27.01.13

De capilla, custodia y la cama de la abuela

A las 11:11 AM, por Jorge
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Andamos de preparativos para la inauguración de la capilla de adoración permanente en la parroquia, que tendrá lugar el domingo 17 de febrero a las 13 h., presidida por el cardenal-arzobispo de Madrid, Don Antonio María Rouco Varela.

Ayer hablaba con un grupo de personas sobre esto y una de ellas me abordó el tema de que necesitaríamos una custodia, ya que la que tenemos está muy deteriorada y le falta alguna pieza. Les dije que sí, y que además tenemos que comprar unos buenos candelabros. Precisamente el viernes he estado con el delegado diocesano de liturgia de Madrid estudiando la capilla de la adoración, su adorno, y la celebración de la misa y procesión con el Santísimo hasta la capilla.

La gente entiende que haya que montar la capilla con dignidad. Sin lujos excesivos, pero con sufciente decencia. Lo comprenden todos menos Ana, que hay que ver cómo se puso. Los argumentos, viejísimos. Que no importa que la custodia esté medio rota, que para qué candelabros si con una vela es suficiente y que no entiende que incluso nos pongamos a preparar unos manteles si seguramente habrá alguno perdido por algún cajón que pueda servir. Y que lo que hay que hacer es estar con los pobres.

No me dio tiempo a entrar al trapo, que servidor embiste no como un Victorino, sino como un Victoriano del Río, que es hoy ganadería de muy alto prestigio. No hizo falta. Porque ahí estaba Paco, voluntario de Cáritas y sensato hasta decir basta. Sus argumentos, tumbativos. Más o menos fueron por ahí:

Mira Ana. Imagínate que tu madre tiene que venirse a vivir a tu casa por las circunstancias que sean y hay que prepararle una habitación. Según tus argumentos, vale un catre cualquiera, un colchón como esté, una silla medio rota, una bombilla en el techo y unas sábanas perdidas por cualquier rincón. Yo creo que habría que poner una cama que esté bien, su lámpara, cortinas en la ventana, una butaca cómoda y unas sábanas decentes. No hacen falta muebles de caoba ni sábanas de hilo de Holanda. Pero sí decencia. ¿Y vamos a abrir una capilla para el Señor, para Jesús Sacramentado, con una custodia vieja y medio rota, una vela a medio gastar y un mantel de desecho de tienta? Y a mí no me hables de pobres que llevo toda mi vida dando el callo en Cáritas.

Don Jorge, mire algo que esté bien y decente y nos apañaremos. Evidentemente no necesitamos la custodia de Toledo ni encargar una de oro y brillantes, pero sí una cosa digna. Qué menos que una custodia en condiciones, unos candelabros de pie, y por supuesto unos manteles nuevos.

Las hermanas de la Compañía de la Cruz, las hijas de santa Ángela de la Cruz, saben de pobreza más que nadie. De pobreza, silencio, humildad y entrega a los más miserables. Sus casas son nada: sillas de enea y camas sobre tablero en el suelo. Apenas algún cuadrito por la casa recordando el evangelio y frases de santa Ángela. Pero ¡ay amigo! entras en la capilla y te deslumbra. Ellas lo explican así: “aquí está el Señor, aquí se acabó la pobreza”.

No. No queremos una capilla para la ostentación. Pero sí digna, con una custodia decente, unos buenos candelabros, manteles cuidados… y alguna cosa más que me guardo en secreto. Pero no nos confundamos: de mirar al Señor en la custodia, flanqueado por unos candelabros con sus luminarias, sale mucho amor a Él y a los pobres. Que se lo pregunten a la beata Teresa de Calcuta.

Anda que iban a consentir Teresa y Ángela tener al Señor en una custodia medio rota, con una vela a medias y un mantel de baratillo. Ellas, que saben de los pobres más que nadie.

Pues Ana, en sus trece. Qué cosas.