28.12.13

No hay Dios, pero si hubiese, estos son dos santos

A las 11:48 AM, por Santiago Mata
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Cuatro de los 1.523 mártires del siglo XX español hasta ahora beatificados nacieron un 28 de diciembre. Uno de ellos es el mercedario José Trallero, capturado junto con otro religioso del monasterio turolense del Olivar. Ambos soportaron con tal fortaleza el martirio que sus asesinos dijeron: “No hay Dios, pero si hubiese, estos son dos santos". Esa admiración no implica arrepentimiento en sus asesinos, pues algunos de ellos los calificaban como estúpidos por haberse negado a blasfemar, y afirmaban que, por el mismo motivo, no habían tenido “más remedio” que matarlos.

Ponte el rosario, pues con él morirás

El hermano José Trallero Lou, de 32 años, natural de Oliete (Teruel) y Santiago Codina Casellas (de 35), asesinados el 5 de agosto de 1936 en el Barranco del Agua (Estercuel, a dos km del monasterio) y beatificados en Tarragona el 13 de octubre de 2013, fueron las primeras víctimas entre los mercedarios que trataron de recorrer los nada menos de 150 km que separaban el monasterio turolense de Zaragoza.

Trallero y Codina habían salido, como el resto de mercedarios, muy tardíamente del Monasterio de la Virgen del Olivar, en Estercuel (Teruel). El 25 de julio (¡una semana después del comienzo de la guerra!) todos, padres y estudiantes, celebraron fiesta solemnísima de Santiago en Crivillén, pueblo unos cinco kilómetros al este. En el Convento algunos religiosos venían haciendo guardia por la noche en los alrededores del Cenobio. El médico de Estercuel, Ramón Buñuel, les aconsejó evacuar el convento. El 1 de agosto se rezó el rosario y se cantó la sabatina. El 2 de agosto aún se llevó vida de comunidad, pero cundió la alarma porque llegó huyendo el padre Conde, paúl de la comunidad de Alcorisa. A las 22 horas salía la primera expedición, camino de Oliete, con la utópica consigna de encontrarse todos en Zaragoza, lo que suponía un viaje de 150 kilómetros.

El día 3, al rayar el alba, con igual meta, partió la segunda cuadrilla. Para la tercera remesa quedaron el comendador, padre Francisco Gargallo, el padre Manuel Sancho, fray Pedro Esteban, fray Antonio Lahoz, fray José Trallero, fray Jaime Codina, el novicio fray Vicente Alarcón y cuatro postulantes, que permanecieron esperando la vuelta de los criados y de las caballerías para que les transportaran el equipaje hasta Muniesa (más de 30 kilómetros al noroeste), como lo hicieran con la segunda expedición. Oyeron misa y dedicaron el día a esconder objetos de culto en el osario. Puesto el sol, el padre Gargallo reunió a todos en el templo e hizo una sentida reflexión, invitando a comulgar y hablando del posible martirio. El pastor Constantino Vidal fue testigo de la pena con que salieron.

Los criados llegaron sobre la una de la madrugada del día 4 para comunicar que los revolucionarios estaban ya en Oliete, al norte del monasterio, por lo que no se podía salir hacia allí. El pastor Constantino advirtió que también en Estercuel, 4 kilómetros al sur, se habían impuesto los frentepopulistas y planeaban bajar al convento. Guiados por el pastor, fueron a guarecerse en una corraliza, a la entrada de la Codoñera.

Pasaron el día ocultos entre los pinos rezando el rosario, leyendo y oyendo al padre Sancho. Sobre las cuatro de la tarde salieron fray José Trallero y fray Jaime Codina, por sugerencia del padre comendador, para explorar el camino de Oliete. Habían de volver a la noche o a la mañana siguiente, mas pasó la noche, avanzaba el día y los hermanos no llegaban. El padre Sancho y fray Alarcón salieron a otear el horizonte, habiendo ojeado por espacio de unas dos horas, decidieron regresar al grupo cuando vieron, en la bajada del Barranco del Agua, algo de humo. Acercándose a unos veinticinco metros percibieron dos cadáveres ardiendo. Fray Vicente no se aproximó, pero el padre Sancho se llegó, los identificó por las medallas y un crucifijo de fray Trallero y por el diente metálico de fray Codina.

¿Qué había sucedido con los dos frailes? Advertidos del peligro por un vecino llamado Manuel Aced, manifestaron que por obediencia cumplirían la disposición del superior. Anduvieron un par de horas, hasta que les sorprendió un grupo de milicianos que, desde Oliete, iba hacia El Olivar. Maniatados, los llevaron al Convento, llegando puesto el sol y encontrándose con miembros del comité de Estercuel, que se disponían a regresar a su pueblo, y a los que instaron a quedarse. Llegados a la plaza comenzaron a torturar e injuriar a los hermanos. Uno de los de Estercuel, Juan Manuel Boltaña, declaró que los amenazaron pistola en pecho para que dijeran dónde estaban los demás, pero contestaron que no lo sabían y callaron ante los insultos. Descubrieron a fray Trallero unas medallas al cuello, y le conminaron: “Quítate eso, que ya ha pasado de moda”. Él se negó resueltamente. Querían obligarles a gritar viva la revolución, viva el comunismo y viva Rusia, pero replicaban: “¡viva Cristo rey!, ¡viva la religión católica!”.

Fray José y fray Jaime fueron compelidos a presenciar la profanación del templo, la violación del cementerio monástico y del panteón, la quema de imágenes y ornamentos, las parodias. Les ordenaron preparar la cena y probar los alimentos, por si los envenenaban. Los tendieron en medio del refectorio, entre cuatro candeleros encendidos, simulando un velatorio. Por último los encerraron en una celda.

Al amanecer el día 5 un miliciano, mostrando un rosario, preguntó de quién era. Fray Trallero dijo que era suyo, y el otro le espetó: -Toma, póntelo, pues con él morirás.

Anduvieron dos kilómetros, pudiendo huir, pues conocían bien el terreno, pero caminaron como corderos. Al llegar a la bajada del barranco del Agua, se pararon, volvieron a preguntar por los otros frailes, a denostarles, a pretender arrancarles una blasfemia, vivas a Rusia y a la revolución; mas a todo contestaban: “viva Cristo Rey”. Uno de los ejecutores comentó después:
-Los dos legos que hemos matado, los hemos matado porque eran estúpidos, porque no querían renegar de la fe y no querían blasfemar de Dios como nosotros les exigíamos y ellos respondieron con un ¡viva Cristo rey! y esto repetidas veces. No hay Dios, pero si hubiese estos son dos santos.

Otro contaría:
-Acabo de matar a dos frailes. Les exigí que gritasen algún viva, y ellos respondieron inflexibles ¡viva Cristo rey!, me enfurecieron tanto que disparando con la pistola los maté.

Y otro más:
-Yo los quería salvar, porque eran trabajadores, pero se han empeñado en morir por su religión y tanto oír viva Cristo rey. No he tenido más remedio que matarlos.

Eran las seis de la mañana cuando los mataron. Después aplicaron unos haces de mies, y les prendieron fuego, ardiendo las ropas y chamuscándose los cadáveres. Pablo Juan Sanz, que iba a acarrear con sus caballerías, vio fuego, se acercó y reconoció los cadáveres. Luego supo que fray Trallero dijo a fray Codina: “prontísimo iremos a la gloria”. Aquella misma tarde los primos de fray Trallero, Agustín y José Lázaro, removieron las cenizas, constataron que las cabezas estaban abiertas por los disparos y una vaciada con los sesos esparcidos por el suelo; recogieron un crucifijo y dos medallas.

Los otros tres mártires nacidos un 28 de diciembre
Son, por orden de fecha de martirio:

Vicente Burrel Enjuanes, de 39 años y natural de Juseu (Huesca), el primero en morir de los benedictinos de El Pueyo, asesinado en Barbastro el 26 de julio de 1936 y beatificado en Tarragona el 13 de octubre de 2013.

Inocencio García Díez, de 60 años y natural de Alar del Rey (Palencia), sacerdote dominico prior del convento del Rosario (Madrid), asesinado en el sótano de la checa de Bellas Artes el 13 de agosto de 1936 y beatificado el 28 de octubre de 2007.

José Luis (Eufrasio María) Raga Nadal, de 22 años y natural de Ulldecona (Tarragona), carmelita calzado, de la comunidad de Olot (Girona), asesinado en Barcelona el 3 de octubre de 1936 y beatificado el 28 de octubre de 2007.

Más sobre los 1.523 mártires beatificados, en “Holocausto católico”.