santa Sede, Laurence Agrimon Pistre, realizó en Roma un recibimiento en el Capitolio, donde el 25 de marzo de 1957, o sea 55 años atrás fue firmado el tratado de Roma.

Al evento participaron numerosos embajadores, autoridades y el cardenal Giuseppe Bertello, presidente del Gobierno del Estado de la Ciudad del Vaticano y de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano.

A ZENIT, la embajadora Agrimon declaró que “las relaciones entre la Unión Europea y la Santa Sede están muy bien, pues estamos estableciendo un diálogo de respeto y de interés mutuo”. Añadió que “especialmente ante la crisis que ahora está afectando a nuestra gente, tenemos el mismo cariño hacia ellos y la misma voluntad de solidaridad y generosidad”.

Sobre la propuesta de Benedicto XVI, en la Caritas in Veritate, acerca de un modelo económico que pueda estar más cercano al hombre, la embajadora consideró que “la Unión Europea tiene reflexión muy fuerte sobre esto”. Y que se trata por lo tanto “de no medir tanto el crecimiento económico, sino el crecimiento humano, cómo está la gente, el medio ambiente, el tejido social. A ese modelo está pensando la Unión Europea, una visión que no es sólo capitalista sino de economía social como dice el presidente Barroso”.

“Lo que estamos haciendo --indicó la diplomática- es utilizar el modelo de nuestros estados miembros. Tenemos mucha suerte de tener 27 modelos, y ninguno que no tenga algo de bueno que podamos utilizar como experiencia. Esto es una riqueza enorme”.

Recordó además que la Unión Europea se ha destacado siempre como “los abogados en combatir el cambio climático y los derechos humanos, en las Naciones Unidas y en todos sitios”.

Consideró entretanto que “el problema es que tenemos que unirnos y no falta siempre algún interés mezquino que nos impide ir más alto”.

Sobre divergencias que se han registrado con la Santa Sede en cuestiones de bioética, la diplomática consideró que subsisten, si bien son muchas más las coincidencias existentes.

En su discurso a los presentes, la embajadora Agrimón indicó que, hoy en día, “la Unión Europea es un elemento esencial del mundo contemporáneo. Esta aventura entre países que se enfrentaron y guerrearon durante siglos es única en la historia universal”.

Y por lo tanto “con su ejemplo y determinación ha incentivado la integración regional en el mundo, y la Unión Europea contribuye a la paz no solamente en Europa pero en todo el mundo. Es una marcha de 55 años hacia un espacio de libertad y cambios, de solidaridad y cohesión, un espacio en constante construcción, un desafío inmenso”.

“Este premio es un aliento para Europa --dijo el premier Monti- aunque todavía hay muchos problemas que está resolviendo, y que en estos años es mucho más apreciada desde fuera que desde dentro”.

Por su parte, el presidente del gobierno español Mariano Rajoy, consideró la concesión del premio un "estímulo" para que los Veintisiete avancen hacia una mayor unión política y económica, en definitiva, hacia una mayor integración.Lo dijo en conversación informal con los periodistas, durante la tradicional recepción ofrecida por los reyes de España, en el Palacio Real, el Día de la Fiesta Nacional. En su opinión, para entender el galardón solo hay que comparar cómo estaba Europa 50 años, antes de la firma en 1957 del Tratado que constituyó la Comunidad Económica Europea, con la evolución del continente a partir de esa fecha.

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Derechos Humanos


Es la cuarta Navidad con Asia en el corredor de la muerte, pero no perdemos la esperanza
El marido y la hija de la cristiana condenada a muerte en Pakistán llegan a España
MADRID, martes 11 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Asiq Mashi, marido de Asia Bibi, la cristiana condenada a muerte en Pakistán acusada falsamente de blasfemia ha llegado esta mañana a España con motivo de la ceremonia de entrega el próximo sábado de los Premios HO 2012 --que entrega la asociación española Hazte Oir--, uno de los cuales ha recaído en Asia Bibi como símbolo de la libertad religiosa.

Mashi, que viajó acompañado por su hija mayor, Sidra, y por el presidente de la fundación educativa en la que trabaja y estudian sus hijos, Joseph Nadeem, afronta este viaje como una oportunidad de dar a conocer aún más el testimonio de una familia acosada por los enemigos de la libertad religiosa y de conciencia.

En concreto, Asiq Mashi expresó nada más llegar a España su agradecimiento a Hazteoir.org por la concesión del premio a Asia Bibi, al tiempo que señaló con pesar que esta será “la cuarta Navidad con Asia en el corredor de la muerte”, aunque, añadió, “no perdemos la esperanza de verla libre de nuevo”.

Ignacio Arsuaga, presidente de HazteOir.org, que recibió a Mashi en el aeropuerto de Madrid, reclamó al gobierno de España que se comprometa en “una acción diplomática sostenida para apoyar a Asia Bibi y para lograr espacios de libertad religiosa en todo el mundo. No es posible que una nación como la española no sea capaz de reclamar a otros países el mismo trato de libertad que dispensamos en España a sus compatriotas, en especial en la cuestión religiosa”.

En la actualidad, hay veinte países en el mundo en los que cambiar de religión es un delito: Egipto, Irak, Jordania, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita, Sudán, Siria, Emiratos Árabes Unidos, Yemen, Afganistán, Irán, Malasia, Maldivas, Pakistán, Islas Comores, Mauritania, Nigeria (en la parte islámica del país) y Somalia.

Arsuaga recordó que “una de las ‘pruebas del nueve’ más válidas para determinar la calidad democrática de una nación es precisamente el grado de respeto a libertad religiosa. Por eso en HazteOir.org creamos la plataforma MasLibres.org, para impedir acciones intolerantes como el cierre de espacios religiosos, la subvención con fondos públicos de espectáculos insultantes, y promover en las empresas privadas el respeto a las creencias de sus clientes”. En concreto, la plataforma MásLibres.org, en diversas campañas sucesivas desde que está en la cárcel ha recogido más de 124.000 mensajes de apoyo a Asia Bibi y peticiones al gobierno de Pakistán para que sea liberada.

Tanto Asiq Mashi como su hija Sidra, permanecerán en España hasta el lunes 17 de diciembre, cuando regresarán a Pakistán para seguir dando testimonio. Hasta entonces, HazteOir.org les ha preparado una intensa agenda de actividades, orientadas a que se conozca más el caso de Asia Bibi y concienciar sobre la importancia de la liberta religiosa en el mundo.

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MARÍA, ESTRELLA DE LA EVANGELIZACIÓN


''Nos llamaban inventores de verdades'' a los teólogos españoles por defender la colaboración de María en la Redención''
El mariólogo Enrique Llamas, sobre el capítulo VIII de la 'Lumen Gentium', en la Real Academia de Doctores
Por Nieves San Martín

MADRID, martes 11 diciembre 2012 (ZENIT.org).- En la Biblioteca Complutense de Madrid, la Academia de Doctores, y concretamente su sección de Teología, celebró este 5 de diciembre una mesa redonda con motivo de los cincuenta años del Concilio Vaticano II. El presidente de la Asociación Mariológica de España, padre Enrique Llamas, subrayó el papel de los teólogos españoles en defensa de la Inmaculada y su infructuoso esfuerzo por que se incluyera el nombre de san José en el capítulo VIII de la Lumen Gentium.

En la mesa redonda, intervino el carmelita Enrique Llamas Martínez, presidente de la Asociación Mariológica de España. El padre Llamas explicó algunos pormenores del debatido capítulo VIII de la constitución Lumen Gentium, sobre la Virgen María. “Nos llamaban inventores de verdades a los teólogos españoles”, explicó, por defender que la doctrina de la colaboración de María a la obra de la Redención es muy antigua y, concretamente en España se remonta al siglo IV.

Con un posterior animado debate, tuvo lugar esta mesa redonda en la Real Academia de Doctores de España, sobre el tema “A los 50 años del Concilio Vaticano II. Su actualidad ante la nueva evangelización”, a cargo de los académicos de número Enrique Llamas Martínez y Domingo Muñoz León y moderada por Juan José Ayan Calvo.

El mariólogo Llamas recordó, porque estuvo presente en Roma, durante las sesiones del Vaticano II, que el capítulo VIII de una de las principales constituciones que emitió esta magna asamblea eclesial del mundo entero, fue muy debatido. Abordaba la figura de María, la madre de Jesús. Llamas leyó algunos párrafos de este capítulo titulado “La bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia”.

Sobre el papel de María en la Nueva Evangelización, el padre Llamas hizo hincapié en que se deduce de la doctrina del Vaticano II, y del papel que este sínodo universal atribuyó a la Madre de Jesús.

Recordó que, por el bautismo, todos los cristianos están llamados a la salvación, gracia, amistad con Dios que, en definitiva, es la vocación universal a la santidad. Y María descuella como la primera redimida, salvada, preservada.

“Tipo y figura de la Iglesia, María tiene toda esta santidad, predica no de palabra sino con el testimonio. Es el principio de la Evangelización para que la verdad del Espíritu Santo se haga salvación para todos”, afirmó el padre Llamas en su exposición.

Recordó el ponente algunas encíclicas y exhortaciones de Pablo VI que dan luz y actualidad a esta doctrina del Vaticano II. Subrayó que la devoción a la Virgen María auténtica, sometida a la devoción de Cristo, es el motivo más eficaz para la enseñanza del evangelio en el mundo.

Recordó el intenso debate que hubo en el Vaticano II sobre la colaboración de la Virgen a la obra de la redención. “Colaboró, todos tenemos una misión, bajo la inspiración del Espíritu Santo, y el ejemplo principal de esta colaboración se consagró totalmente a la persona de Jesucristo sirviendo con diligencia al Misterio de la Redención, con El y bajo El, con razón se ha llamado instrumento no solo pasivo, sino que cooperó a la salvación de los hombres con la fe y la obediencia libres”, subrayó el padre Llamas.

“A los teólogos españoles que habíamos defendido que desde el siglo IV, con el poeta Prudencio, ya se afirma en España que la Virgen no tuvo pecado original y colaboró a la obra de la Redención”, nos rechazaron, nos llamaron “inventores de doctrina”, principalmente los teólogos alemanes, recordó el padre Llamas.

“Tenemos toda una tradición y una riqueza de doctrina en los siglos XVI y XVII, en que se dice que ha colaborado con su Hijo a la obra de la Redención y por eso no podía estar bajo el pecado original”, añadió.

El poeta hispanolatino Aurelius Prudentius Clemens (Prudencio) nació en Calahorra, o en Zaragoza, en 348. Está considerado como uno de los mejores poetas cristianos de la Antigüedad. De familia cristiana y noble, fue profesor de retórica y jurisconsulto, y llevó a cabo una brillante carrera como funcionario imperial y gobernador de una provincia.

Viajó a Roma, entre 401 y 403, y allí desempeñó el cargo de prefecto bajo el mandato de Teodosio. Más tarde, hacia 400, se convirtió al cristianismo y se retiró a un monasterio, en Hispania, para dedicarse a la poesía religiosa, y allí murió hacia 410.

En su obra Psychomachia (Batalla por el alma del hombre), habla de los vicios y virtudes. La lujuria pone en peligro a la castidad con una antorcha recubierta de azufre, pero la castidad vence degollándola con una espada antes de celebrar la ejecución de Holofernes por Judith y la Inmaculada Concepción y la Encarnación.

Prudencio, casi contemporáneo de la gran persecución de Diocleciano, que tantos mártires causó en Hispania, al ensalzar con sus versos las glorias del martirio, pone en primer lugar las de la Virgen, llamándola Intemerata sin mancha y alabando la maternidad divina y su triunfo sobre el pecado original. Y así comienza una tradición inmaculista en España que siguió, por ejemplo con los reyes godos. Wamba mereció ser llamado por su celo en la defensa de esta prerrogativa “Defensor de la Purísima Concepción de María”.

El padre Llamas en su intervención leyó pasajes del capítulo VIII, el cual, en el número 59, dice: “Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de su vida terrena, en alma y en cuerpo fue asunta a la gloria celestial y enaltecida por el Señor como Reina del Universo”.

A una pregunta de ZENIT acerca de en qué medida la doctrina sobre María ha contribuido al ecumenismo, el mariólogo español respondió que la dificultad que hubo y hay en la Iglesia, a la hora de afirmar la doctrina sobre la Virgen, “se debe al ecumenismo”.

“El capítulo VIII estuvo muy condicionado por el ecumenismo”, dijo. “En el capitulo VIII no aparece san José”. “Dos arzobispos orientales, propusieron que se hablara de María como corredentora y mediadora. Que se corrigiera el capítulo para introducir el nombre de san José”. “Todo ello ha retardado el desarrollo de la teología mariana y de la teología sobre san José, que es una figura teológica, y que participa en el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios”.

“María no era una mujer soltera, era una Virgen desposada. El capítulo VIII debió tener la delicadeza de decir que la Virgen era Madre del Hijo de Dios y esposa virginal de san José”, subrayó el mariólogo carmelita.

“Un arzobispo de Haití (francés) presentó un trabajo diciendo que había un vacío enorme al no incluir a san José”, informó.

“En consecuencia, no se ha podido hacer una doctrina para la familia, a partir del Concilio, para dignificar la paternidad. Había más teólogos que se hubieran inclinado por esclarecer el Misterio de la Encarnación”, concluyó el académico y mariólogo Enrique Llamas.

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Documentación


''Ecclesia in America'': profecía, enseñanzas y compromisos
Intervención del secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, Guzmán Carriquiry
CIUDAD DEL VATICANO, martes 11 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a los lectores la intervención de Guzmán Carriquiry, secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, sobre“La Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in America: profecía, enseñanzas y compromisos”.

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La cuestión prioritaria y fundamental es suscitar y renovar un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, tal como lo propone la Exhortación apostólica Ecclesia in America y lo destaca luego la Encíclica Dives caritas est de S.S. Benedicto XVI, cuando afirma que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un Acontecimiento, con una Persona, que da nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (n. 1). Este encuentro no puede nunca darse por descontado, sino experimentado siempre de nuevo. Todos estamos llamados a vivir la fe como nuevo inicio, como esa novedad sorprendente, esplendor de verdad y promesa de felicidad, che reenvía al acontecimiento que la hace posible y que continuamente la regenera. No es accidental que el pontificado de Juan Pablo II se haya inaugurado con la invitación a “abrir las puertas a Cristo” y se haya concluyido con la invitación a “recomenzar desde Cristo”, a fijar la mirada sobre su rostro, descubriendo toda la densidad y belleza de su misterio presente, confiados mendicantes en su gracia. En efecto, no hay otra vía que la de “recomenzar desde Cristo”, para que su Presencia sea percibida y encontrada, amada y seguida con la misma realidad, novidad y actualidad, con el mismo poder de persuasión y afecto, experimentados por sus primeros discípulos 2000 años ha o por los “juandiego” del “Nuevo Mundo” hace 500 años. Sólo en el estupor y fascinación de este encuentro, superior a todas las expectativas pero percibido y vivido como plena respuesta a los anhelos de verdad y felicidad del “corazón” de toda persona, el cristianismo ne se reduce a una lógica abstracta, sino que hace carne en propia existencia. Por ello, la primera y más sincera actitud humana y cristiana es pedir, invocar, como pobres pecadores suplicantes, que el misterio de Dios se manifiesta en la propia vida, que nos haga reconocer la presencia de Cristo, che mueva nuestra prontitud para acoger su designio de salvación para nuestra vida con un obediente fiat, como el de la Santísima Virgen María. Este encuentro, que adviene por medio de aquellos que hacen transparente su Presencia, con toda su fuerza suave de atracción, se realiza en toda su verdad en la participación a los sacramentos, que son los gestos con los cuales Jesucristo abraza y transforma la vida de los fieles; encuentro que se gusta, se profundiza y que permea toda la vida en la oración perseverante, en una disciplina de vida espiritual. Tal es la suprema prioridad para las Iglesias del continente americano, para toda la Iglesia católica.

La Exhortación apostólica Ecclesia in America dedica, pues, algunas páginas a los santos, como los mejores frutos de la evangelización americana, como testigos irradiantes de su identidad cristiana, modelos heroicos de vida cristiana, compañía intercesora de quienes aún peregrinan por tierras del continente. ¡Cómo no recordar a lo largo de nuestra geografía americana a santas místicas como Rosa de Lima y Mariana de Quito, ¡Que sean todos ellos, y entre ellos a muchos mártires, patrimonio común para la comunión, la edificación y la devoción en las Iglesias de todo el continente americano. ¡Y cómo no invocar, con afecto filial, sobre todo, a la Santísima Virgen María, la primera y más perfecta discípula, la que se hizo reconocer en toda América como Nuestra Señora de Guadalupe, pedagoga de la fe y estrella de la evangelización! La emulación entre las Iglesias del continente tiene que estar dada por los testimonios de santidad, de ayer pero también de la santidad de hoy a la que están llamados todos católicos americanos.

Ese encuentro con Jesucristo vivo es “camino de conversión”, nos señala la Exhortación apostólica Ecclesia in America (nn. 26 y ss.) ¡Qué resonancia, responsabilidad y desafío tienen para las multitudes de bautizados en el continente aquélla invitación urgida del Evangelio: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca: convertíos y creed en la Buena Nueva” (Mc. 1,15); o aquéllas palabras de la Epístola a los Romanos (3,11): “Es ya hora de levantaros del sueño, que la salvación está más cerca de nosotros de cuando abrazamos la fe”. ¡Cuántos son los cristianos que han sepultado su bautismo bajo una capa de indiferencia y olvido, cuánta confesión cristiana sin ninguna influencia en el entramado de la propia vida, cuántas devociones sin encuentro con Cristo en los sacramentos, con què frecuencia predominan los “mix” arbitrarios de creencias sin referencia fiel al Credo, al Catecismo, a las enseñanzas soctrinales y morales de la Iglesia, cuánto abandono del sacramento de la reconciliación y superficialidad en la participación eucarística! La “conversión permamente” que la Ecclesia in America urge a todos los americano conduce a la vida nueva “en Cristo”, por gracia de su Espíritu, confiados en el amor misericordioso del Padre, para llegar a ser discípulos y testigos, reflejos de su Presencia, no obstante todos nuestros límites, opacidades y miserias. Incluso hasta llegar a exclamar, como el Apóstol: “Mi vida es Cristo”.

Ese encuentro con Cristo ha de ser acompañado y proseguido con una catequesis “que debe ser presentada explícitamente en toda su amplitud y riqueza “Cfr. E. in A. n. 69). Hay mucha ignorancia religiosa, sobre todo entre las nuevas generaciones, y deficiencias de formación cristiana adecuada entre muchos fieles de nuestras Iglesias. No es exagerado desdtacar que hermos vivido situaciones muy frecuentes de crisis de una auténtica educación católica, de una catequesis superficial, de dificultades notorias en la formación de personalidades sólidas y maduras en la fe, de adhesión más integral a las verdades propuestas por la Iglesia. Ademas, el bombardeo de los medios de comunicación social incrementa la dificultad de darse referencias y juicios para una formación cristiana que sea unitaria, sistemática y fiel. Por ello, resulta fundamental repensar a fondo la formación cristiana de los fieles, sea la de la iniciación o reiniciación cristiana que la que conduce a la formación de personas Sin fundamental del “Catecismo de la Iglesia católica”, cuyo vigésimo aniversario de promulgación estamos ahora celebrando en el cuadro del “Año de la fe”. Ésta es tarea fundamental para las parroquias y para las familias cristianas, que tienen que ser más alentadas y ayudadas en este propósito. La Exhortación appstólica pos-sinodal recuerda también que existe una vasta red de escuelas y Universidades católicas por todo el continente, cuyos frutos parecen en general exiguos en proporción a los recursos espirituales, humanos y materiales “invertidos”. Hay una “emergencia educativa”, también en la Iglesia, a la que no se responde suficientemente. Quince años después de la Asamblea del Sínodo para América urge repensar a fondo la pastoral educativa, alentar y sostener con los medios adecuados la identidad católica como hilo conductor de vida y estudios en los institutos de enseñanza, “invertir” a sunuevas fuerzas vivas en esa tarea y relanzar una evangelización de las propias Universidades católicas. Y ello teniendo en cuenta que la presencia evangelizadora en las instituciones escolásticas no confesionales, sobre todo universitarias, forma parte más de la “missio ad gentes” en tierras de frontera que de la “nueva evangelización”.

El encuentro con Jesucristo vivo es “camino de comunión”, se lee también la Exhortación apostólica pos-sinodal Ecclesia in America (nn. 33 y siguientes). Es camino de comunión trinitaria, eclesial y social. En la Iglesia, sacramento de unidad de nuestros pueblos dentro de la circulación católica de la comunión, ha de ser mucho más fuerte lo que nos une en la fe, esperanza y caridad de lo que nos separa en las diversidades, contradicciones y desgarramientos que se viven a nivel del continente. Cumple, por eso, una preciosa tarea reconciliadora. Sin embargo, para ello es necesario reconstuir y educar siempre el sensus ecclesiae, a la luz de la comunión vertical y horizontal que está en su propio ser. Gracias a Dios, las Iglesias en el continente americano han ido dejando atrás la frecuencia de contestaciones, manipulaciones, crisis de comunión, que se arremolinaron en los tiempos huracanados de la primera fase del pos-concilio, en la que críticas, experimentaciones y novedades se vieron sobre-determinadas por corrientes de hiper-politización e ideologización. No faltan aún, ni faltarán, tales crisis, porque el Principe de este mundo, el diablo, siembra la división. Es necesario, pues, que nuestreas Iglesias sigan educando a un profundo y fiel sentido de pertenencia a su misterio de comunión, a su sacramentalidad, a la fuente y vértice de esa comunión que es la Eucaristía. Y que ayuden a los fieles a experimentarlo en comunidades cristianas conformes al ser de la Iglesia, signos y reflejos de su misterio, casas y escuelas de comunión que abracen y sostengan la vida cristiana de todos los bautizados. También gracias a Dios, no falta, en general, la comunión con los Obispos, ministros de la unidad, y de éstos, junto a la devoción de los fieles, con el Sucesor de Pedro, testigo y garante de la unidad de toda la Iglesia católica. Este Congreso es ocasión providencial para proclamar una vez más la inquebrantable y firme comunión afectiva y efectiva de las Iglesias del continente americano con el Sucesor de Pedro. Desde tales premisas, la Exhortación apostólica pos-sinodal Ecclesia in America alienta signos concretos de esa comunión a nivel continental, como “la oración en común de unos por otros, el impulso a las relaciones entre las Conferencias Episcopales, los vínculos entre Obispo y Obispo, las relaciones de hermandad entre las diócesis y las parroquias, y la mutua comunicación de agentes pastorales para acciones misionales específicas” (n. 33). En ese orden de sugerencias, la exhortación indica aún “fortalecer las reuniones interamericanas” promovidas par las Conferencias episcopales de diversas naciones, “crear comisiones específicas para temas comunes”, etc. Más importante aún es enriquecer la recíproca comunión edificándose con los mutuos dones y experiencias. Por ejemplo, los católicos latinoamericanos tienen mucho que aprender del profundo y concreto sentido de pertenencia de los católicos de los Estados Unidos a su comunidad parroquial y diocesana, desde la alta participación litúrgica dominical hasta el sostén material de sus comunidades. Los católicos de Estados Unidos y Canadá, por su parte, pueden enriquecerse mucho con el profundo sentido de trascendencia, de presencia del Misterio en la propia vida, que expresa la religiosidad popular de los latinoamericanos. Ante el incremento impresionante de los hispanos en los Estados Unidos y Canadá, la gran mayoría de ellos católicos, se puede dar allí un laboratorio de encuentros e intercambios entre diversas formas de incilturación de la fe, incluso para dar lugar a una más completa síntesis católica.

Cuando entra en crisis la comunión, la Iglesia tiende a replegarse sobre sí, a ocuparse más de asuntos eclesiásticos que del testimonio al que está llamada a dar, a alimentar problematizaciones inhibitorias de energías evangelizadoras y solidarias en la vida de los pueblos. En cambio, si el encuentro con Jesucristo vivo ha llenado de gratitud y alegría la propria vida, y la caridad rebosa en la comunión de sus discípulos y testigos, entonces el “corazón” urge por comunicar este don a todos por amor a su vidadestino.

El encuentro con Jesucristo vivo, en la comunión de la Iglesia, su cuerpo presente, desata energías de solidaridad entre los pueblos. Esta es la perspectiva desde la que la Iglesia presta un servicio invalorable a la vida pública de las naciones. Hay todavía mucha ignorancia y prejucios que obstaculizan el incremento de sentimientos de fraternidad entre latinoamericanos y estadounidenses. La Iglesia cumple una función de verdad cuando educa la opinión pública norteamericana a superar una actiud de indiferencia, a veces mezclada de temores y rechazos, respecto a los latinoamericanos. Hay que dejar atrás una “leyenda negra” anti-latinoamericana, que lo es también anti-católica, que presenta a los latinoamericanos como afectos de pereza, violencia e ignorancia congénitas, que amenazan la convivencia en los Estados Unidos a través de la “invasión” –como se dice – de los hispanos. Los latinoamericanos tienen que conocer más y mejor al pueblo norteamericano, más allá de eslóganes superficiales o lentejuelas ideológicas que impiden comprender cabalmente su compleja realidad. Es mejor que ambos, hermanos católicos del Norte y del Sur tengan mayor conciencia de saberse sometidos a ese prejuicio, que es el último a morir en lo “politically correct”, que es disparar contra la Iglesia por parte de elites dirigentes y mediáticas. Un cambio profundo de actitudes favorece, sin duda, la solidaridad para frontar cuestiones comunes.

Hay cuestiones comunes que hoy plantean problemas y desafíos mucho más graves que los de hace quince años. Paso revista sintética de algunos de ellos.

El problema de la inmigración hispana, sobre todo a Estados Unidos, desata prejuicios, injusticias y violencias cuando no estábien afrontado. Es impresionante tener en cuenta los millares de centroamericanos que recorren toda la geografía mexicana, de sur a norte, sufriendo toda clase de vejaciones y soprusos. La ausencia de una reforma de la política inmigratoria en Estados Unidos alimenta actitudes xenófobas, incluso de discriminación racial, no sólo levantando muros físicos y militares en la frontera con México – país con el que tiene pactado el “libre comercio” – sino también separando familias de los hispanos inmigrados y deportando a muchos hispanos “indocumentados” que viven desde hace mucho tiempo en el país, incluso nacidos en el mismo. Honra a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos haber siempre considerado a los hispanos, no como problema, sino como aporte “providencial” para la vida nacional. Y son muy importantes las periódicas reuniones que sobre la inmigración reunen a Obispos de las Conferencias de Estados Unidos y Canadá junto con las de México, Centroamérica y el Caribe, así como declaraciones bilaterales de las Conferencias de Estados Unidos y México. La Iglesia católica no puede desentenderse de la tarea de “humanizar” la cuestión migratoria, respetando la legítima lalegislación de los Estados pero considerando a los migrantes con espíritu de caridad y servicio, atendiéndolos desde un punto de vista pastoral y evangelizador.     

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Historia del Acontecimiento Guadalupano
Por el canónigo Eduardo Chávez, postulador de la causa de san Juan Diego
CIUDAD DEL VATICANO, martes 11 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos la ponencia presentada en el congreso Ecclesia in America, que se celebra en el Vaticano, por el canónigo Eduardo Chávez, experto en temas guadalupanos.

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La Virgen de Guadalupe, estrella de la nueva evangelización

Canónigo Dr. Eduardo Chávez

Postulador de la causa de canonización de san Juan Diego y Director General del Instituto Superior de Estudios Guadalupanos (ISEG)

Introducción

El Santo Padre, Juan Pablo II, afirmó que fue en México, a los pies de la Virgen de Guadalupe, cuando vislumbró la manera de realizar su Pontificado: “Visité –recuerda el Papa- el santuario de Guadalupe en enero de 1979, durante mi primera peregrinación apostólica. El viaje fue decidido como respuesta a la invitación apostólica en la Asamblea de la Conferencia de los obispos de América Latina (CELAM), en Puebla. Aquella peregrinación inspiró en cierto sentidos todos los siguientes años del pontificado.”1

¿Qué tendría esta devoción para que, de manera evidente, fuera tan amada por el Papa? ¿Qué fue lo que vislumbró el Santo Padre para que además proclamara Fiesta Litúrgica de Nuestra Señora de Guadalupe para todo el Continente Americano, y declarara en aquella ocasión: “La aparición de María al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac, el año de 1531, tuvo una repercusión decisiva para la evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la nación mexicana, alcanzando todo el Continente.”2? Y que además y de manera explícita el Santo Padre declarara: “América, que históricamente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido «en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, [...] en Santa María de Guadalupe, [...] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada». Por eso, no sólo en el Centro y en el Sur, sino también en el Norte del Continente, la Virgen de Guadalupe es venerada como Reina de toda América.”3 ¿Qué tendría esta Devoción, como decía, para que explícitamente el Santo Padre proclamara todo esto y más?

Como todo Acontecimiento Salvífico, el Guadalupano, si bien se verifica en un momento histórico y en un lugar determinado, trasciende fronteras, culturas, pueblos, costumbres, etc.; llega hasta lo más profundo del ser humano; además, toma en cuenta la participación precisamente de este ser humano, concreto e histórico, con sus defectos y virtudes, para que con su intervención fuera más allá de lo que la humana naturaleza permitiría. Una de las más claras manifestaciones de que en realidad se trata de un Acontecimiento Salvífico es la conversión del corazón, es el mover, en un verdadero arrepentimiento, al ser humano desde lo más profundo del alma, del espíritu y la razón, para encontrase con Dios, quien siempre es el primero en tomar esta iniciativa; haciendo realidad un cambio de vida pleno y total.

Veamos, aunque sean algunos pincelazos, los momentos más significativos de esta historia que influye decididamente en la evangelización de todo un Continente, como el mismo Santo Padre lo afirmó.

De la Reconquista a la Conquista

Mientras que en el centro de Europa el movimiento Protestante puso en crisis la relación con la Santa Sede, el pueblo español se manifestó enteramente católico, fiel a la Iglesia y defensor de Cristo, ya que, gracias a Él, había reconquistado su territorio y captaba como su misión histórica ser la punta de lanza de la Cristiandad para todos los pueblos. El pueblo español, siendo paladines de Cristo, pasó de la reconquista a la conquista. Como afirmó Francisco Hernández de Gómara: “La mayor cosa después de la creación del mundo y la muerte del que lo crió, es el descubrimiento de las Indias [...] Nunca nación se extendió a tanto como la española sus costumbres, su lenguaje y armas, ni caminó tan lejos por mar y tierra, las armas a cuestas [...] Comenzaron las conquistas de indios acabada la de moros, para que siempre guerreasen españoles contra infieles.”4

Por otra parte, y al otro lado de su mundo, se encontraban imperios inmensos: el “Tahuantisuyo” y el “Tlatocáyotl”, es decir, el imperio Inca y el imperio Azteca. La belicosidad y su profunda religiosidad eran las características esenciales de estos pueblos, que los llevaron a conquistar casi todo lo que era su mundo.

Veinticinco años después del Descubrimiento de América, en 1517, Francisco Hernández de Córdova descubrió, oficialmente, tierras mexicanas; al siguiente año le siguió Juan de Grijalva; pero es hasta la llegada de Hernán Cortés, en 1519, cuando de una simple exploración se consumó una gran conquista.5

A inicios del siglo XVI, el imperio Azteca era un conglomerado de, aproximadamente, 23 millones de súbditos de diferentes tribus, muchas de las cuales odiaban a los aztecas por sanguinarios, y esto obedecía a que los aztecas se consideraban llamados a preservar la vida del mundo, alimentándolo con los corazones y la sangre obtenidos por los prisioneros en las llamadas “guerras floridas”; prisioneros que eran sacrificados ritualmente, sacándoles sus corazones para ofrecerlos en alimento a sus dioses y, de esta manera, preservar el ciclo de la vida.

Los indígenas estaban convencidos, por su mentalidad religiosa, que se cumpliría una de las profecías más importantes y determinantes de su existencia; en síntesis esta profecía decía que un caudillo-dios, llamado “Quetzalcóatl” (“serpiente emplumada”), iba a regresar por el Oriente, y este líder bueno tenía, extrañamente, las mismas características de los europeos: blanco y barbado, con extrañas naves que venían, precisamente, de Oriente; así que los indígenas estaban convencidos de que eran testigos de la realización de esta profecía.

En solo dos años, de 1519 a 1521, contra toda expectativa humana, los españoles conquistaron el imperio Azteca. Hernán Cortés, un hombre de armas, un tanto ilustrado y militarmente religioso, como era la época, con un carisma de liderazgo impresionante, usando su astucia y habilidad penetró hasta el propio corazón del imperio, aliándose con las tribus sometidas por los aztecas; bajo la confusión de la famosa profecía de la llegada del dios bueno “Quetzalcóatl”; aunado todo esto con las poderosas armas y los caballos desconocidos para los indígenas, lo cual fue clave para la conquista y, finalmente, las enfermedades, entre ellas la viruela, que mató a la mitad de la población indígena.

El drama que los indígenas padecieron en esta derrota y la caída de su Imperio, no fue sólo el desmoronamiento de su estructura militar, social, económica, política, etc., sino de toda su estructura religiosa, la cual sustentaba el sentido de toda su existencia. La tremenda depresión ante sus propios dioses fue un drama incomparable, ya que el esperado dios bueno “Quetzalcóatl”, sólo sembró la ruina y la muerte; ya no habían más sacrificios humanos ni corazones que alimentaran a sus dioses y, sin embargo, el ciclo de la vida continuaba sin mayor problema; los astros estaban ahí cumpliendo sus funciones como si nada; se habían sacrificados a miles de seres humanos y ahora se daban cuenta que no había servido de nada, absolutamente de nada; entonces ¿todo había sido una burla infame de los dioses? La depresión fue tal que algunos indígenas optaron por suicidarse.6

Mientras tanto, no eran pocos los españoles que también presentaban una crisis de conciencia, pues se cuestionaban hasta qué punto era de cristianos conquistar un territorio, el cual no les pertenecía, y hacer de su propiedad bienes ajenos y hasta esclavizar a sus propietarios; este cuestionamiento era fuertemente manifestado no sólo por los misioneros, sino por españoles de conciencia recta, incluso se llevó ante las aulas de las Universidades como la de Salamanca. La discusión sobre la justificación de una invasión y toma de bienes ajenos ocuparon agrias disputas; llevándolas hasta el punto de poner en tela de juicio la racionalidad de los indígenas, pues si los indios no demostraban su humanidad, entonces se podía tomar de sus bienes, ya que no tendrían ningún derecho sobre ellos; y, además, su “adoración” a los ídolos los hacían “culpables”.

Sin pretender menospreciar o desmeritar la labor de estos santos varones, que en realidad eran de lo mejor que había producido una España, deudora de Jesucristo, defensora de su Iglesia y misionera militante; pero ¿qué era este puñado de inspirados misioneros ante los millones de indígenas?, ante las distancias impresionantes, las lenguas desconocidas, las mentalidades y culturas tan distintas. Si bien, las conversiones se fueron dando, pero muy poco a poco ante este reto gigantesco. Fray Toribio Motolinia, además de indicarnos que la gran labor de los franciscanos había dado como resultado cierta cantidad de bautizos entre los indígenas, no pudo negar que en los primeros años los indios permanecían reacios a convertirse al catolicismo: “Anduvieron –declaraba el misionero– los mexicanos cinco años muy fríos”.7 Además, era consciente de la insignificancia de sus recursos ante la enormidad del trabajo, sus terribles problemas y la inseguridad de que fueran sinceras las conversiones;8 el temor de que la piedad india fuera idolatría larvada subsistió durante largo tiempo en todos los misioneros y llegó a ser para algunos, como fray Diego de Durán, una obsesión.9

Además, esto se unía a los problemas internos de los mismos españoles, que llegaron a ser tan ásperos que el primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga, consciente de que no había ninguna salida ante los abusos de sus paisanos, en 1529 declaró al rey: “Asimismo me parece es bien informar a Vuestra Serenísima Majestad de lo que a la fecha en ésta pasa, porque es cosa de tanta calidad, porque si Dios no provee con remedio de su mano está la tierra en punto de perderse totalmente.”10

En este contexto histórico es cuando se produce uno de los eventos más importantes y evangelizadores, el llamado: Acontecimiento Guadalupano, iniciando una importante historia de la Salvación; el encuentro de la Virgen de Guadalupe con un indígena llamado Juan Diego,11 quien fue canonizado por el papa Juan Pablo II el 31 de julio de 2002.12 Se inicia una evangelización que lleva a una verdadera conversión.

Santa María de Guadalupe, Estrella de la Evangelización, aparecida del 9 al 12 de diciembre de 1531, apenas a diez años después de la conquista, retoma lo bueno de los indígenas y lo bueno de los españoles, dos culturas profundamente religiosas y profundamente distintas, en un choque violento y cruento; es ella, la Madre de Dios que se manifiesta como portadora del Amor, sagrario inmaculado de Dios y, cuya voluntad claramente la sabemos por medio de san Juan Diego, y esta era: que se le edificara un templo para dar en él ese Amor que es el Hijo de Dios a todo ser humano; templo que debería contar con la aprobación de la cabeza de la Iglesia, el obispo de México, que en aquel entonces, como decíamos, era el obispo fray Juan de Zumárraga. Este mensaje se manifestó también con una imagen impresa en el manto o tilma de este indio humilde, Juan Diego. La imagen mestiza de esta Virgen Madre envuelta de sol con la luna bajo sus pies con manto tachonado de estrellas y cuyo mensaje y voluntad es la entrega del Amor maternal en un templo aprobado por la cabeza de la Iglesia. Una Virgen Madre que al mismo tiempo los españoles la conocían como una Purísima Concepción; y los indígenas como la “Tonantzin”, que significa “nuestra Madrecita”.13

En este Acontecimiento salvífico se manifiesta, de manera patente, la intervención de Dios en una evangelización conducida por María para una verdadera conversión, como se expresa en el trozo del Evangelio de san Juan (Jn 2, 5): cuando, en las bodas de Caná, María, la madre de Dios, dirige con firmeza al ser humano: “hagan todo lo que Él les diga”.

Esta es una maravillosa historia de donde surge la evangelización para todo el Continente Americano y más allá de sus fronteras, bajo la dirección y cauce de la Iglesia Católica.

Historia de un encuentro salvífico

Juan Diego Cuauhtlatoatzin14 fue el vidente en las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, que tuvieron lugar del 9 al 12 de diciembre de 1531. A este importante evento se le conoce como el Acontecimiento Guadalupano.

Juan Diego, de la etnia indígena de los chichimecas, nació en torno al año 1474, en Cuauhtitlán, en el barrio de Tlayácac, región que pertenecía al reino de Texcoco; fue bautizado en torno a 1524,15 por los primeros franciscanos que llegaron de España al territorio del antiguo Imperio Azteca, imperio que fue derrotado y conquistado en 1521. En el tiempo de las Apariciones,Juan Diego era un hombre maduro, como de unos 57 años de edad, y tenía apenas dos años de viudo ya que su mujer María Lucía había muerto en 1529.

Juan Diego era profundamente piadoso, acudía todos los sábados y domingos a Tlatelolco, un barrio de la Ciudad de México, donde aún no había convento, pero sí una llamada “doctrina”, donde se celebraba la Santa Misa y se conocían “las cosas de Dios que les enseñaban sus amados sacerdotes”; para esto, tenía que salir muy temprano del pueblo de Tulpetlac, que era donde en ese momento vivía, y caminar hacía el sur hasta bordear el cerro del Tepeyac.

El sábado 9 de diciembre de 1531 sería un día muy especial, pues al pasar a lo largo de la colina del Tepeyac, escuchó que provenía de ella un maravilloso canto y una dulce voz lo llamaba desde lo alto de la cumbre: “Juanito, Juan Dieguito”. Llegando a la cima, encontró a una hermosa Doncella que estaba ahí de pie, envuelta en un vestido reverberante como el sol. En este encuentro, el cual es narrado de una manera maravillosa en el llamado Nican Mopohua ya se comprueba la madurez cristiana que tenía Juan Diego, pues antes de que Ella se presente, él la reconoce como Madre de Dios al decirle que va “a su casita de México Tlaltilolco a seguir las cosas divinas” que imparten “la imágenes de Nuestro Señor”,16 o sea los sacerdotes españoles. A su vez, Ella se presenta como Madre de Dios en forma inconfundiblemente clara para cualquier indio mexicano, pues no sólo dice que es la “Madre del verdaderísimo Dios”, sino que repite la palabra “Dios” en náhuatl y en castellano: “Téotl Dios” y cita cuatro nombres inconfundibles para ellos: Ipalnemohuani = “Aquel por Quien se vive”, Tloque Nahuaque = “Dueño del cerca y del junto”, Teyocayani = “Creador de las personas” e Ilhuicahua Tlaltipaque = “Señor del Cielo y de la Tierra”.17 María se presenta de una manera clara y sencilla, nítida y transparente, con naturalidad y sencillez para los desconfiados españoles y para los desconcertados indígenas. La voluntad de la Inmaculada Virgen María de Guadalupe era el que se levantara un templo en aquel lugar para dar todo su amor a todo ser humano, por lo que le pide que sea su mensajero para llevar su voluntad al obispo.

Juan Diego se dirigió al obispo, fray Juan de Zumárraga, y después de una larga y paciente espera, el indio mensajero le comunicó todo lo que había admirado, contemplado y escuchado, y le dijo puntualmente el mensaje de la Señora del Cielo, la Madre de Dios, que le había enviado y cual era su voluntad que se le erija un templo para, desde ahí, dar todo su amor. El Obispo escuchó al indio incrédulo de sus palabras, y reflexionando sobre este extraño mensaje.

Juan Diego regresó al cerrillo ante la Señora del Cielo, y le expuso cómo había sido su encuentro con el jefe de la Iglesia en México. Juan Diego entendió que el obispo pensaba que le mentía o que fantaseaba, y con toda humildad le dijo a la Señora del Cielo que mejor enviara a algún noble o alguna persona importante ya que él era un hombre de campo, un simple cargador, una persona común sin importancia, y con toda sencillez le dijo: «Virgencita mía, Hija mía menor, Señora, Niña; por favor dispénsame: afligiré con pena tu rostro, tu corazón; iré a caer en tu enojo, en tu disgusto, Señora Dueña mía».”18

La Reina del Cielo escuchó con ternura y bondad, y con firmeza le respondió al indio: “«Escucha, el más pequeño de mis hijos, ten por cierto que no son escasos mis servidores, mis mensajeros, a quien encargue que lleven mi aliento, mi palabra, para que efectúen mi voluntad; pero es necesario que tú, personalmente, vayas, ruegues, que por tu intercesión se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad. Y mucho te ruego, hijo mío el menor, y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana a ver al Obispo. Y de mi parte hazle saber, hazle oír mi querer, mi voluntad, para que realice, haga mi templo que le pido. Y bien, de nuevo dile de qué modo yo, personalmente, la siempre Virgen Santa María, yo, que soy la Madre de Dios, te mando».”19

Así que al día siguiente regresó ante el obispo para nuevamente darle el mensaje de la Virgen y el Obispo le pide una señal que confirme su mensaje. Juan Diego al regresar abatido a su casa se encuentra con que su tío se encuentra gravemente enfermo y ante la eminente muerte le pide a su sobrino que vaya a la Ciudad de México para que buscara un sacerdote para que le diera los últimos auxilios, así que el 12 de diciembre, muy de mañana Juan Diego corrió hacia el convento de los franciscanos en Tlatelolco, pero al acercarse al lugar donde se había encontrado con la hermosa Doncella, reflexionó con candidez, que era mejor desviar sus pasos por otro camino, rodeando el cerro del Tepeyac por la parte Oriente y, de esta manera, no entretenerse con Ella y poder llegar lo más pronto posible al convento de Tlatelolco, pensando que más tarde podría regresar ante la Señora del Cielo para cumplir con llevar la señal al Obispo.

Pero María Santísima salió al encuentro de Juan Diego y le dijo: “«¿Qué pasa, el más pequeño de mis hijos? ¿A dónde vas, a dónde te diriges?»”.20 El indio quedó sorprendido, confuso, temeroso y avergonzado, y le comunicó con turbación la pena que llevaba en el corazón: su tío estaba a punto de morir y tenía que ir por un sacerdote para que lo auxiliara.

María Santísima escuchó la disculpa del indio con apacible semblante; comprendía, perfectamente, el momento de gran angustia, tristeza y preocupación que vivía Juan Diego; y es precisamente en este momento en donde la Madre de Dios le dirige unas de las más bellas palabras, las cuales penetraron hasta lo más profundo de su ser:

“«Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante aflictiva. ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?»”21 Y la Señora del Cielo le aseguró: “«Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que no te apriete con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por cierto que ya está bueno».”22

Y efectivamente, en ese preciso momento, María Santísima se encontró con el tío Juan Bernardino dándole la salud, de esto se enteraría más tarde Juan Diego.

Juan Diego tuvo fe total en lo que le aseguraba María Santísima, la Reina del Cielo, así que consolado y decidido le suplicó inmediatamente que lo mandara a ver al Obispo, para llevarle la señal de comprobación, para que creyera en su mensaje.

La Virgen Santísima le mandó que subiera a la cumbre del cerrillo, en donde antes se habían encontrado; y le dijo: “«Allí verás que hay variadas flores: córtalas, reúnelas, ponlas todas juntas: luego baja aquí; tráelas aquí, a mi presencia».”23

Juan Diego inmediatamente subió al cerrillo, no obstante que sabía que en aquel lugar no habían flores, ya que era un lugar árido y lleno de peñascos, y sólo había abrojos, nopales, mezquites y espinos; además, estaba haciendo tanto frío que helaba; pero cuando llegó a la cumbre, quedó admirado ante lo que tenía delante de él, un precioso vergel de hermosas flores variadas, frescas, llenas de rocío y difundiendo un olor suavísimo; y comenzó a cortar cuantas flores pudo abarcar en el regazo de su tilma. Inmediatamente bajó el cerro llevando su hermosa carga ante la Señora del Cielo.

María Santísima tomó en sus manos las flores colocándolas nuevamente en el hueco de la tilma de Juan Diego y le dijo: “«Mi hijito menor, estas diversas flores son la prueba, la señal que llevarás al Obispo; de mi parte le dirás que vea en ellas mi deseo, y que por ello realice mi querer, mi voluntad; y tú ..., tú que eres mi mensajero... en ti absolutamente se deposita la confianza.”24

Después de un largo tiempo de espera pudo estar delante del Obispo, y en cuanto lo oyó, comprendió que Juan Diego portaba la prueba para convencerlo, para poner en obra lo que solicitaba la Virgen por medio del humilde indio. Y en ese momento, Juan Diego entregó la señal de María Santísima extendiendo su tilma, cayendo en el suelo las preciosas flores; y se vio en ella, admirablemente pintada, la Imagen de María Santísima, como se ve el día de hoy, y se conserva en su sagrada casa. El Obispo Zumárraga, junto con su familia y la servidumbre que estaba en su entorno, sintieron una gran emoción, no podían creer lo que sus ojos contemplaban, una hermosísima Imagen de la Virgen, la Madre de Dios, la Señora del Cielo. La veneraron como cosa celestial. El Obispo “con llanto, con tristeza, le rogó, le pidió perdón por no haber realizado su voluntad, su venerable aliento, su venerable palabra.”25 Además, el obispo confirmó también la salud del tío Juan Bernardino, quien declaró que en ese preciso momento a él también se le había aparecido la Virgen, exactamente en la misma forma como la describía su sobrino, y que la hermosa Doncella le había dicho su nombre: “LA PERFECTA VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE.”26

Desde ese momento Juan Diego proclamó el milagro y el mensaje de Nuestra Señora de Guadalupe, un mensaje que proclamaba la unidad, la armonía el inicio de una nueva vida.

Todos contemplaron con asombro la Sagrada Imagen. “Y absolutamente toda esta ciudad, sin faltar nadie, se estremeció cuando vino a ver, a admirar su preciosa Imagen. Venían a reconocer su carácter divino. Venían a presentarle sus plegarias. Mucho admiraron en qué milagrosa manera se había aparecido puesto que absolutamente ningún hombre de la tierra pintó su amada Imagen.”27

La evangelización de Santa María de Guadalupe hace realidad una gran conversión

Inmediatamente el mensaje y la imagen de Santa María de Guadalupe fueron captados y entendidos de tal manera que se verificó una impresionante conversión en masa tanto de los indígenas como de los españoles; de tal forma que son los mismos misioneros quienes quedaron desconcertados ante estas conversiones y fueron estimulados a cumplir con su labor como instrumentos sacramentales de esta apoteótica conversión.

Ciertamente, un signo concreto, claro y objetivo de la importancia del Acontecimiento Guadalupano fue la conversión de los indígenas, que a partir de este momento se cuentan por millares. Y esto se constata por medio de las fuentes históricas; por ejemplo: fray Toribio Motolinia, además de indicarnos que la gran labor de los franciscanos había dado como resultado cierta cantidad de bautizos a indígenas, no pudo negar que en los primeros años los indios permanecían reacios a convertirse al catolicismo: “Anduvieron –declaraba el misionero– los mexicanos cinco años muy fríos”.28 Además, era consciente de la insignificancia de sus recursos ante la enormidad del trabajo, sus terribles problemas y la inseguridad de que fueran sinceras las conversiones;29 el temor de que la piedad india fuera idolatría larvada subsistió durante largo tiempo en todos los misioneros y llegó a ser para algunos, como fray Diego de Durán, una obsesión.30

Sin embargo, después de esos primeros años, Motolinia nos da noticia de las grandes cantidades de indígenas que pedían el bautismo, y que en aquel momento, inexplicablemente, se contaban por miles, como se lo había informado un confraterno, decía: “fray Juan de Perpiñán y fray Francisco de Valencia, los que cada uno de estos bautizó pasaron de cien mil; de los sesenta que al presente son en este año de 1536”;31 Motolinia siguió haciendo cuentas de los miles y miles que se habían bautizado y llegó a la conclusión que en total en ese año de 1536: “serán –decía– hasta hoy día bautizados cerca de cinco millones”32 Por su parte fray Juan de Torquemada en su obra Monarquía Indiana nos informa que “se bautizaban tantos mil en un día.”33

Los mismos frailes estaban sorprendidos de esta conversión masiva, otro misionero e historiador, fray Gerónimo de Mendieta señalaba: “Al principio comenzaron a ir de doscientos en doscientos, y de trescientos en trescientos, y siempre fueron creciendo y multiplicándose, hasta venir a millares; unos de dos jornadas, otros de tres, otros de cuatro, y de más lejos; cosa a los que lo veían de mucha admiración. Acudían chicos y grandes, viejos y viejas, sanos y enfermos. Los bautizados viejos traían a sus hijos para que se los bautizasen, y los mozos bautizados a sus padres; el marido a la mujer, y la mujer al marido.”34 Los indios se quedaban en los monasterios aprendiendo la doctrina, daban mil vueltas a las oraciones para aprenderlas de memoria en latín. “Y al tiempo que los bautizaban, muchos recibían aquel sacramento con lágrimas ¿Quién podía atreverse a decir que estos venían sin fe, pues de tan lejos tierras venían con tanto trabajo, no los compeliendo nadie, a buscar el sacramento del bautismo?”35

Algunos indígenas, como decía Mendieta, hacían grandes esfuerzos para llegar al monasterio en donde les pudieran administrar el sacramento del bautismo; por ejemplo, para llegar al monasterio de Guacachula, los indígenas debían atravesar sierras y barrancos, casi sin comida. Esta afluencia de indígenas no se dio como un fenómeno pasajero, ya que continuaron llegando de lejanas tierras y con todas estas dificultades durante meses; continuaba Mendieta: “afirma un religioso siervo de Dios, que pasó por allí huésped, que en cinco días que allí estuvo bautizaron él y otro sacerdote por cuenta catorce mil y doscientos y tantos. Y aunque el trabajo no era poco (porque a todos ponía óleo y crisma), dice que sentía en lo interior un no sé qué de contento en bautizar aquellos más que a otros; porque su devoción y fervor de aquellos ponía al ministro espíritu y fuerzas para los consolar a todos, y para que ninguno se les fuese desconsolado. Y cierto fue cosa de notar y maravillar, ver el ferviente deseo que estos nuevos convertidos traían al bautismo, que no se leen cosas mayores en la primitiva Iglesia. Y no sabe hombre de qué se maravillar más, o de ver así venir a esta nueva gente, o de ver cómo Dios los traía. Aunque mejor diremos, que de ver cómo Dios los traía y recibía al gremio de su santa Iglesia. Después de bautizados, era cosa notable verlos ir tan consolados, regocijados y gozosos con sus hijuelos a cuestas, que parecía no caber en sí de placer.”36

Cuando esta conversión adquirió dimensión masiva, se reflexionó sobre la mejor manera de administrar el bautismo y se buscó una guía segura escribiendo al Papa para conocer las soluciones que se pudieran dar a este caso, y mientras llegaban las disposiciones de Roma, los frailes tuvieron que suspender momentáneamente los bautismos en gran masa; esto propició que los frailes vieran testimonios que les partían el corazón, la gente estaba ansiosa de tener el sacramento, con actitudes que conmovían y sorprendían a los misioneros, por ejemplo, el mismo Mendieta nos informa sobre estos indígenas a quienes no les importaban distancias, temporales, hambres, etc. con tal de tener el bautismo; y que, por supuesto, no les importaba esperar todo el tiempo que fuera necesario hasta conseguir su objetivo. Tanto en el convento de Guacachula como en el de Tlaxcala, se contaron cerca de 2,000 indígenas que pacientemente esperaban en los patios, y rogaban a cuanto misionero veían para que los bautizaran. Los misioneros fueron testigos de que, cuando se les despedía sin darles el sacramento, los indios volvían a sus casas, “llorando y quejándose, y diciendo mil lástimas, que eran para quebrar los corazones, aunque fueran de piedra.”37

Y lo mismo dígase de los indígenas que trataban de confesarse: “Acaecía –decía Mendieta– por los caminos, montes y despoblados, seguir a los religiosos mil y dos mil indios y indias, sólo para confesarse, dejando desamparadas sus casas y hacienda; y muchas de ellas mujeres preñadas, y tanto que algunas parían por los caminos, y casi todas cargadas con sus hijos a cuestas. Otros viejos y viejas que apenas se podían tener en pie con sus báculos, y hasta ciegos, se hacían llevar de quince y veinte leguas a buscar confesor. De los sanos muchos venían de treinta leguas, y otros acaecía andar de monasterio en monasterio más de ochenta leguas buscando quien confesase. Porque como en cada parte había tanto que hacer, no hallaban entrada. Muchos de ellos llevaban sus mujeres e hijos y su comidilla, como si fueran de propósito a morar a otra parte. Y acaecía estarse un mes y dos meses esperando confesor, o lugar para confesarse.”38

Uno de los sacramentos que más dificultades había presentado para la aceptación indígena era el Matrimonio, ya que el dejar a sus mujeres y tener sólo una, no era cosa fácil, en un esquema de familia que incluso en algunos lugares de México rige todavía. Los indígenas, pueblo entregado a la guerra y a los sacrificios humanos como parte de la armonía del cosmos, no podían imaginar el no tener muchos hijos, integrantes fundamentales de esta armonía sagrada.

Por lo que, si bien ya era de sorprender la conversión en masa que se dio poco después del gran Acontecimiento Guadalupano, y sabiendo los misioneros la resistencia que ofrecían los indios al sacramento del matrimonio con una sola mujer; resulta aun más admirable que, precisamente después del Acontecimiento Guadalupano, éstos llegaran a pedir con gran fervor el matrimonio cristiano.

Fray Toribio Motolinia nos informa sobre este proceso de cambio. Después de muchos esfuerzos y fatigas, el primer matrimonio cristiano tuvo lugar el 14 de octubre de 1526, cuando se casaron ocho parejas, entre los que se encontraba don Hernando, hermano del señor de Texcoco; Motolinia alude a este primer matrimonio en la tierra del Anáhuac, señalando esta fecha como punto de referencia debido a que los matrimonios eran muy escasos, y nos informa también la razón de esto: “los señores tenían las más mujeres, no las querían dejar, ni ellos [los frailes misioneros] se las podían quitar, ni bastaba ruegos, ni sermones, ni otra cosa que con ellos se hiciese, para que dejadas todas se casasen con una sola en faz de la Iglesia; y respondían que también los españoles tenían muchas mujeres, y si les decíamos que las tenían para su servicio, decían que ellos también la tenían para lo mismo; y así aunque estos indios tenían muchas mujeres con quien según su costumbre eran casados, también las tenían por manera de granjería, porque las hacían a todas tejer y hacer mantas y otros oficios.”39 Pero, en 1536 Motolinia comprueba y es testigo de que después de 1531 las cosas cambiaron radicalmente, continuaba: “ha placido a Nuestro Señor que de su voluntad de cinco a seis años a esta parte comenzaron algunos a dejar la muchedumbre de mujeres que tenían y a contentarse con una sola, casándose con ella como lo manda la Iglesia; y con los mozos que de nuevo se casan son ya tantos, que hinchan las iglesias, porque hay días de desposar cien pares; y días de doscientos y de trescientos y días de quinientos.”40

Por su parte Mendieta decía: “Y era mucho de ponderar la fe de los indios, que les acaecía a muchos haber dejado las mujeres legítimas, porque no les tenían amor, y andar revueltos con las mancebas a quienes estaban aficionados, y tener en ellas tres o cuatro hijos, y por cumplir lo que se les mandaba, dejaban éstas en quien tenían puesta su afición, e iban a buscar las otras, quince y veinte leguas, porque no les negasen el bautismo.”41

Los mismos misioneros estaban desconcertados de este radical cambio, de tantas y tantas sorpresivas conversiones; y trataban de razonar este fenómeno diciendo que, en parte, había sido resultado de su predicación y testimonio; como hemos dicho, no cabe duda que esto ciertamente influyó en las conversiones iniciales; sin embargo, la masiva conversión dejaba a los seráficos misioneros con admiración y con expresiones de asombro, como decía Mendieta: “fue cosa de notar y maravillar”, “de mucha admiración”.

El documento histórico llamado Nican Motecpana también corrobora y confirma este cambio desde el corazón indígena, que se manifestó en la aceptación de la fe; a su modo y en estilo por esta importante fuente se nos dice que los indios: “sumidos en profundas tinieblas, todavía aman y servían a falsos diosecillos, obras manuales e imágenes de nuestro enemigo el demonio, aunque ya había llegado a sus oídos la fe, desde que oyeron que se apareció la Santa Madre de Nuestro Señor Jesucristo, y desde que vieron y admiraron su perfectísima imagen, que no tiene arte humano; con lo cual abrieron mucho los ojos, cual si de repente hubiera amanecido para ellos.”42 Fue tal la conversión, que muchos de ellos tiraron, con sus propias manos, los antiguos ídolos: “Y luego (según los viejos dejaron pintado) algunos nobles, lo mismo que sus criados plebeyos, de buena voluntad echaron fuera de sus casas, arrojaron y esparcieron las imágenes del demonio y empezaron a creer y venerar Nuestro Señor Jesucristo y su preciosa Madre.”43

Uno de los aspectos claves en esta conversión es que María viene a traernos a su Hijo Jesucristo; es decir, que la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe es Cristocéntrica, ya que coloca a su Hijo en el lugar que le corresponde, en el centro de la Imagen, en la flor de cuatro pétalos, que para los indígenas representa el movimiento, la vida, el único Dios verdadero que es vida y da la vida: Ometéotl. La Doncella-Madre embarazada que espera a Jesucristo, que lo porta en su vientre, como el tesoro que nos ofrece. Esto es confirmado también por el Nican motecpana: “En lo que se realizó que no solamente vino a mostrarse la Reina del cielo, nuestra preciosa Madre de Guadalupe, para socorrer a los naturales en sus miserias mundanas, sino más bien, porque quiso darles su luz y auxilio, a fin de que conocieran al verdadero y único Dios y por él vieran y conocieran la vida del cielo.”44 Del mismo modo, Ella no desprecia el trabajo de los misioneros, sino que lo asume en el trabajo evangelizador; se expresa en el Nican motecpana: “Para hacer esto, ella misma vino a introducir y fortalecer la fe, que ya habían comenzado a repartir los reverendos hijos de San Francisco.”45

El Acontecimiento Guadalupano no sólo convierte a los indígenas sino a los mismos españoles; uno de los ejemplos más explícitos de esto son los variados testimonios de los testigos en la llamada Información de 1556; donde explícitamente se hace referencia a grandes peregrinaciones de españoles a la ermita del Tepeyac, de milagros, de conversiones y del gran amor a Santa María de Guadalupe logrando grandes conversiones no sólo de los indígenas sino también de españoles.46 Dice el testimonio de Juan de Salazar que “la gran devoción que toda esta ciudad ha tomado a esta bendita Imagen, y los indios también, y cómo van descalzas señoras principales y muy regaladas, y a pie con sus bordones en las manos, a visitar y encomendar a nuestra Señora y de estos los naturales han recibido grande ejemplo y siguen lo mismo [...] muchas señoras de este pueblo y doncellas, así de calidad como de edad, iban descalzas y con sus bordones en las manos a la dicha ermita de nuestra Señora y que así este testigo lo ha visto, porque ha ido muchas veces a la dicha ermita, de que este testigo no poco se ha maravillado, por haber visto muchas viejas y doncellas ir a pie con sus bordones en las manos, en mucha cantidad a visitar la dicha Imagen”.47 Y añade este mismo testigo que incluso llegó a tal punto la devoción que “ya no se platica otra cosa en la tierra, si no es ¿dónde queréis que vayamos? vamos a nuestra Señora de Guadalupe”.48

Otro testigo, el bachiller Francisco de Salazar juraba: “no solamente las personas que sin detrimento de su salud y sin vejación de su cuerpo pueden, van a pie; pero mujeres y hombres de edades mayores y enfermos, con esta devoción van a la dicha ermita”.49

En su testimonio, Juan de Masseguer nos dice: “Que todo el pueblo a una tiene gran devoción en la dicha Imagen de Nuestra Señora de todo género de gente, nobles ciudadanos e indios”.50

Mientras que Alvar Gómez testificó: “que es verdad que ha ido allá una vez, y que topó muchas señoras de calidad que iban a pie, y otras personas, hombres y mujeres de toda suerte, a la ida y a la venida, y que allá viodar limosnas hartas, y que a su parecer que era con gran devoción, y que no vio cosa que le pareciese mal, sino para provocar a devoción de Nuestra Señora, y que a este testigo, viendo a los otros con tanta devoción, le provocaron más; y que le parece que es cosa que se debe favorecer y llevar adelante, especial que en esta tierra no hay otra devoción señalada, donde la gente haya tomado tanta devoción, y que con esta Santa devoción se estorban muchos de ir a las huertas, como era costumbre en esta tierra, y ahora se van allí donde no hay aparejos de huertas ni otros regalos ningunos, mas de estar delante de Nuestra Señora en contemplación y en devoción”.51

En palabras sencillas, el culto a la Virgen de Guadalupe se manifiesta como una verdadera evangelización;52 los misioneros observaron que con el mensaje y la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe la esencia del Evangelio era entendido y movía de tal forma las almas que la conversión hacia Jesucristo era una manifestación patente de ello.

Ciertamente es sorprender este cambio, que tuvo su origen en las profundidades del corazón y esta nueva actitud que revela una luz de esperanza, la cual permitió que se llevara a cabo la evangelización de un pueblo que estaba como tierra bien preparada para recibir el mensaje de la Salvación. De hecho, se inicia una devoción que nadie podrá detener, y que aun más se fue profundizando y extendiendo durante los diversos periodos históricos que tuvieron lugar en México.

Modelo de Evangelización perfectamente inculturada

Cuando hablo de “cultura” me refiero a algo netamente humano y muy complejo, como expresó el cardenal Paul Poupard: la cultura es “la manera peculiar en que los hombres, en un determinado pueblo, cultivan su relación con la naturaleza, consigo mismos y con Dios, a fin de alcanzar un nivel verdadera y plenamente humano”.53

La Conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM) expresó en el Documento de Puebla de una manera elocuente lo que es la “inculturación” y que es lo que prácticamente el Acontecimiento Guadalupano marca la pauta, así lo expresan los obispos latinoamericanos: “En efecto, la fe transmitida por la Iglesia es vivida a partir de una cultura presupuesta, esto es, por creyentes «vinculados profundamente a una cultura y la construcción del Reino no puede por menos de tomar los elementos de la cultura y de las culturas humanas» (Cfr. EN 20). Por otra parte permanece válido, en el orden pastoral, el principio de encarnación formulado por san Ireneo: «Lo que no es asumido no es redimido». El principio general de encarnación se concreta en diversos criterios particulares:Las culturas no son terreno vacío, carente de auténticos valores. La Evangelización de la Iglesia no es un proceso de destrucción, sino de consolidación y de fortalecimiento de dichos valores; una contribución al crecimiento de los «gérmenes del Verbo» presentes en las culturas (Cfr. GS 57d,f). (…) Todo esto implica que la Iglesia -obviamente la Iglesia particular-, se esmere en adaptarse, realizando el esfuerzo de un trasvasamiento del mensaje evangélico al lenguaje antropológico y a los símbolos de la cultura en la que se inserta (Cfr. EN 53, 62, 63; GS 58a,b; DT 420-423) (…) De este modo, por la evangelización, la Iglesia busca que las culturas sean renovadas, elevadas y perfeccionadas por la presencia activa del Resucitado, centro de la historia, y de su Espíritu (EN 18, 20, 23; GS 58d; 61a).”54

Es decir, que quienes queramos proclamar el Evangelio a gentes diversas de nosotros mismos, debemos hacer el esfuerzo al evangelizar a los gentiles: exponer y compartir nuestra Fe a partir de los conocimientos y sentimientos de los otros, no sólo de los nuestros, obteniendo así ambos un doble enriquecimiento, pues ninguno tendría que renunciar a sus propios valores y tradiciones para adoptar los del otro, sino uno y otro adoptar, asimilar y depurar los de los dos.

Y esta inculturación, este trasvasamiento, ocurrió cuando menos podía esperarse, cuando nuestra patria mestiza se debatía en atroces dolores de un parto que amenazaba culminar en aborto, como aconteció en otras partes, donde la población indígena quedó exterminada, pues no se veía posibilidad alguna de acuerdo entre pueblos tan diversos; cuando indios y españoles se veían con miedo y rencor, deformada su perspectiva por una total incomprensión mutua, ya que las culturas de ambos eran humanamente incompatibles. Los españoles estaban convencidos que se enfrentaban con Satanás en persona, de modo que toda tolerancia equivaldría a una clara traición a Dios, y los indios estaban convencidos que su ineludible deber esa ser fieles a su raíz, a lo que siempre habían sido y, en especial, la versión del Evangelio que los misioneros les presentaban les resultaba insultante e inaceptable, Dios, a través de su Madre Santísima, supo resolver ese insoluble problema, sin desautorizar a sus enviados españoles, sin reprobar los valores indios, sin cambiar a ninguno de los protagonistas ni a sus conflictivas circunstancias. Supo, en una palabra, confirmar la predicación de sus enviados inculturando su mensaje a la mente india. Y con esto no sólo obtuvo su conversión entusiastamente masiva e instantánea, sino que se aceptaran unos a otros tan efectivamente que nacimos ese pueblo nuevo, hijo y heredero de ambos: el pueblo mestizo que somos hoy México.

Este anhelo, que hoy por primera vez es sincero y universal, topa sin embargo con la miseria humana, ante la que se estrellan todos los esfuerzos, y vemos abortar cuantos intentos se hacen ya no digamos para que se reconcilien, sino simplemente dejen de matarse pueblos hermanos.

Y no sólo tenemos esa imagen, sino que dos pueblos, del todo diferentes, divididos por una incomprensión abismal, no sólo dejaron de masacrarse, sino que, al acoger el amor que les ofreció; Dios a través de su Madre Santísima, se aceptaron y fusionaron tan de veras que nació de ellos un pueblo heredero de las grandezas y miserias de los dos, pero genuinamente nuevo, síntesis y reconciliación de lo aparentemente irreconciliable, lo que el Santo Padre en persona definió como "un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada." Que tiene, obviamente, que continuar tocando corazones para que se realice una verdadera conversión cada día.

La Santa Sede reconoce a la Estrella de la Evangelización: Santa María de Guadalupe

La Santa Sede a lo largo de la historia confirmó la importante evangelización que se dio gracias al culto Guadalupano, veamos sólo algunas de las intervenciones más significativas.

Remontándonos al siglo XVI, podemos contemplar en el Archivo Secreto Vaticano, el documento más antiguo que se conoce en donde el papa Gregorio XIII, en 1573 (tan sólo 42 años después de la aparición), otorgó gracias especiales a la remota y humilde ermita de “Santa María de Guadalupe de Tepeaquilla in provincia messicana” según las modalidades acostumbradas, indulgencia plenaria y otras indulgencias.55

Si bien, muchos Pontífices otorgaron beneficios y gracias al Santuario Guadalupano de México, uno de los más importantes en este tema fue el papa Benedicto XIV, quien en 1754, concedió Misa y Oficio litúrgico a la Guadalupana. “La Congregación de Ritos hizo saber [...] que, examinados todos los documentos que había presentado, quedaba plenamente demostrada la verdad histórica de la Aparición [...] El 24 de Abril de 1754 dio la Congregación de Ritos el decreto con que aprobaba el Oficio y Misa propia en honor de la Virgen de Guadalupe; y mandaba que dicho Oficio se rezase el 12 de Diciembre con rito doble de primera clase y con Octava.”56

Pío XI en Carta Apostólica del 16 de julio de 1935 declaró a la Virgen de Guadalupe de México Patrona de las Islas Filipinas.57

En la época actual, tenemos varias intervenciones de los Sumos Pontífices, entre las más significativas están las palabras del papa Pío XII, quien el 12 de octubre de 1945 ofreció una Alocución transmitida por Radio, por el cincuentenario de la coronación pontificia de la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe de México: “Y así sucedió –decía el Santo Padre–, al sonar la hora de Dios para las dilatadas regiones del Anáhuac. Acaban apenas de abrirse al mundo, cuando a las orillas del lago de Texcoco floreció el milagro. En la tilma del pobrecito Juan Diego –como refiere la tradición– pinceles que no eran de acá abajo dejaban pintada una imagen dulcísima, que la labor corrosiva de los siglos maravillosamente respetaría.58

El papa Juan XXIII, el 12 octubre de 1961, en la celebración del cincuentenario del Patronato de la Virgen de Guadalupe sobre toda América Latina, declaró: “«la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive», derrama su ternura y delicadeza maternal en la colina del Tepeyac, confiando al indio Juan Diego con su mensaje unas rosas que de su tilma caen, mientras en ésta queda aquel retrato suyo dulcísimo que manos humanas no pintan. Así quería Nuestra Señora continuar mostrando su oficio de Madre: Ella, con cara de mestiza entre el indio Juan Diego y el Obispo Zumárraga, como para simbolizar el beso de dos razas [...] Primero Madre y Patrona de México, luego de América y de Filipinas;59 el sentido histórico de su mensaje iba cobrando así plenitud, mientras abría sus brazos a todos los horizontes en un anhelo universal de amor.60

El papa Pablo VI, en otro 12 de octubre pero del año 1970, en el 75º. Aniversario de la coronación pontificia de la Imagen, exclamó “La devoción a la Virgen Santísima de Guadalupe, tan profundamente enraizada en el alma de cada mexicano y tan íntimamente unida a más de cuatro siglos de vuestra historia patria, sigue conservando entre vosotros su vitalidad y su valor, y debe ser para todos una constante y particular exigencia de auténtica renovación cristiana”.61

Como decía al inicio de esta Conferencia, el papa Juan Pablo II siempre ha declarado la gran importancia del Acontecimiento Guadalupano, luz para la evangelización que ha dado frutos de salvación. Desde su primera visita pastoral a México, en 1979, Juan Pablo II fue directo y preciso al hablar sobre Santa María de Guadalupe como la Estrella que iluminó el camino de la evangelización; dijo el Santo Padre en aquella ocasión: “Nuestra Señora de Guadalupe, venerada en México y en todos los países como Madre de la Iglesia en América Latina, es para mí un motivo de alegría y una fuente de esperanza. «Estrella de la Evangelización», sea ella vuestra guía.”62

El Papa reafirmó la importancia del mensaje de Dios por medio de la Estrella de la Evangelización, María de Guadalupe, y su fiel, humilde y verdadero mensajero Juan Diego; momento histórico para la evangelización de los pueblos, “La aparición de María al indio Juan Diego –reafirmó el Santo Padre– en la colina del Tepeyac, el año de 1531, tuvo una repercusión decisiva para la evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la nación mexicana, alcanzando todo el Continente.”63

El Santo Padre continuó expresando con gran fuerza la importancia del Acontecimiento Guadalupano comunicado por el Juan Diego y confirmó la evangelización que nos ha sido donada por Nuestra Madre, María de Guadalupe; “Y América, –declaró el Papa– que históricamente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido «en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, [...] en Santa María de Guadalupe, [...] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada». Por eso, no sólo en el Centro y en el Sur, sino también en el Norte del Continente, la Virgen de Guadalupe es venerada como Reina de toda América.”64

A manera de conclusión

Por ello, es importante recalcar la importancia del Acontecimiento Guadalupano en la evangelización de todo un Continente y más allá de sus confines; a un mundo que tanto necesita de la unidad, de la paz, de la solidaridad y del amor, una verdadera conversión. Porque del hombre sencillo, humilde, de buena voluntad, lleno de ese amor de Dios que nos trae María en su regazo, pueden surgir las cosas más maravillosas a favor de una nueva humanidad.

Esto es lo que señala el mismo Santo Padre cuando con alegría y gratitud declaró: “Volvamos a Guadalupe. En el año 2002 tuve la gracia de celebrar en aquel santuario la canonización de Juan Diego. Fue una estupenda ocasión para dar gracias a Dios. Juan Diego, después de haber recibido el mensaje cristiano, sin renunciar a su identidad indígena, descubrió la profunda verdad de la nueva humanidad, en la que todos estamos llamados a ser hijos de Dios en Cristo: «Te doy gracias, Padre [...], porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a las gentes sencillas» (Mt 11, 25). Y, en este misterio, María ha tenido un papel del todo singular.”65

Asimismo, desde el inicio de su pontificado, el papa Juan Pablo II nos ha expresado con gran fuerza: “no tengan miedo, no tengan miedo, abran las puertas a Cristo”. Por ello, quiero terminar con uno de los párrafos más bellos del diálogo entre la Virgen de Guadalupe y san Juan Diego, el cual nos anima para continuar con la misión evangelizadora que nos ha sido encomendada: “«Escucha, ponlo en tu corazón, Hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu corazón, no tengas miedo, [...] ¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?»”66

1 Juan Pablo II, ¡Levantaos! ¡Vamos!, traducción Pedro Antonio Urbina Torella, Ed. Plaza Janés, México 2004, pp. 58-59.

2 Juan Pablo II, Ecclesia in America, México 22 de enero de 1999, Ed. Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1999, p. 20. El Santo Padre cita literalmente la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Santo Domingo a 12 de Octubre de 1992, 24. Véase también en AAS, 85 (1993) p. 826. El Santo Padre también menciona la declaración realizada por los obispos de los Estados Unidos de Norteamérica en: National Conference of Catholic Bishops, Behold Your Mother Woman of Faith, Washington 1973, Nº 99: “In our own hemisphere we recall the apparition in 1531 of Our Lady of Guadalupe, «Queen of the Americas»."

3 Juan Pablo II, Ecclesia in America, p. 20.

4 Francisco López de Gómara, Historia General de las Indias, Biblioteca Ayacucho, Caracas 1979, Dedicatoria, pp. 7-8.

5 Cfr. Fernando Benítez, La ruta de Hernán Cortés, Ed. FCE, México 41974. También Silvio Zavala, «Hernán Cortés ante la justificación de su conquista», en Revista de Historia Americana, 92 (1981), pp. 49-69. También en la obra escrita por un soldado del mismo Hernán Cortés: Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Ca. 1560-1568, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca Porrúa Nos 6 y 7), México 1977, 2 Vols.

6 Cfr. Miguel León-Portilla, El reverso de la conquista, Ed. Joaquín Mortiz, México 1964. También del mismo autor Miguel León-Portilla, Visión de los vencidos, UNAM (= Col. Biblioteca del Estudiante Universitario N° 81), México41969.

7 Fray Toribio Motolinia, Historia de los Indios, p. 78.

8 De hecho, algunos frailes misioneros, como Sahagún y Durán, se dieron a la tarea de investigar, de manera meticulosa, la cultura india, para poder combatir mejor cualquier idolatría, que pudiera perjudicar a sus recién convertida grey: “El médico no puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo sin que primero conozca qué humor o de qué causas procede la enfermedad [...] para predicar contra estas cosas, y aun para saber si las hay, menester es saber cómo las usaban.” Fray Bernardino de Sahagún, Historia General, p. 17. Esta fue la actitud general. Sin embargo, ciertamente hubo casos de excepción como Fray Jacobo de Testera, quien escribió: “a nosotros los religiosos, cuando entramos en esta tierra, no nos espantó ni desconfió su idolatría, mas habiendo compasión de su ceguedad, tuvimos muy gran confianza que todo aquello y mucho más harían en servicio de nuestro Dios, cuando lo conociesen”. Carta de fray Jacobo de Testera. Huejotzingo, el 6 de mayo de 1533, en Cartas de Indias, Madrid, 1877, p. 66.

9 Cfr. Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, terminada en 1591, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca Porrúa Nos. 36 y 37), México 1967.

10 Carta de fray Juan de Zumárraga al rey de España, México a 27 de agosto a 1529, Archivo de Simancas, Bibl. Miss., III, 339, carta 13. Copia en Colección Muñoz, T. 78, f. 314v.

11 Cfr. Fidel González Fernández, Eduardo Chávez Sánchez y José Luis Guerrero Rosado, El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, Ed. Porrúa, México 1999,42002, 604 pp.

12 Una biografía de Juan Diego la publiqué en México: Cfr. Eduardo Chávez Sánchez, Juan Diego. Una vida de Santidad que marcó la historia, Ed. Porrúa, México 2002, 228 pp. Este momento importante lo recuerda el Papa Juan Pablo II en su libro: Juan Pablo II, ¡Levantaos! ¡Vamos!, traducción Pedro Antonio Urbina Torella, Ed. Plaza Janés, México 2004, p. 60.

13 Cfr. José Castillo y Piña, Tonantzin Nuestra Madrecita la Virgen de Guadalupe, Imp. Manuel L. Sánchez, México 1945, 274 pp. También Miguel León-Portilla, Tonantzin Guadalupe. Pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el “Nican Mopohua”, Eds. Colegio Nacional y FCE, México 2000, 202 pp.

14 “Cuauhtlatoatzin”, nombre indígena de Juan Diego que significa “Águila que habla”. Cfr. Carlos de Sigüenza y Góngora, Piedad Heroica de D. Fernando Cortés, Talleres de la Librería Religiosa, segunda edición de “La Semana Católica”, México 1898, p. 31. También: Xavier Escalada, S. J., Ed. Enciclopedia Guadalupana, México 1997, T. V.

15 «Testimonio del P. Luis Berrera Tanco», en Informaciones Jurídicas de 1666, Traslado original del 14 de abril de 1666, AHBG, Ramo Historia, f. 158r; publicado el facsímile del Traslado Original en Eduardo Chávez Sánchez, La Virgen de Guadalupe y Juan Diego en las Informaciones Jurídicas de 1666, Eds. BG, Imp. Ángel Servín, México 2002: “y habiéndose Bautizado [Juan Diego] en el año de mil y quinientos veinte y cuatro, que fue cuando vinieron los religiosos del Señor San Francisco (de cuya feligresía era) es constante haberse Bautizado de cuarenta y ocho años de edad.”

16 Antonio Valeriano, Nican Mopohua, traducción del náhuatl al castellano del P. Mario Rojas Sánchez, Ed. Fundación La Peregrinación, México 1998, v. 24.

17 Antonio Valeriano, Nican Mopohua, v. 26.

18 Antonio Valeriano, Nican Mopohua, vv. 55-56.

19 Antonio Valeriano, Nican Mopohua, vv. 58-62.

20 Antonio Valeriano, Nican Mopohua, v. 107.

21 Antonio Valeriano, Nican Mopohua, vv. 118-119.

22 Antonio Valeriano, Nican Mopohua, v. 120.

23 Antonio Valeriano, Nican Mopohua, v. 126.

24 Antonio Valeriano, Nican Mopohua, v. 137-139.

25 Antonio Valeriano, Nican Mopohua, v. 187.

26 Antonio Valeriano, Nican Mopohua, v. 208.

27 Antonio Valeriano, Nican Mopohua, vv. 214-218.

28 Fray Toribio Motolinia, Historia de los Indios, p. 78.

29 De hecho, algunos frailes misioneros, como Sahagún y Durán, se dieron a la tarea de investigar, de manera meticulosa, la cultura india, para poder combatir mejor cualquier idolatría, que pudiera perjudicar a sus recién convertida grey: “El médico no puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo sin que primero conozca qué humor o de qué causas procede la enfermedad [...] para predicar contra estas cosas, y aun para saber si las hay, menester es saber cómo las usaban.” Fray Bernardino de Sahagún, Historia General, p. 17. Esta fue la actitud general. Sin embargo, ciertamente hubo casos de excepción como Fray Jacobo de Testera, quien escribió: “a nosotros los religiosos, cuando entramos en esta tierra, no nos espantó ni desconfió su idolatría, mas habiendo compasión de su ceguedad, tuvimos muy gran confianza que todo aquello y mucho más harían en servicio de nuestro Dios, cuando lo conociesen”. Carta de fray Jacobo de Testera. Huejotzingo, el 6 de mayo de 1533, en Cartas de Indias, Madrid, 1877, p. 66.

30 Cfr. Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, terminada en 1591, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca Porrúa Nos. 36 y 37), México 1967.

31 Fray Toribio Motolinia, Historia de los Indios, p. 85.

32 Fray Toribio Motolinia, Historia de los Indios, p. 85.

33 Fray Juan de Torquemada, Monarquía Indiana, Ed. Porrúa (= Col. Biblioteca Porrúa No 43), introducción de Miguel León-Portilla, México51986, T. III, p. 140.

34 Fray Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica, p. 276.

35 Fray Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica, p. 276.

36 Fray Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica, p. 277.

37 Fray Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica, p. 278.

38 Fray Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica, pp. 282-283.

39 Fray Toribio Motolinia, Historia de los Indios, p. 98.

40 Fray Toribio Motolinia, Historia de los Indios, p. 98.

41 Fray Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica, p. 300.

42 Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Nican Motecpana, p. 307.

43 Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Nican Motecpana, p. 307.

44 Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Nican Motecpana, p. 307.

45 Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Nican Motecpana, p. 307.

46 Cfr. Información de 1556 ordenada realizar por Alonso de Montúfar, arzobispo de México, en Ernesto de la Torre Villar y Ramiro Navarro de Anda, Testimonios Históricos Guadalupanos, Ed. FCE, México 1982.

47 «Testimonio de Juan de Salazar», en Información de 1556, p. 51.

48 «Testimonio de Juan de Salazar», en Información de 1556, p. 53.

49 «Testimonio de Francisco de Salazar», en Información de 1556, p. 59.

50 «Testimonio de Juan de Masseguer», en Información de 1556, p. 71.

51 «Testimonio de Alvar Gómez de León», en Información de 1556, p. 67.

52 Cfr. Mariano Cuevas, El culto Guadalupano del Tepeyac. Sus orígenes y sus críticos en el siglo XVI, Apéndice: La información de 1556 sobre el sermón del provincial franciscano Bustamante, Ed. Centro de Estudios Fray Bernardino de Sahagún, México 1978.

53 Paul Poupard, Intervención en la 7a. Congregación General, presente el Santo Padre, el 20 de noviembre de 1997, enJavier García González, “Historia del Sínodo de América”, Ed. Nueva Evangelización, México 1999, p. 190.

54 Documento de Puebla, Nos. 400-401; 404; 407.

55 En el Archivo Secreto Vaticano se conservan dos índices cronológicos, uno sobre las comisiones expedidas de 1569 a 1571, otro sobre los breves expedidos entre 1569 y 1575. Se registra las indulgencias pontificias a favor del Santuario de “Nuestra Señora de Guadalupe de Tepeaquilla in provincia mexicana”. Febrero, 1573. ASV, Secc. Brev. Lat. 81, p. 165.

56 [Esteban Anticoli], La Virgen del Tepeyac, Patrona principal de la nación mexicana. Compendio Histórico-Crítico, por un sacerdote residente en esta arquidiócesis, Tip. de Ancira y Hno, Guadalajara, México, 1884, pp. 196 y 199.

57 Pío XI, Carta Apostólica: «B. V. Maria sub titulo de Guadalupa insularum Philippinarum coelestis Patrona declaratur», se declara a la Virgen de Guadalupe Patrona de las Islas Filipinas, Roma a 16 de julio de 1935, en AAS, XXVIII (1936) 2, pp. 63-64.

58 Pío XII, «Alocución Radiomensaje», 12 de octubre de 1945, en AAS, XXXVII (1945) 10, pp. 265-266.

59 Nuestra Señora de Guadalupe es declarada Patrona de Filipinas el 16 de julio de 1935. Cfr. Pío XI, Carta Apostólica «B. V. Maria sub titulo de Guadalupa Insularum Philippinarum Coelestis Patrona Declaratur», en AAS, XXVIII (1936) 2, pp. 63-64.

60 Juan XXIII, «Ad christifideles qui ex ómnibus Americae nationibus Conventui Mariali secundo Mexici interfuerunt», por el 50° aniversario del, Roma a 12 de octubre de 1961, en AAS, LIII (1961) 12, pp. 685-687.

61 Pablo VI, «Mensaje Radiotelevisivo», 12 de octubre de 1970, en AAS, LXII (1970) 10, p. 681.

62 Juan Pablo II, «Alocución», en AAS, LXXI (1979) 3, p. 205.

63 Juan Pablo II, Ecclesia in America, p. 20.

64 Juan Pablo II, Ecclesia in America, p. 20.

65 Juan Pablo II, ¡Levantaos! ¡Vamos!, p. 60.

66 Antonio Valeriano, Nican Mopohua, traducción del náhuatl al castellano del P. Mario Rojas Sánchez, Ed. Fundación La Peregrinación, México 1998, vv. 118-119.

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