7.02.13

Paglia, el derecho privado y las uniones gay

A las 11:45 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Curia Romana

Menuda polémica desataron las declaraciones sobre el derecho privado y las uniones “de hecho”, entre cuales se pueden apuntar las formadas por personas del mismo sexo (léase homosexuales), pronunciadas el lunes por el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente del Pontificio Consejo para la Familia del Vaticano. Cada quien las leyó como quiso: la prensa internacional, los grupo pro-gay y la “intelligenza” católica. Cada quien las interpretó según sus (muy) particulares puntos de vista. Casi ninguno estaba presente cuando Paglia dijo lo que dijo. Por eso vale preguntarse: ¿Cuáles fueron sus palabras en realidad? Aquí el texto.

Pero antes un paso atrás. El contexto es importante. El presidente habló durante una conferencia de presentación de las actas del último Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en Milán en junio de 2012. Abordó libremente los temas y respondió todas las preguntas. Sin la menor rémora.

Era por demás previsible que los periodistas iban a estar preparados para cuestionarlo sobre un asunto delicado y de evidente actualidad: el “matrimonio homosexual”. Sobre todo considerando las discusiones legislativas abiertas en el Reino Unido, Francia y los Estados Unidos. Y así ocurrió.

Poco más de 40 periodistas estuvieron presentes, entre los cuales el autor de estas líneas. Uno de los colegas quiso conocer la posición de la Santa Sede sobre el debate respecto de las uniones gay. La pregunta no fue maliciosa ni mucho menos, y Paglia pudo evitarla. No lo hizo y tras leer una cita de Cicerón en latín agregó, según textuales palabras:

“El matrimonio es una dimensión clara del derecho. Después existen las otras convivencias no familiares que son múltiples. Que, en este aspecto, se ayuden a identificar soluciones de derecho privado y de perspectivas patrimoniales, yo creo que es un terreno que la política puede comenzar a recorrer tranquilamente. Pero se debe decir con extrema claridad que la encrucijada de la estabilidad de la sociedad es el tejido entre las generaciones que tiene lugar en el corazón de las familias.

“En este sentido no debemos pensar que el matrimonio esté justificado sólo por el afecto porque, gracias a Dios, podemos querernos con muchos y no sólo en casa. Por lo tanto la autosuficiencia del sentimiento no justifica el matrimonio. El matrimonio es justificado ciertamente por el amor pero tiene una estructura pública que no puede ser modificada. Que después existan derechos individuales que deben ser garantizados, esto diría que es obvio y está bien, visto el multiplicarse de estas situaciones”.

En caso que el concepto no estuviese claro, un periodista italiano preguntó si con “derecho privado” Paglia se refería a un reconocimiento explícito de las “parejas de hecho” o del “matrimonio homosexual”. El presidente fue preciso al aclarar que estaba hablando de un nivel legal inferior a estas dos opciones.

La noticia acaparó rápidamente las primeras páginas de la prensa internacional. Y la reacción del Vaticano fue inmediata. Ese mismo día la edición vespertina del diario “L’Osservatore Romano” incluyó no uno sino tres artículos sobre el magisterio de la Iglesia en materia de familia. Aunque -cosa extraña- no se difundió la clásica nota aclaratoria a la cual nos tiene acostumbrados el portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, en la cual ofrece la versión oficial y termina deplorando la superficialidad de la prensa. Al menos así ha ocurrido en otras ocasiones. En esta no.

El miércoles, en medio de una fuerte presión, Paglia rectificó en una entrevista a la la Radio Vaticana. Y afirmó: “Obviamente me ha sorprendido mucho lo que algunos medios han contado. No solamente no han sido comprendidas las palabras - y, en consecuencia tampoco el afecto con el que han sido dichas - sino en realidad, y quizá conscientemente, han sido como ‘descarriladas’. Permítame esta imagen ferroviaria: han sido sacadas de su riel. Y aseguro que, cuando el tren descarrila, no encuentra la estación sino que se arriesga a encontrar el precipicio. Algo distinto es verificar si en los ordenamientos existentes se puedan buscar las normas que tutelan los derechos individuales. Esto es algo completamente distinto que la aprobación de ciertas perspectivas”.

En realidad el presidente del Pontificio Consejo reculó, se desdijo sutilmente. Corrigió el tiro, pues. Esto queda claro en el momento en que él mismo puso en la radio un mucho mayor acento sobre los “derechos individuales” cuando, en la conferencia de prensa, habló claramente de “derecho privado” para “otras formas de convivencia”.

¿Cuáles otras formas? En sus palabras tácitamente incluyó a las uniones homosexuales, al decir que son “múltiples” en la respuesta a una pregunta específica sobre los gay. Tal vez no quiso decirlo, pero así lo dijo y así se entendió. Para más pidió a los políticos atender el tema y, al hacerlo, dejó poco margen de interpretación. Si la política debe garantizar estos derechos individuales a las “otras formas de convivencia”, ¿esto no presupone un cierto reconocimiento, al menos implícito, del vínculo entre sus integrantes? Y esto, ¿no sería extensible a los homosexuales? Visto que Paglia respondía sobre ellos.

He ahí la noticia. No había mucho más que decir. Luego cada quien la escribió como quiso. Sin afán de ser ingenuos, no se puede negar que la desafortunada declaración del presidente fue utilizada de manera maliciosa por los promotores del “matrimonio” entre personas del mismo sexo. Causó confusión y controversia. Pero de ahí a gritar a los cuatro vientos que todo fue un complot de la prensa anticatólica, hay una diferencia.

En lo personal no creo que Vincenzo Paglia, exponente de alto nivel en la Comunidad de San Egidio, sea un hereje. Pero, sinceramente, tampoco doy crédito a la teoría conspirativa de la “prensa diabólica”. Los análisis y las consecuencias de este episodio los dejo a la consideración de cada quien. Sólo tenía la inquietud de reportar la versión de uno de los presentes. Para saber qué se dijo y qué no se dijo. Y que después no nos digan que no dijeron lo que sí, efectivamente, dijeron. O viceversa.