5.12.13

La Inmaculada: Tota pulchra es Maria, de Maurice Duruflé.

A las 7:39 PM, por Raúl del Toro
Categorías : General

 

Estando ya cerca de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, que se celebra el próximo domingo, traigo al blog el preciosísimo motete Tota pulchra es Maria, de Maurice Duruflé (1902-1986). Es uno de los Cuatro motetes sobre temas gregorianos que compuso este gran organista y compositor francés del siglo XX.

Ya he comentado varias veces que, aunque la Iglesia ha puesto como modelo de música sacra, después del canto gregoriano, a la escuela polifónica que se desarrolló en el siglo XVI, esto no significa ni mucho menos que haya cerrado las puertas a nuevas aportaciones en el estilo musical. Eso sí, siempre tomando estos dos géneros como modelo, especialmente el canto gregoriano.

Maurice Duruflé es un buen ejemplo de cómo estas fuentes originarias nunca dejan de inspirar belleza nueva cuando un buen compositor se acerca a ellas.

En este caso que nos ocupa Duruflé utilizó como punto de partida tres de las antífonas de las vísperas de la Inmaculada Concepción: Tota pulchra es Maria, Vestimentum tuum candidum sicut nix y Tu gloria Jerusalem. Las tres antífonas han sido conservadas en las segundas vísperas de la Inmaculada según la ordenación de la Liturgia de las Horas, y con las mismas melodías gregorianas. Pueden encontrarse en el Antiphonale Romanum II publicado en 2009 y que contiene las melodías litúrgicas gregorianas para las vísperas de domingos y festivos.

La obra de Duruflé no es abundante, pero sí de altísima calidad e inspiración, cuidada hasta los últimos detalles. Duruflé fue un virtuoso concertista de órgano, además de un compositor consagrado sobre todo por su Réquiem. Pero ante todo fue un convencido y vocacional organista litúrgico, faceta que desarrolló magistralmente desde la tribuna del gran órgano de Saint-Étienne du Mont, en Paris.

Duruflé se caracterizó por un gran amor al canto gregoriano, que utilizó en sus obras con una sabiduría y una inspiración como pocos compositores. Buen ejemplo de ello son su Requiem, sus cuatro motetes para coro sobre temas gregorianos, el Preludio al Introito de la Misa de la Epifanía, la impresionante elaboración de la misa gregoriana IX Cum Iubilo, o el Preludio, Adagio y Coral Variado sobre el himno Veni Creator.

Después de consagrar todo su gran talento artístico a la música de la liturgia católica, fue amargo testigo de cómo en unos pocos años todo el esplendor músico-litúrgico que, especialmente en Francia, venía re-edificándose sobre todo a partir del motu proprio de San Pío X, era demolido con el pretexto de un supuesto mandato conciliar que, como hemos repetido bastantes veces, nunca existió.

Cito a continuación algunas frases suyas. Esta primera fue escrita en los mismos momentos en que se estaba promulgando la reforma litúrgica, y al mismo tiempo se abría la veda para la destrucción de todo lo bello en el culto católico:

El canto gregoriano ha llevado al canto litúrgico a una perfección tal, que su desaparición sería una catástrofe en el orden de la cultura cristiana. (1969, en la revista L’Orgue).

No sé ustedes, pero yo creo que Duruflé acertó de lleno en su predicción. Estas siguientes frases son posteriores, escritas poco años antes de su muerte:

Pretender separar el canto gregoriano de la liturgia católica es mutilarlo. Su carácter de universalidad lleva en sí mismo uno de los aspectos de la unidad de la Iglesia. (1980, en la revista L’Orgue).

Quizá no esté lejos el día en que la Iglesia Católica, consciente de los excesos que se le han impuesto y por los que ha sufrido, celebrará con un inmenso Te Deum el retorno triunfal de su canto litúrgico de siempre, sublime en su simplicidad, música de todos los tiempos, que fue creado a principios del siglo VII por San Gregorio Magno y por autores anónimos sólo para la gloria de Dios. (1980, en la revista L’Orgue).

Maurice Duruflé no lo pudo ver, muriendo en el gris panorama de los años 1980. Que lo veamos nosotros.

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