4.01.13

 

Los precandidatos democrata¿cristianos? a la presidencia chilena mantuvieron ayer un debate público en el que abordaron la cuestión del reconocimiento civil de las uniones homosexuales. No sé si ambos son católicos, pero para el caso, da lo mismo. Claudio Orrego sostuvo la tesis de que dichas uniones deben ser reguladas por el estado pero sin llegar a considerarlas como matrimonio. Tal postura es contraria al magisterio de la Iglesia, que ha decretado que las uniones homosexuales no deben recibir ningún tipo de reconocimiento legal. Ximena Rincón, por su parte, está a favor de darle el estatus matrimonial a ese tipo de relaciones. Su argumento fue que «si hay amor», por qué negarles a los gays la posibilidad de unirse en matrimonio. Eso mismo valdría para aprobar la poligamia, la poliandria, el incesto y cualquier otra cosa que se les ocurra. “Si se aman, llamémosle matrimonio".

Desde el punto de vista de la moral cristiana, el amor, que forma parte esencial de la naturaleza divina, se ha convertido en una excusa muy socorrida para justificar lo injustificable. Por ejemplo, entre los adúlteros suele darse una relación amorosa y no meramente física. Lo mismo ocurre entre los novios que no esperan a que Dios bendiga su unión para poder ser, como dice la Escritura, una sola carne.

Pero también se apela al amor para pedir a la Iglesia que deje que los herejes campen a sus anchas por los prados donde pasta el rebaño de Cristo. La disciplina, que bien entendida y aplicada, es un acto de amor que busca la corrección del que está en el error o en el pecado, es vista como algo ajena a la caridad cristiana. De hecho, malos padres son aquellos que dejan que sus hijos haganlo que les venga en gana.

Con todo esto no se logra otra cosa que prostituir una palabra que debería ser el motor de nuestras vidas. De hecho, creo que hace tanto daño la expansión de una idea equivocada sobre el amor que la expansión del odio. Es fácil ver la maldad en el odio. No es fácil ver lo mismo en el amor desnaturalizado.

Como cristianos debemos tener muy claro que lo primero de todo es el amor a Dios. Y en eso va incluido el rechazo del pecado. Incluso el amor humano puede convertirse en pecaminoso si lo ponemos por encima del que debemos a Dios. Ya dijo Cristo que quien amaba a sus seres queridos más que a Él, no era digno de Él. Lo cual no significa que no debamos amar a nuestros familiares y amigos. De hecho, debemos amar incluso a nuestros enemigos, cosa que ciertamente es imposible sin la gracia de Dios.

Como dice San Pablo, el amor es mayor incluso que la fe. Por tanto, amemos sin límite, pero siempre teniendo como referencia a Dios y su Palabra. Y, siendo como somos luz del mundo, proclamemos el verdadero amor en contra de esos sucedáneos que ocultan su verdadera naturaleza y que solo sirven como excusa para que el pecado y el mal sigan triunfando en el mundo.

Luis Fernando Pérez Bustamante