12.01.13

Me ofende que exista la Iglesia

A las 4:11 PM, por Jorge
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Así como suena. Frase literal que me soltó una persona hace un par de días: “me da igual lo que haga la iglesia o cómo se financie. Que exista, aún financiándose, me ofende”.

Me ofende. Atentos a las palabras. Porque podía haber dicho no me gusta, me parece innecesaria, su forma de insertarse en la sociedad no creo que sea la correcta, su doctrina no es buena. Todo eso es matizable y entra dentro de la libertad de opinión de cada individuo.

Pero cuando se llega a decir que el problema es que a uno algo “le ofende” se acabó el razonamiento, porque entramos en la zona de las vísceras, y ahí manda la bilis.

Seguimos sin entender la democracia y la constitución. En España hay instituciones cuya existencia está recogida en la constitución, y otras que existen fruto de las leyes que nos hemos dado. Sindicatos, partidos políticos, iglesia católica y otras religiones existen al amparo de nuestra constitución y no hay más que decir. Podremos hablar del papel de sindicatos, partidos y religiones, de sus ideas y formas de funcionamiento, de si están cumpliendo con su papel. A mí desde luego no se me ocurriría decir que me ofende la existencia de Comisiones Obreras, del Partido popular o de la junta islámica. Porque decir que me ofende es lo mismo que decir muérete, desaparece, deja de existir… porque me ofende que vivas.

Los nazis no podían soportar la presencia de judíos. Todos sabemos las consecuencias. A los islamistas les ofende la presencia de cristianos. Todas las semanas aparecen cristianos masacrados en países árabes. Es lo que tiene que te ofenda la existencia del otro. Que intentas que desaparezca como sea.

A este “amigo” que me dice que la mera existencia de la Iglesia le ofende, le diría que se lo haga mirar por un buen especialista. Porque su problema tiene sólo dos posibles soluciones: o que desaparezca la iglesia, o que se aguante, y mucho me temo que lo de la desaparición de la iglesia va para largo.

Estos mismos son los que me dicen que mis opiniones no valen como las de los demás porque soy cura. Hay que fastidiarse. Toda la vida clamando en contra de las discriminaciones por razón de religión, sexo o ideas, y al final resulta que ser cura te hace ser persona de opinión sesgada y malévola. Eso sí, impuestos pagas los que te marca la ley como todo bicho viviente.

Triste que a estas alturas de la película, tras treinta y cuatro años de constitución haya que seguir recordando que aquí todos tenemos derecho a existir y a opinar, y que si a uno no le gustan las leyes del país donde vive le quedan tres soluciones: aguantarse con lo que hay, tratar de cambiarlo por los cauces democráticos o largarse a otro lugar donde pueda vivir feliz, sin descartar una cómoda isla desierta.

Pero eso de ir por la vida perdonando la vida y determinando quién me ofende y quién no, y quién puede opinar de qué y cómo, va a ser que no estoy por la labor de aguantarlo. Cosas de los curas que somos cada día más raros.