CARTA DEL OBISPO

EL BAUTISMO, PRIMER SACRAMENTO DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

 

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SANTANDER | 12.01.2013


            Queridos diocesanos:

            El domingo después de la solemnidad de la Epifanía del Señor, la Iglesia celebra la fiesta del bautismo de Jesús. Este acontecimiento nos lleva a recordar lo que significa nuestro bautismo.

            El bautismo es el primer sacramento de la iniciación cristiana junto con la confirmación y la eucaristía. A través de estos tres sacramentos quedamos unidos a Cristo e incorporados a la Iglesia, para vivir en ella la vida de hijos de Dios. Estos tres sacramentos configuran nuestra personalidad cristiana.

            Por el bautismo, llamado en la tradición, “puerta de la Iglesia”, Dios sella la primera adhesión del hombre a Cristo, y el bautizado comienza a vivir la vida nueva de hijo de Dios en la comunidad de la Iglesia.

            El bautismo celebrado en nombre de la Trinidad hace que los bautizados queden consagrados y entren en la comunión con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo.

            Dios Padre actúa con poder en el acontecimiento bautismal, como actuó en la resurrección del Hijo: “en el bautismo fuisteis sepultados con Cristo, habéis resucitado también con Él por la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de entre los muertos” (Col 2, 12). A la fe, que se profesa solemnemente en la celebración del bautismo, el Padre responde concediendo al creyente el perdón de los pecados y la gracia de la condición filial.

            Gracias al bautismo podemos dirigirnos a Dios llamándole Abbá (Padre) y experimentar la ternura del abandono en sus manos incluso en situaciones difíciles y ante los sufrimientos más grandes de nuestra vida.

            El bautismo es también encuentro con el Hijo Jesucristo, una participación en la muerte y resurrección del Señor. Toda la existencia bautismal es un vivir con Cristo y en Él, es experimentar su presencia en nosotros: “Estoy crucificado con Cristo; y vivo yo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 19-20).

            El bautismo es asimismo sacramento de la acción del Espíritu Santo. El Nuevo Testamento habla de un bautismo en el Espíritu (cfr. 1 Cor 12, 13; Tit 3, 5) y define el nacimiento desde arriba como un nacimiento del agua y del Espíritu (cfr. Jn 3, 5).

            El cristiano, hijo en el Hijo Jesucristo delante del Padre, forma en el Espíritu un solo cuerpo con quienes como él han sido bautizados en el nombre de la Trinidad. Este cuerpo es la Iglesia.

            En resumen, el bautismo nos da el gozo de ser y de sentirnos hijos amados por el Padre, llamados a vivir en el seguimiento del Hijo Jesús, guiados por el Espíritu Santo en la comunión fraterna de la Iglesia. Esta es la tarea permanente de los bautizados, hombres nuevos, que lo son gracias al encuentro con Cristo en el agua de la vida, santificada en el nombre de la Trinidad.

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander