19.12.13

“Mentirosa e hipócrita”, universidad católica sin identidad

A las 7:44 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Iglesia en América

Del Vatican Insider

Las universidades y escuelas católicas que pierden su identidad se convierten en “mentirosas e hipócritas”. Es la queja de muchos padres de familia. Un verdadero problema, según el prefecto de la Congregación para la Educación Católica del Vaticano, Zenon Grocholewski. Este día el cardenal advirtió que tanto la “ideología de género” como el feminismo radical son incompatibles con la enseñanza en instituciones de la Iglesia. Y se refirió, aunque indirectamente, al problema de la ex Pontificia Universidad Católica del Perú.

El “purpurado” habló de la identidad en el ámbito de los centros educativos religiosos durante la presentación del documento “Educar al diálogo intercultural en la escuela católica” presentado en la sala de prensa de la Santa Sede. El texto fue redactado para orientar los procesos de formación en un mundo cada vez más multicultural y secularizado.

“A menudo los padres de familia critican a las escuelas católicas, yo he recibido muchas críticas, han llegado padres que me dicen: ‘yo mando a mis hijos a la escuela católica porque quiero que tenga la formación católica’. Si la escuela católica no me ayuda a educarlos cristianamente es mentirosa, hipócrita, porque se llama católica y en realidad no es católica. Esto es un problema”, reconoció.

Además se mostró preocupado por la agresiva educación sexual que se está intentando imponer en escuelas de muchos países, gracias a la cual los niños aprenden a usar anticonceptivos a edades muy tempranas. Lo mismo, sostuvo, ocurre con la “teoría del género” que es considerada nociva no sólo por la Iglesia.

Al respecto citó el artículo de una estudiosa alemana que calificó a esa teoría como una “ideología de destrucción” y al feminismo radical como un “radical egoísmo”. “El género se interpreta como el ‘non serviam’, la mujer no quiere servir a Dios, ni al marido, ni a los hijos, quiere ser hombre y salir del ser madre, puede hacer nacer al hijo pero no acudirlo”, precisó el cardenal.

Insistió que, en todo caso, la escuela católica que se deja influenciar por estas corrientes “está mal”, es una entidad que “no se da cuenta de su propia misión”.

Entonces se le planteó el caso de las universidades que, siendo abiertamente “pontificias” y “católicas”, son utilizadas como plataforma para expandir y promover estas tendencias contrarias a los valores cristianos, utilizando como excusa la “libertad de cátedra”.

Sobre el particular Grocholewski respondió: “Ciertamente nosotros, la Santa Sede, no tenemos policía y no mandamos a la policía en estos casos. Buscamos con diálogo, convencimiento y en ocasiones con procedimientos, intentamos sanar. De hecho en algún caso se hizo necesario declarar a alguna institución ya no nuestra”.

“Pero, cuando algo está enfermo, existen dos caminos: asesinar directamente o sanar. Nuestra política es siempre sanar las instituciones”, añadió, en una referencia aplicable a la situación -todavía no resuelta- de la universidad del Perú a la cual El Vaticano prohibió (en julio de 2012) utilizar sus títulos de “pontificia” y “católica” justamente por negarse a adherir a las constitución apostólica “Ex corde ecclesiae”, el documento papal que rige a todas las instituciones católicas de educación superior en el mundo.

Según el cardenal actualmente aumentan los estudiantes de las universidades que han reforzado o refuerzan su propia identidad y por el contrario pierden alumnos aquellas que se han vuelto poco claras. Las primeras crecen en prestigio, las segundas se vuelven poco atractivas porque la gente quiere ser clara y cuando elige a la universidad católica es por su naturaleza, apuntó. E insistió: “Eso no ocurre cuando la institución no se sabe si es perro o gato, incierta”.

“Los padres que llevan a sus hijos a una escuela católica deberían ser informados sobre la naturaleza de la institución en la cual se transmiten los valores católicos. Respetamos la religión y la conciencia de vuestros hijos, los acogemos con amor pero transmitiremos los valores cristianos porque somos católicos. Tu has elegido esta escuela católica, debes respetar su propia identidad”, estableció.

Serafines susurran.- Que más dudas que respuestas despierta la seguidilla de contratos con gigantes internacionales de la asesoría anunciados en los últimos meses por El Vaticano. Primero se supo, el 15 de octubre, que la empresa Promontory Financial Group inició una auditoría a la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), el organismo que controla contrataciones y patrimonio vaticano. ¿El objetivo? Contribuir a la remodelación de ese organismo.

Promontory ya trabajaba, desde hace meses, en un estudio minucioso de todas y cada unas de las cuentas abiertas en el Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como “banco del vaticano". Un trabajo a profundidad que ha provocado el cierre de numerosas posiciones “sospechosas” de ser utilizadas para manejos “non sanctos", como el lavado de dinero.

Un mes después, el 15 de noviembre, se comunicó otro contrato. En este caso con la firma Ernst&Young, responsable “comprobar y de asesorar sobre las actividades económicas y sobre los procesos de gestión de la gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano". No sorpende, considerando que justamente en esa firma trabaja Francesca Immacolata Chaoqui, asesora en relaciones públicas y miembro de la Pontificia Comisión Referente de estudio para los Asuntos Económicos y Administrativos de la Santa Sede.

La comisión fue establecida por el Papa Francisco para ayudar en la reforma de las estructuras vaticanas. Además de Chaoqui, tiene otros siete miembros. Todos -menos uno, el secretario- venidos del mundo de la economía y la administración a nivel internacional. Sea como sea los contratos con estos “gigantes” de la asesoría, casi todos de origen estadounidense, se han firmado a instancias de dicha comisión referente.

Este jueves 19 de diciembre se anunciaron las más recientes contrataciones. La KPMG, que opera en el sector fiscal y tiene presencia en 155 países, colaborará en “alinear los procedimientos contables de todos los entes de la Santa Sede con los estándares internacionales". Y McKinsey & Company KPMG deberá desarrollar un plan integral para hacer más funcional, eficaz y moderna la organización de los medios de comunicación vaticanos.

Con estos datos surgen varias cuestiones evidentes. La primera es que casi todas las estructuras administrativas de la Santa Sede se encuentran bajo auditoría, salvo la Prefectura para los Asuntos Económicos, que suele fungir como auditor institucional. La segunda corresponde a la necesidad o menos de que sean unos superasesores los que vayan a decir cosas que, en el ambiente vaticano, la mayoría sabe. Al menos en materia de medios de comunicación. Es conocida la crónica crisis que afecta a la Sede Apostólica en materia comunicativa producto de faltas de coordinación, superposición de roles, carencia de criterios institucionales claros y una excesiva dispersión de estructuras mediáticas. Una realidad que bien podrían constatar un equipo de primer nivel de alguna de las numerosas universidades pontificas romanas. Sin necesidad de ir a buscar a los “guru” de McKinsey.