Ponencia del teólogo en la XI Jornadas Diocesanas de Zamora

Eloy Bueno: «tenemos que descubrir la fe como alegría»

 

Con la inauguración por parte del obispo y con la ponencia sobre la nueva evangelización a cargo del teólogo zamorano Eloy Bueno de la Fuente, comenzaron ayer las XI Jornadas Diocesanas de Zamora, que abordan el cincuentenario del Concilio Vaticano II y que concluirán el próximo viernes, día 1.

31/01/13 8:26 AM


(L. Santamaría/InfoCatólica) Esta tarde han comenzado las XI Jornadas Diocesanas de Zamora, que bajo el título «A los 50 años» abordarán hasta el próximo viernes 1 de febrero la importancia que ha supuesto para la Iglesia el Concilio Vaticano II, en su cincuentenario, y la llamada a la nueva evangelización.

Inauguración por parte del obispo

Con el salón de actos del Seminario San Atilano lleno, tras la oración inicial, tuvo lugar la inauguración, presidida por el obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán, que destacó que en el contexto del Año de la Fe «nuestra fe debe quedar fortalecida con estos encuentros, y nuestra misión quede renovada». E invitó a los asistentes a «compartir de manera explícita nuestra fe, recitando juntos el Credo».

Después de la inauguración fue el turno de presentar al ponente, tarea que realizó Fernando Toribio, vicario de Pastoral y organizador de las Jornadas. Esta primera conferencia, titulada «Una nueva evangelización», estuvo a cargo de Eloy Bueno de la Fuente, natural de Casaseca de Campeán y sacerdote diocesano de Burgos, en cuya sede de la Facultad de Teología del Norte de España es catedrático.

Estudió en la Facultad de Teología de Burgos, en la Universidad Urbaniana de Roma y en la Universidad Complutense de Madrid, de donde ha obtenido sus grados de Doctor en Misionología y en Filosofía. Es el director del Instituto de Misionología y Animación Misionera de Burgos, Diócesis en la que ha desempeñado otros cargos. Asesor de la Comisión Episcopal de Misiones, es autor de varios libros (el último, sobre la cristianofobia) y de más de cien artículos de investigación.

La evangelización, en el corazón de la Iglesia

El teólogo inició definiendo la nueva evangelización como «un proyecto pastoral para toda la Iglesia, que tiene como objetivo situar la evangelización en el corazón de la fe». Es algo que conduce un poco más allá del Concilio Vaticano II: «tenemos que descubrir a la Iglesia brotando de la labor evangelizadora que realizamos».

En el último siglo, explicó Eloy Bueno, «se ha ido produciendo un reajuste en las relaciones entre la Iglesia y la sociedad, entre el cristianismo y la cultura», saliendo de una situación de cristiandad, y produciéndose una distancia creciente, por lo que «la presencia de la Iglesia ha de irse amoldando a las diversas circunstancias».

En este contexto, el Concilio Vaticano II representó la salida del período de cristiandad, y el teólogo Yves Congar resumió así la novedad del Concilio: la Iglesia comenzó a preocuparse por los otros, los no creyentes o los miembros de otras confesiones cristianas y religiones. «La Iglesia y los cristianos tienen que descubrirse en medio de los otros, que no lo son, y tiene que definir una actitud ante ellos», afirmó el ponente. Si Dios se ha acercado a los hombres como amigo, la Iglesia tiene que salir al encuentro de la humanidad como amiga, haciendo que los demás puedan «descubrir el sabor a evangelio».

Un mundo nuevo

Pero el Concilio Vaticano II se acabó, y el mundo de los años 60 también se acabó. Ahora vivimos tiempos nuevos en los que es común «la cristianofobia, el odio al cristianismo, que según algunos es una desgracia para la humanidad». Benedicto XVI ha respondido a este fenómeno cultural, y así, destacó Bueno, hay que entender que el primer nombre propio que aparece en la primera encíclica de este Papa sea Nietzsche, el autor que expresa de forma más directa la crítica a la fe cristiana. Y la respuesta a su acusación de haber pervertido el amor es la encíclica. Por eso «hay que ir a la hondura de las cuestiones, recogiendo la sensibilidad del momento presente, pero ofreciendo una respuesta desde el sabor a evangelio».

Eloy Bueno destacó la importancia de la exhortación Evangelii nuntiandi, de Pablo VI, publicada unos años después del Concilio, y donde se dice que «la Iglesia existe para evangelizar», y que «evangelizar es el gozo y la dicha de la Iglesia». Se da el avance de poner la evangelización en el centro de la vida de la Iglesia y en la existencia cristiana, con la conciencia de que el mundo va cambiando y de que la relación entre fe y cultura se hace más difícil.

Todo esto se recoge en la llamada de Juan Pablo II a una nueva evangelización, teniendo en cuenta lo que él denominaba «la cultura adveniente, lo que está viniendo». En 1979 fue la primera vez que utilizó la expresión «nueva evangelización», en un barrio nuevo de Cracovia que se había construido sin referencias al cristianismo. «Se trata de una cultura que quiere prescindir del cristianismo, y ahí los cristianos tienen que poner los signos del evangelio».

«Todo el pontificado de Juan Pablo II estuvo marcado por esta idea de una nueva evangelización», señaló el ponente, y este Papa lo planteó a nivel mundial, porque la cultura nueva es mundial, y también lo son los desafíos. Benedicto XVI retomó esta idea, heredando lo que habían sido algunas de sus convicciones teológicas previas a su acceso al papado.

Benedicto XVI y la alegría de creer

Entre otras cosas, el pontífice actual ha creado un Consejo Pontificio dedicado explícitamente a la nueva evangelización, y convocó para el año 2012 un Sínodo de los obispos. En el documento previo a la celebración de la asamblea, los Lineamenta, se observan cosas importantes y radicales: la nueva evangelización afecta no sólo a los de fuera, «sino a cada comunidad cristiana y a cada creyente, para ver si están preparados para estar en los nuevos escenarios culturales».

«¿Hemos experimentado el sabor a evangelio para poder ofrecérselo a los que se encuentran en esos escenarios?», se cuestionó Eloy Bueno. Por ello hay que preguntarse qué tipo de Iglesia y de cristiano exigen los tiempos. Ante esto, los Lineamenta dan dos respuestas: «en primer lugar, hoy hace falta una nueva acción misionera; en segundo lugar, para afrontarla hace falta ante todo redescubrir la alegría de la fe, o la fe como alegría».

Al final del documento preparatorio del último Sínodo se decía que «la nueva acción misionera no es posible más que desde la alegría de la fe, desde haber experimentado un amor tan grande, que me llega en mi pequeñez y me abre un horizonte nuevo de esperanza», tal como resumió el ponente. «Si no hay alegría, no hay fe, no hay sabor a evangelio», y esto se descubre en el encuentro de los discípulos con Cristo resucitado. En su Ascensión, los discípulos se vuelven a casa con alegría, porque Jesús se va bendiciendo, y ésta es la razón de la alegría cristiana, según lo ha explicado Joseph Ratzinger en su obra Jesús de Nazaret.

¿Qué tiene que hacer la Iglesia hoy?

Eloy Bueno señaló, para concluir su ponencia, tres líneas fundamentales que deben ser recorridas y profundizadas por los cristianos. En primer lugar, «que la Iglesia sea un signo creíble por su dimensión fraterna y solidaria, y por eso tenemos que ser una modalidad de relaciones humanas peculiares, por nuestras relaciones y nuestra acogida, siendo capaces de superar tantas divisiones humanas y de ser servidores». La unidad tiene que hacerse realidad en la carne de nuestro mundo.

En segundo lugar está «la centralidad del primer anuncio, que parece el eslabón perdido de nuestra vida eclesial. Nos cuesta y no sabemos muy bien hacerlo». Sin embargo, es el primer encuentro que uno tiene con aquel que está lejos de la fe. «¿Cómo puedo hacerle yo percibir el sabor a evangelio? ¿Con malas caras, con amargura, con rechazo? Esto se realiza en la vida más cotidiana, en el encuentro interpersonal. Hay mucha gente que necesita ser escuchada, y hay gente que sabe escuchar, acompañar y ofrecer una respuesta», afirmó.

La última pista, siguiendo lo que se habló en el Sínodo, es la convicción de que «estamos en una situación muy semejante a la de los orígenes del cristianismo. ¿Por qué aquel pequeño grupo se extendió tan rápidamente? En primer lugar, por la proclamación de un Dios único, que garantiza la dignidad e igualdad de todos los seres humanos, sus hijos. Segunda razón: en aquel momento con un horizonte negro, los cristianos supieron ofrecer un horizonte de esperanza. Y la tercera: la caridad cristiana, el testimonio en favor de los más desfavorecidos, acogiendo a todos los necesitados».

Eloy Bueno concluyó su conferencia afirmando que «podríamos decir que cuando alguien ha experimentado el sabor a evangelio porque alguien me ha amado desde antes y desde el principio, esta alegría de la fe da lugar también a la esperanza y el amor»