Mundo
11 de febrero del 2013

19 niños cristianos son rescatados de una red de traficantes de Bangladesh que pretendía venderlos a centros radicales islámicos

El sur de Asia se ha convertido en un territorio peligroso para un cristiano. De la India y los países que la rodean llegan noticias acerca de las persecuciones que sufre el que confiesa su fe en Cristo. Esta vez, en Bangladesh, la historia terminó con final feliz. Diecinueve niños cristianos fueron rescatados de una red de tráfico infantil que operaba mediante su venta a madrassas, como se llaman las escuelas coránicas. En muchas de ellas, el discurso fundamentalista islámico se ha extendido y los grupos terroristas encuentran allí apoyo y material humano.


 

Apenas conforman un 0,3% en un país de 167 millones de habitantes, y además exige valor ser cristiano en Bangladesh. Al menos, la exposición a ciertos riesgos resulta evidente. Unos estudiantes de la Universidad de Dhaka, la capital de este país situado al este de la India, descubrieron y rescataron a diecinueve niños, de entre cinco y doce años, raptados por unos traficantes infantiles. El plan de los secuestradores incluía su venta a centros islámicos radicales.

Los traficantes habían explicado a las familias de la tribu Tripura que se llevaban a los chicos para enviarles a escuelas cristianas de Dhaka, pero su intención radicaba en sacarles partido económico de otro modo. Pagaron 183 dólares por cada uno y los subieron a un autobús. Pero pronto los niños se dieron cuenta de que algo no marchaba bien y trece de años echaron a correr en una parada de descanso. Lograron llamar a sus padres, quienes se pusieron en contacto con los universitarios de la propia tribu. Estos pudieron encontrar a los seis restantes y dejar a los delincuentes bajo custodia policial. El número de implicados en casos similares asciende ya a 150 desde julio de 2012, fecha en que empezaron a crecer las prácticas del tráfico infantil con cristianos.

Las madrassas, escuelas coránicas, se han tornado en auténticos centros de adiestramiento en aquellas zonas donde ha cundido el radicalismo islámico. Y los bangladeses no se libran de eso; en 2006, el Gobierno logró desarticular dos grupos terroristas nacidos dentro de sus propias fronteras. Pese a que oficialmente la nación se define como musulmana, religión que profesa el 90% de la población, los fundamentalistas pretenden reducir a las minorías.

Corey Bailey, gerente regional del International Christian Concern -organización que denunció el caso-, ha expresado que "es un gran alivio que estos niños hayan sido rescatados y localizados. Vender a los chicos cristianos a las madrassas en contra de su voluntad es tráfico humano y debe ser detenido a toda costa. Es muy probable que a otros niños como estos les hayan lavado el cerebro y les utilicen para la yihad. Algo que plantea un grave peligro, no solo para Bangladesh, sino para el mundo en general. Los autores de este crimen, tanto los traficantes como los líderes de las madrassas que compran a los infantes, deben rendir cuentas de sus acciones ante el rigor de la ley".