9.12.13

Mundanidad y templanza

A las 12:44 PM, por Germán
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El 6 de diciembre de 1921 fallecía el sacerdote jesuita James Cullen. Veintitrés años antes había puesto en marcha en la iglesia de San Francisco Xavier de Dublín, uno de los mayores movimientos de templanza, conocido como Pioneros del Sagrado Corazón de Abstinencia Total.

El 28 de diciembre de 1898, el Padre Cullen convocó a cuatro mujeres para proponerles una empresa: lograr la templanza personal haciendo reparación por los pecados de la intemperancia. Era una propuesta completamente distinta, ya que no llamó, como los grandes promotores de la templanza que le precedieron - como el capuchino Theobald Mathew- a las personas atrapadas por el excesivo beber necesariamente, sino especialmente a quienes no tienen problemas con las bebidas embriagantes, para que sean éstas las que hagan el sacrificio de abstenerse de cualquier bebida que contenga alcohol, implorando cada día a Dios, a través de la recitación de una plegaria, para pedirle a Él la gracia de la recuperación de los bebedores excesivos.

Previamente, en marzo de 1889, el jesuita irlandés, había escrito, y hecho él mismo esa promesa plasmada en su breve oración: el Ofrecimiento Heroico.

Con gran sentido común adaptó la herencia religiosa de la Compañía de Jesús a los propósitos de la Asociación Pionera de Abstinencia Total. Como lo hizo el gran San Ignacio de Loyola en la meditación del Reino de Cristo, en los Ejercicios Espirituales, el P. Cullen «se atrevía a pedir tanto el magis, una disposición para más y mayores cosas, como el agere contra, un deseo de ir contra corriente». «De hoy en adelante –dijo- iniciaremos en el peldaño más alto de la escalera, y gradualmente descenderemos, extendiendo la mano, a aquellos que la necesitan abajo».

Muchas personas no comprenden ese enfoque de la promesa pionera, lo advierto frecuentemente cuando me contactan padres o madres de familia, esposos o esposas que se sienten afligidos por el hecho de que alguien de su familia abusa frecuentemente del alcohol. Buscan, ciertamente la solución del problema a partir de la persona afectada, pero no están dispuestos a hacer ellos mismos el sacrificio de abstinencia total y la plegaria constante, en la búsqueda de la gracia de la recuperación de los bebedores excesivos.

Es que nuestra sociedad materializada, sedienta de placeres aunque se consigan contra la Ley de Dios, tiene su propia filosofía, sus fórmulas prácticas de vida, quien las acepte y trate de cumplirlas será enemigo declarado de Jesús y pondrá en peligro su salvación.

Y, ¿cuáles son esas fórmulas del mundo dignas de reprobación? Las oye usted diariamente ya que constituyen la norma pasional de vida de muchos, aún cristianos. Algunos ejemplos: 1) goza cuanto puedas de todo, ya que la vida es muy corta. 2) Felices los ricos ya que ellos pueden conseguir todos los deleites que hacen dichosos a los hombres; 3) la juventud tiene sus derechos y sus exigencias, y no se deben coartar, ya que luego le llegará la ancianidad en la que no podrá  gozar de nada; 4) lo principal es el negocio, la abundancia, el triunfo en la sociedad; lo que vendrá después poco importa; 5) ya tendrás tiempo de pensar en el cielo y en el infierno, ahora no te molestes con esas monsergas.

Éstas y otras fórmulas similares racionalistas son el motor de la mayoría de las almas, y con las fórmulas, las burlas contra la Iglesia, la piedad y la vida religiosa; los escándalos de personas públicas que viven en contradicción con su fe; las bajas pasiones desatadas como canes e incitadas a través de los medios de comunicación social; los chistes contra las personas sagradas y contra quienes desean vivir el Evangelio con integridad; los insultos a Dios y a las realidades sagradas que aparecen en anuncios y publicaciones.

Esa es la mundanidad, el espíritu del mundo, como enemigo del hombre: el ambiente humano, el clima de corrupción, la injusticia cabalgante entre nosotros, la mofa contra lo sagrado. Un ambiente que desorienta a la persona, que lo corrompe con su mal ejemplo, y que obliga a muchos a abandonar su fe ante la risotada del mundo.

El fundador de los Pioneros quiso que los miembros de la nueva asociación fueran un movimiento anti-sufrimiento y anti-hedonista, antes que anti-alcohol. Así, «la Asociación Pionera nació de la oración del fundador, reflexionada en la Escritura y con una total fe en el poder salvador de Cristo. Él buscaba exorcizar al “demonio de la intemperancia de la vida personal y familiar, y estaba convencido de que éste, era uno de aquellos que sólo podían ser expulsados por la oración y el ayuno” (Marcos 9, 29). La campaña de oración y ayuno que él lanzó, ha atraído la lealtad, y movilizó el entusiasmo de cientos de miles de seguidores durante el siglo XX, principalmente en su propio país. Todos los signos indican que hará lo mismo en otros países durante el siglo XXI».
 

El enfoque del Padre Cullen es tan relevante hoy como entonces, pues todos de alguna manera, necesitamos de la virtud de la templanza.