15.02.13

 

De vez en cuando, uno se encuentra con un artículo que le deja sin habla, porque las palabras de este mundo no pueden hacerle justicia. No soy más que un pobre cavernícola, pero hasta un hombre de las cavernas puede apreciar la grandeza de un escrito que alcanza cotas insospechadas de un hermetismo luminoso como el sol de medianoche.

Nos referimos, claro está, al último artículo sobre un tema de actualidad fundente del más famoso reportero de Multirreligión Digital. Cuando uno lo lee, creería estar ante un Fray Gerundio de Campazas redivivo y no puede sino exclamar: ¡Oh pozo! ¡Oh sima! ¡Oh abismo!

En este artículo, el autor plantea cuestiones truciales de una vetusta actualidad. Sus palabras, audazmente manidas, harán pensar a más de uno: ¿Cómo no se me ocurrió a mí algo tan evidente y, a la vez, tan enigmático? En efecto, el artículo es profundo como una montaña y elevado como un abismo, cálido como el cierzo y el mistral y sosegado como los huracanes tropicales. En resumen, la convexa concavidad de sus razonamientos no debería hacernos descuidar la extravagante vagancia de los procesos mentales que revela.

El autor plantea los desafíos que puede suponer la renuncia del Papa con una obscurividencia verdaderamente nostradámica. Junto a otras posibilidades magistralmente ofuscadas en el susodicho artículo, su autor pregunta, por ejemplo, lo siguiente: ¿Qué pasará con el gorro de guardia civil que Benedicto XVI recibió en una ocasión y con el que aparece en una fotografía? ¿Se lo quedará él o pasará a su sucesor? Esto plantea inquietantes cuestiones morales y también teológicas, sobre si el Papa solamente tiene como tal la plenitud del munus vestiendi o también del munus capiendi. En opinión del ilustre reportero, esto podría dar lugar a un cisma o incluso a una herejía que, humildemente, propone llamar la de los tricornicapetianos.

Como fruto maduro de su infecunda mollera, nuestro autor señala la existencia de cuestiones similares en relación con otros objetos papales, como el regodeo (ya saben, el gorrito blanco ese que se pone el Papa), el cruceiro, los testaferri, el catafalco cuaresmal, la panoplia del arquitrabe y, por supuesto, los zapatos de Prada (cuyo precio equivale, según se dice, al presupuesto anual de un país pequeño). Además, como todo el mundo sabe y por una tradición que proviene del oscurantismo medieval, los papas llevan alzas en los zapatos para parecer más altos que los demás y así contribuir a la leyenda de santidad e infalibilidad de los mismos, más allá de la comprensión de los simples mortales. Pues bien, ¿se permitirá que Benedicto XVI siga llevando esas alzas o tendrá que bajar, como si dijéramos, de nuevo a tierra como todos?

Desde el punto de vista de la ley civil, la situación no es menos compleja. Si el Papa deja de ser Papa, nos dice el experto en temas irreligiosos, ¿quién pagará su seguridad social? El reportero ha consultado a varias personas que tienen parientes abogados laboralistas y ha descubierto que, si la seguridad social de Benedicto XVI la sigue pagando la Iglesia, podríamos estar ante un caso de fraude de ley similar al de Bárcenas y el PP. Esto da pábulo, por supuesto, a la vieja teoría tan grata a Multirreligión Digital de una colusión conspiranoica entre los conserjes del Vaticano, la abuela del dentista de Mariano Rajoy y los servicios secretos turcochipriotas para dominar el mundo.

También desde el punto de vista legal, queda abierto el tema de quién se quedará con la cuenta de Twitter @Pontifex. Si este tema se resuelve mal, las consecuencias legales, es decir, de copyrái, podrían ser incuestionables y llevar inventualmente a una denuncia por suplantación de impersonalidad.

El artículo ha cosechado una reacción unánime por parte de los comentaristas del mismo, que lo engloban generalmente en el frecuente subgénero literario de bazofia infrahumana con trazas de irrealidad paranoica. Por supuesto, lo único que eso quiere decir en realidad sobre el artículo es que su sabiduría está tan por encima de pobres cavernícolas como nosotros que supera nuestra comprensión y nos deja perplejos, meditabajos y cabizbundos. Como diría D. Quijote, la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de no entender tan altas y sesudas disquisiciones. ¡Menos mal que tenemos a Multirreligión Digital para que nos explique la realidad!

Arqueológico Brutote