8.02.13

La bomba de la Almudena

A las 5:17 AM, por Tomás de la Torre Lendínez
Categorías : General

En el filo del mediodía, tras acabar su hora de administrar el sacramento de la Penitencia, en la catedral de La Almudena, dentro de un confesionario de los existentes en la capilla penitencial, el sacerdote encuentra una mochila sospechosa.

Con gran calma, sin alardes extraños, el sacerdote y un conserje, abren los micrófonos del templo e invitan a los presentes a desalojar el recinto sagrado. Mientras, la policía ha sido llamada por el mismo sacerdote. Llegan los miembros del grupo de desactivar explosivos actúan de forma protocolaria y toman el “regalo” abandonado por un desalmado.

En los medios de comunicación están ultimando los informativos de la hora de comer en España. La noticia se extiende como un reguero de pólvora, nunca mejor dicho.

¿Quién o quienes han sido?. ¿Por qué motivos?

Hasta que la policía no encuentre una pista cierta, todas las puertas están abiertas y todas las conjeturas son viables. Sean quienes sean actúan con una motivación doble:

La primera, por odio a la fe católica, cuya máxima representación en Madrid la ostenta la catedral de la Almudena, la última gran catedral de España, bendecida por el Papa Juan Pablo II, tras más de un siglo de obras detenidas y seguidas, hasta que monseñor Suquía se propuso su terminación definitiva.

El odio a la fe católica, porque en esa catedral están simbolizados los últimos rayos de la unión entre el trono y el altar, entre la cruz y la espada. En ese templo se celebró la última boda de un príncipe de Asturias y su esposa.

El odio a la fe católica, porque esa catedral está lindando con el palacio real de España, símbolo del poder absolutista y escenario de intrigas cortesanas de los reyes y reinas de este reino, sucesores de aquella pareja conocidos como los Reyes Católicos.

La segunda, por odio a Dios mismo, cuyo templo es considerado innecesario en la mitad de una crisis tan brutal de la economía y de los valores esenciales de la ciudadanía culta y libremente democrática.

Estos que odian a Dios mismo afirman, sin embargo, creer en la pura materia que puede ser razonada, pesada, medida y contada. Su diosa es la razón que un día colocaron en la catedral parisina de Notre Dame.

Los mismos que odian a Dios, no encajan en un sistema de libertades y tolerancia entre los países asimilados dentro de la Unión Europea donde la democracia es el menos malo de los modos de gobernar las sociedades libres en esta segunda década del presente siglo.

Tras este largo excursus, a lo mejor, la policía encuentra que la bomba situada en la Almudena ha sido colocada por algún perturbado mental. Es posible.

Pero, tras cualquier enfermedad mental, existe un dualismo esquizoide donde en uno de los puntos está el mismo Dios, quien con su misericordia perdona a quien haya colocado el explosivo con afán de llamar la atención, meter miedo y hacer daño a un templo levantado por las manos humanas para glorificar al mismo Dios.

Tomás de la Torre Lendínez