17.01.13

No te desmayes por los que parecen ser dignos de crédito y enseñan doctrina extraña

A las 11:52 AM, por Luis Fernando
Categorías : Anti-magisterio, Actualidad, Obispos españoles, Secularización interna de la Iglesia

Como decía San Pablo, aspirar a ser obispo es cosa buena (1ª Ti 3,1). Pero al mismo tiempo, como bien dijo San Agustín una vez que recibió esa misión:

Desde que se me impuso sobre mis hombros esta carga, de tanta responsabilidad, me preocupa la cuestión del honor que ella implica. Lo más temible en este cargo es el peligro de complacernos más en su aspecto honorífico que en la utilidad que reporta a vuestra salvación. Mas, si por un lado me aterroriza lo que soy para vosotros, por otro me consuela lo que soy con vosotros. Soy obispo para vosotros, soy cristiano con vosotros. La condición de obispo connota una obligación, la de cristiano un don; la primera comporta un peligro, la segunda una salvación.

Para que no quepa duda de lo que la Iglesia enseña hoy sobre la función de los obispos, leamos en la Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II:

Los Obispos rigen, como vicarios y legados de Cristo, las Iglesias particulares que les han sido encomendadas, con sus consejos, con sus exhortaciones, con sus ejemplos, pero también con su autoridad y sacra potestad, de la que usan únicamente para edificar a su grey en la verdad y en la santidad, teniendo en cuenta que el que es mayor ha de hacerse como el menor, y el que ocupa el primer puesto, como el servidor (cf. Lc 22, 26-27)

Y, volviendo a la Biblia, vemos nuevamente a San Pablo enseñando a Timoteo a ser un buen obispo:

Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas.
2Tim 4,2-4

Una vez situada la cuestión, podemos analizar la medida tomada por Mons. Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo, al impedir la celebración de unas jornadas de pastoral organizadas por la Federación Española de Religiosos de Enseñanza (FERE). Sobre esas jornadas se encuentra material informativo en la web de Escuelas Católicas. Estando como estamos en el Año de la Fe, es normal que los obispos pongan especial atención a la formación de los fieles. Y no digamos nada si los que van a ser formados son a su vez formadores.

Entre los ponentes de las jornadas figuran dos dominicos. F. José Antonio Solórzano y Sor Lucía Caram. El primero fue un firme defensor de la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Solo con ese dato sirve para que podamos discernir sobre la idoneidad de que participe en unas jornadas de pastoral. Y respecto a Sor Lucía, ¿qué no diremos que no se sepa ya? ¿hay alguien en España interesado en la información religiosa que no conozca quién es la religiosa de clausura -sí, en serio; no es broma- argentina?

Don Jesús, que además de arzobispo es fraile franciscano, con la particularidad de que no ha traicionado el carisma de su orden -cosa no especialmente habitual en esta etapa de la Iglesia-, conoce bastante bien el paño de los religiosos en España. No en vano ha sido durante varios trienos el responsable de la comisión episcopal para la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal Española.

Es bastante probable que el progresismo eclesial reaccione virulentamente ante la medida tomada por el arzobispo de Oviedo. Como casi siempre que damos estas noticias, pasan unas horas, e incluso unos días, en los que se piensan como reaccionar. Seguramente se estén cruzando llamadas telefónicas, emails, etc. Y al poco asomarán con algún comunicado o carta firmada por los sacerdotes, religiosos y seglares de siempre. Acompañado todo de los pertinentes artículos en sus blogs, revistas, etc. Dirán que Mons. Sanz Montes es un tirano, que no ha dejado que el CVII pase por su acción pastoral, que la Iglesia va de mal en peor y se aleja más de la sociedad, que hay otros obispos más tolerantes que él y bla, bla, bla.

Eso me recuerda el consejo que un obispo anciano, San Ignacio de Antioquía, dio a un obispo joven, San Policarpo de Esmirna, allá por el año 102-103. El anciano iba camino del martirio a Roma y tuvo a bien escribir a las iglesias que estaban en su camino. Solo escribió una epístola personal, dirigida a san Policarpo. Cito:

No te desmayes por los que parecen ser dignos de crédito y, pese a todo, enseñan doctrina extraña. Mantente firme como un yunque cuando lo golpean. A un gran atleta le corresponde recibir golpes y triunfar. Pero por amor de Dios hemos de soportar todas las cosas, para que El nos soporte a nosotros. Sé, pues, más diligente de lo que eres. Marca las estaciones. Espera en Aquel que está por encima de toda estación, el Eterno, el Invisible, que se hizo visible por amor a nosotros, el Impalpable, el Impasible, que sufrió por amor a nosotros, que sufrió en todas formas por amor a nosotros.

La primera frase es masgistral. Define a la perfección lo que ocurre en el caso de esas jornadas de pastoral. Los que son dignos de crédito ante el mundo y ante los heterodoxos, enseñan doctrina extraña a la fe católica. Y el obispo no debe desmayar. Más bien debe triunfar sobre ellos.

La pregunta no es por qué don Jesús ha hecho lo que ha hecho. La pregunta es qué piensan hacer el resto de arzobispos y obispos en cuyas diócesis se piensan organizar esas jornadas. Son Santiago de Compostela, Sevilla, Madrid, Valencia, Valladolid, Zaragoza, Bilbao y Tenerife. ¿Seguirán el camino marcado por el arzobispo de Oviedo? Bien sabemos que cada obispo es soberano en su diócesis. Pero lo que no vale para los fieles asturianos, difícilmente puede valer para los fieles gallegos, andaluces, madrileños, valencianos, castellanos, aragoneses, vascos y canarios.

Algunos creemos que es hora ya de que la Iglesia coja por los cuernos el toro de la secularización interna. Que nadie acuse a los obispos que hagan eso de romper la comunión. Esa comunión la rompen los que se alejan del magisterio de la Iglesia. Y una comunión consentidora del error, no es la comunión verdadera que quiere el Señor para su Iglesia.

Luis Fernando Pérez Bustamante