6.12.13

Cuestionario del documento preparatorio del Sínodo sobre la Familia –Pregunta 1b

A las 11:58 AM, por Daniel Iglesias
Categorías : Teología pastoral

Dios mediante, a lo largo de una serie de artículos iré planteando las preguntas del cuestionario del documento preparatorio del próximo Sínodo de los Obispos y ofreciendo mis respuestas personales, como un modesto aporte a nuestra reflexión colectiva.

Pregunta

1 - Sobre la difusión de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la Iglesia en relación a la familia

(…)

b) Allí donde se conocen las enseñanzas de la Iglesia ¿son éstas integralmente aceptadas? ¿Se verifican dificultades para ponerlas en práctica? ¿Cuáles?

Respuesta

1) Situación religiosa

En mi respuesta a la pregunta 1a sostuve que muchos católicos tienen un nivel de formación doctrinal muy inferior al correspondiente a su cultura general. Ahora agrego que, incluso entre quienes conocen las enseñanzas de la Iglesia, hoy es muy común que no las acepten integralmente.

Muchos católicos están alejados de la Iglesia porque:
• No creen en dogmas fundamentales de la fe cristiana (religión verdadera, Divina Revelación, Encarnación, existencia e inmortalidad del alma, existencia del Cielo, existencia del pecado, del diablo y del infierno, infalibilidad papal, etc.). Lamentablemente, estos católicos “a la carta” existen incluso entre los católicos practicantes.
• O tienen opiniones contrarias a la doctrina moral católica en puntos tales como el divorcio, la anticoncepción, la reproducción humana artificial, el aborto, las relaciones sexuales “prematrimoniales”, la necesidad de la formación religiosa en las escuelas públicas, etc.
• O no practican el culto católico. En algunos países o regiones de tradición católica el grado de práctica sacramental disminuyó mucho en las últimas décadas y actualmente es muy bajo. Sobre todo han descendido los números de las confirmaciones y de los matrimonios sacramentales. Sin embargo, en Iberoamérica muchos católicos no practicantes participan en expresiones de religiosidad popular católica. La mayoría de los católicos opina que se puede ser buen católico sin ir a Misa todos los domingos y que no hay necesidad de los sacerdotes para la reconciliación con Dios. Muchos católicos han perdido en gran parte su identidad católica y no se consideran vinculados a la Iglesia Católica. No son pocos los católicos que no rezan nunca.

Hoy la influencia del secularismo, el materialismo, el relativismo y el individualismo alcanza incluso a muchos católicos. Además, el ateísmo, el agnosticismo y el deísmo son posturas cada vez más difundidas, sobre todo entre los poderosos, los intelectuales y los jóvenes. Ha crecido el número de las personas indiferentes hacia la religión. Muchos cristianos recurren a su religión sólo en los momentos difíciles.

Por otra parte, en las últimas décadas muchas sectas y nuevos movimientos religiosos han arraigado y crecido en países de tradición católica, ofreciendo respuestas a las cuestiones religiosas a quienes ya no las buscan o encuentran en la Iglesia Católica. En gran parte de Iberoamérica han crecido mucho recientemente las comunidades eclesiales evangélicas y pentecostales. Se puede decir que en Iberoamérica la Iglesia Católica optó por los pobres, pero muchos pobres optaron por las comunidades evangélicas o pentecostales. En las zonas más secularizadas, crece la influencia de la espiritualidad New Age (creencia en la reencarnación, etc.). También crece la creencia en supersticiones, cábalas y prácticas adivinatorias y la propensión al ocultismo.

2) Dificultades propias del contexto social

En muchos países de tradición católica, hoy la sociedad está fuertemente secularizada. En nuestra cultura predomina un secularismo radical, que pretende excluir totalmente a la religión del espacio público. En este contexto los cristianos, aunque a veces seamos una mayoría cuantitativa, vivimos como una minoría cualitativa, sin una influencia predominante en la sociedad. Los cristianos que quieren permanecer fieles al Evangelio en su integridad por motivos sobrenaturales son una minoría y por ello las leyes, las instituciones, las mentalidades y las costumbres dominantes en nuestra sociedad en general no son cristianas y a veces son anticristianas. Ser coherentemente cristiano en esta situación no es fácil ni ventajoso.

La post-modernidad ha traído consigo un auge del relativismo, ideología que cada vez más tiende a ser considerada erróneamente como un requisito básico para la convivencia democrática. Quien tiene la certeza de conocer la verdad acerca de asuntos religiosos, filosóficos o morales es fácilmente tachado de fundamentalista e intolerante. La mayoría de los medios de comunicación social contribuyen a difundir la mentalidad relativista.

Todo esto ha contribuido al crecimiento de la llamada “cultura de la muerte”, que desconoce el derecho humano a la vida y los demás derechos naturales de la familia y procura destruir la concepción cristiana del matrimonio y la familia.

3) Dificultades propias de la situación eclesial

Después de la finalización del Concilio Vaticano II (pero no a causa del Concilio) creció notablemente el influjo del secularismo dentro de muchas Iglesias locales. En particular, en Iberoamérica la teología de la liberación de inclinación marxista tendió a secularizar la esperanza cristiana, asignando al sistema socialista la virtud salvífica que corresponde al Reino de los Cielos.

Esto condujo, sobre todo durante el período 1965-1985, a una excesiva priorización de los aspectos socio-políticos del cristianismo y a una falsa oposición entre espiritualidad y compromiso social, que impulsó a muchos católicos a descuidar el cultivo de su vida espiritual y a alejarse de la oración. Con frecuencia se olvidó que la conversión individual tiene una prioridad ontológica frente a la conversión de la sociedad. Todo esto produjo en la Iglesia conflictos y hasta divisiones que aún no han terminado de sanar. En algunos ámbitos eclesiales se contesta abiertamente al Magisterio de la Iglesia; en otros ámbitos eclesiales, aunque no se lo contesta abiertamente, no se lo asume íntegramente con lealtad. Con frecuencia en esos ámbitos se tiende hacia una “hermenéutica de la discontinuidad”, considerando al último Concilio casi como un nuevo comienzo absoluto. Con demasiada frecuencia se tolera en la práctica la existencia y la difusión de todo tipo de desviaciones doctrinales (incluso heréticas) dentro de la Iglesia.

En muchos países de Occidente los problemas se multiplican: muchas organizaciones católicas (por ejemplo, escuelas, asociaciones caritativas, etc.) enfrentan una crisis de su identidad católica. Escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa y abundan las deserciones. La grave amenaza de la “cultura de la muerte” no es enfrentada adecuadamente debido a la división y la debilidad política de los católicos.

4) Propuestas

Ante esta difícil situación, resulta necesario asumir como primera prioridad pastoral la vocación universal a la santidad (cf. Juan Pablo II, carta apostólica Novo Millennio Ineunte, nn. 30-31). Debemos recomenzar nuestra labor desde la comunión con Cristo en la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana. La comunión con Cristo nos abre a la comunión con los hermanos. Debemos esforzarnos por vivir cotidianamente la espiritualidad de la Iglesia-comunión, dejando de lado viejos prejuicios y recelos y abriéndonos cordialmente al diálogo intra-católico (prerrequisito de un auténtico diálogo ecuménico). En particular, se necesita una mayor apertura de las parroquias hacia los nuevos movimientos eclesiales y una mayor disposición de éstos a colaborar con aquéllas.

En segundo lugar, es necesario renovar el impulso misionero de nuestra Iglesia (muy alicaído en las últimas décadas). El Beato Papa Juan Pablo II llamó a toda la Iglesia a una evangelización nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión. La comunión con Cristo conduce a la misión. Lo fundamental es el nuevo ardor evangelizador: dado esto, los nuevos métodos y expresiones vendrán por añadidura. Debemos recuperar la alegría de la fe y sentir la urgencia de testimoniar y anunciar explícitamente el Evangelio de Jesucristo ante todos nuestros conciudadanos, a tiempo y a destiempo, por todos los medios disponibles, incluyendo los medios de comunicación de masas. La promoción de los valores humanos debe ser fundamentada en la fe cristiana. Debemos recordar constantemente que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” (Mateo 4,4). “Se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad” (Arquidiócesis de Montevideo, Plan Pastoral San Felipe y Santiago Siglo XXI, n. 4).

En tercer lugar, se requiere que toda la acción pastoral de la Iglesia tome en cuenta debidamente las relaciones familiares de cada ser humano alcanzado por ella.

Por último, como subrayé en mi respuesta a la pregunta 1a, es imprescindible realizar un gran esfuerzo para mejorar la formación doctrinal de los católicos, en plena sintonía con el Magisterio de la Iglesia.

Daniel Iglesias Grèzes