31.12.12

 

El próximo 1 de enero, octava de la Navidad y solemnidad de Santa María Madre de Dios, correspondía antiguamente a la festividad de la Circuncisión del Señor. Para este día compuso el gran polifonista Tomás Luis de Victoria (1548-1611) su motete O magnum mysterium.

El motete puede verse en el vídeo que aparece más abajo. Su texto dice:

O magnum mysterium, et admirabile sacramentum, ut animalia viderent Dóminum natum, iacentem in praesepio. 

Oh qué gran misterio y admirable sacramento, que unos animales vieran al Señor nacido, echado en un pesebre.

O Beata Virgo, cuius viscera meruerunt portare Dominum Christum.

Oh bienaventurada Virgen, cuyas entrañas merecieron llevar a Cristo, el Señor.

Si toda la obra de Tomás Luis de Victoria es de una extraordinaria belleza, el motete O magnum mysterium ha gozado de una especial predilección por parte de coros profesionales y aficionados, apareciendo con cierta frecuencia en conciertos sacros navideños. Desgraciadamente no es tan frecuente escucharlo dentro de las celebraciones.

No parece ser estrictamente litúrgico, en el sentido de que no corresponde a una parte precisa del rito. Aunque el texto proviene de un responsorio de maitines no aparece completo, y no presenta la forma característica de los responsorios con su distinción entre cuerpo y verso y sus repeticiones. 

Su vinculación con la liturgia, por lo tanto, vendría a ser la general de muchos otros motetes: ser cantados en ciertos momentos de la celebración como el ofertorio -una vez concluido su canto propio de cada día, que suele ser breve-, u otros momentos del rito tradicional en que el sacerdote dice sus palabras en secreto y por eso no hay dificultad en que suene música simultáneamente.

Curiosamente, el responsorio del que Victoria toma el texto no pertenece al día de la Circuncisión, sino al de Navidad. En concreto, es el que venía asociado desde antiguo al primer extracto del sermón de navidad de san León Magno que se leía en la segunda parte o nocturno de los maitines de Navidad. Este mismo sermón es el que actualmente se sigue leyendo en el Oficio de Lectura de este día.  La verdad es que en las pequeñas pesquisas que he hecho hasta ahora no he conseguido averiguar qué vinculación pudo encontrar Victoria entre el texto O magnum mysterium y la fiesta de la Circuncisión. 

Al margen de la liturgia, una interpretación muy sugerente, aunque no sé hasta qué punto cierta, es la que apunta Michael Noone, conocido y entusiasta especialista en la obra de Tomás Luis de Victoria. Noone afirma que Victoria vio en la circuncisión de Jesús, en cuanto primera ocasión en la que su cuerpo derramó sangre, una anticipación de su sacrificio en la Cruz. Para reforzar esta interpretación Noone añade que uno de los motetes compuestos por Victoria para la liturgia del Viernes Santo incluye varios compases con una música igual a la del motete O magnum mysterium

Cuestiones de contexto histórico-práctico aparte, el motete O magnum mysterium es de una belleza deslumbrante, llena de toda la fuerza expresiva que Victoria sabía aportar a los textos utilizados. Esto último era además algo demandado por el momento histórico: en las décadas anteriores la música europea, sobre todo de la mano de los maestros franco-flamencos, se había adentrado en un estilo extremadamente sofisticado, en el que las diversas voces cantaban melodías muy diferentes entre sí, a veces con textos distintos e incluso incluyendo textos profanos en composiciones litúrgicas. El resultado era un galimatías que impedía comprender las palabras pronunciadas

Entre los finales del s. XVI y los comienzos del s. XVII confluyen dos fuerzas distintas que pretenden solventar este problema. Por una parte, un grupo de músicos y humanistas de Florencia se propone recuperar la sencillez y claridad de la música de la Grecia clásica. Eso sí, hasta donde ellos la podían imaginar, dado que no hay apenas información sobre ella. Por otra, el Concilio de Trento abordó la cuestión de la música y pidió que se eliminase todo elemento profano de la música sacra y se diese prioridad a la inteligibilidad de las palabras buscando una mayor sencillez. 

La música de Victoria refleja con mucha claridad este propósito. Y esto no sólo porque en sus obras el texto, efectivamente, se entienda mejor que en las obras de compositores anteriores, sino por el esmero que pone en realzar el valor de ciertas palabras. Puse ejemplos de esto hace unos meses en el artículo sobre el motete Vidi Speciosam.

Nada más empezar podemos ver cómo la exclamación (“Oh”) se canta en una nota más bien larga, tenida, que tras un descenso a una nota grave regresa a la misma nota del principio para detenerse de nuevo. 

A mí me gusta de modo especial este asombro ante la Navidad. Más que con jolgorio y castañuelas imagino a los testigos de Belén estupefactos, paralizados de asombro ante el disparate ontológico que estaban presenciando. El Dios de los Ejércitos, absolutamente infinito, todopoderoso y trascendente, aparece como un bebé recién nacido, en un establo donde comen y duermen los animales. 

En medio de la noche los pastores, apenas repuestos del susto que les tuvo que suponer la aparición de los ángeles (personas espirituales poderosas, imponentes, no angelitos mofletudos con rubios ricitos), contemplan alucinados la escena de Belén. Y mientras tanto María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Noche, silencio, asombro, meditación. El extático comienzo de este motete es, a mi juicio, una de las más logradas maneras de describir exterior e interiormente el acontecimiento de  la Navidad de entre todas las que ha intentado el genio musical humano.

Veamos ahora algunos ejemplos concretos:

Hacia 01:20 podemos apreciar el cuidadoso énfasis que Victoria aporta a la palabra  natum (“nacido”) todas las veces que aparece. Uno cree estar viendo ese mismo énfasis en el gesto de los pastores al contar lo que habían oído y visto, provocando  la admiración de todos los que lo oían (Lc 2, 18).

En 01:58 aparece de nuevo la exclamación  O  (“Oh”), y otra vez sobre un acorde largo, detenido, como suspendido. Esta vez el “Oh” se refiere a la Virgen María. La sobria escritura de acordes “llanos” se las palabras O beata se dilata en Virgo a través de una efusión de notas ornamentales, melismáticas

Algo similar ocurre en 02:15 al decir que las entrañas de María Virgen “merecieron” (meruerunt) llevar a Cristo el Señor. Nuevamente la palabra se despliega en guirnaldas melódicas. Todavía más profusas y sobreabundantes que las anteriores, desembocan en portare Dominum en una serie de acordes sencillos y fluidos que parecen llevar en volandas a ese Señor, el Cristo,tan pequeño y liviano como está entre pañales. 

Incluso la escala descendente de Dominum en 02:25 parece querer ahondar más aún en el asombroso e inesperado vuelco de la Historia de la Salvación:

Cuando un silencio apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu palabra omnipotente se lanzó desde el cielo, desde el trono real. (Antífona de entrada del II domingo después de Navidad).

Escuchen, asómbrense, y den gracias a Dios por tanta maravilla: