18.02.13

Dos enseñanzas postreras del Papa Benedicto XVI

A las 10:01 AM, por Daniel Iglesias
Categorías : Concilio Vaticano II

En el último mes de su pontificado, Benedicto XVI nos está dejando muchas enseñanzas preciosas. Destacaré aquí sólo dos de ellas.

En primer lugar citaré parcialmente la lectio divina del Santo Padre Benedicto XVI del 8 de febrero de 2013 (tres días antes del anuncio de su renuncia), durante una visita al Pontificio Seminario Romano Mayor. Estas palabras forman parte de un excelente comentario espontáneo del Papa a un texto de la Primera Carta de San Pedro (1,3-5), ante los seminaristas de la Diócesis de Roma.

“Herencia es algo del futuro, y así esta palabra dice sobre todo que los cristianos tenemos el futuro: el futuro es nuestro, el futuro es de Dios. Y así, siendo cristianos, sabemos que el futuro es nuestro y que el árbol de la Iglesia no es un árbol moribundo, sino un árbol que crece siempre de nuevo. Por lo tanto, tenemos motivo para no dejarnos impresionar –como ha dicho el Papa Juan– por los profetas de desventura, que dicen: bien, la Iglesia es un árbol venido del grano de mostaza, crecido en dos milenios, pero ahora tiene el tiempo detrás de sí, y ahora es el tiempo en que muere. No. La Iglesia se renueva siempre, renace siempre. El futuro es nuestro. Naturalmente, hay un falso optimismo y un falso pesimismo. Un falso pesimismo que dice: el tiempo del cristianismo ha terminado. No: ¡comienza de nuevo! El falso optimismo era aquel de después del Concilio, cuando los conventos cerraban, los seminarios cerraban, y se decía: pero… no pasa nada, todo va bien… ¡No! No todo va bien. Hay también caídas graves, peligrosas, y debemos reconocer con sano realismo que así no funciona, no funciona donde se hacen mal las cosas. Pero también estamos seguros, al mismo tiempo, que si aquí y allá la Iglesia muere a causa del pecado de los hombres, a causa de su increencia, al mismo tiempo nace de nuevo. El futuro es realmente de Dios: ésta es la gran certeza de nuestra vida, el optimismo grande y verdadero que sabemos. La Iglesia es el árbol de Dios que vive eternamente y lleva en sí la eternidad y la verdadera herencia: la vida eterna.”

El texto original, en italiano, se encuentra aquí:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2013/february/documents/hf_ben-xvi_spe_20130208_seminario-romano-mag_it.html (la traducción al español es mía).

En segundo lugar citaré la parte final del discurso del Santo Padre Benedicto XVI del 14 de febrero de 2013 (tres días después del anuncio de su renuncia), durante un encuentro con los párrocos y el clero de Roma. Con estas palabras concluyó una magnífica charla improvisada sobre el Concilio Vaticano II, ante los sacerdotes de la Diócesis de Roma.

“Quiero agregar ahora un tercer punto: estaba el Concilio de los Padres –el verdadero Concilio–, pero estaba también el Concilio de los media. Era casi un Concilio en sí, y el mundo ha percibido el Concilio a través de éste, a través de los media. Por lo tanto el Concilio inmediatamente eficiente llegado al pueblo fue el de los media, no el de los Padres. Y mientras el Concilio de los Padres se realizaba al interior de la fe, era un Concilio de la fe que busca el intellectus, que busca comprenderse y busca comprender los signos de Dios en aquel momento, que busca responder al desafío de Dios en aquel momento y encontrar en la Palabra de Dios la palabra para hoy y mañana, mientras todo el Concilio –como he dicho– se movía al interior de la fe, como fides quaerens intellectum, el Concilio de los periodistas no se realizó, naturalmente, al interior de la fe, sino al interior de las categorías de los media de hoy, es decir fuera de la fe, con una hermenéutica diversa. Era una hermenéutica política: para los media, el Concilio era una lucha política, una lucha de poder entre diversas corrientes en la Iglesia. Era obvio que los media tomarían posición por aquella parte que a ellos les parecía más congenial con su mundo. Estaban los que buscaban la descentralización de la Iglesia, el poder para los Obispos y después, a través de la expresión “Pueblo de Dios”, el poder del pueblo, de los laicos. Existía esta triple cuestión: el poder del Papa, después transferido al poder de los Obispos y al poder de todos, soberanía popular. Naturalmente, para ellos era ésta la parte a aprobar, promulgar y favorecer. Y así también para la liturgia: no interesaba la liturgia como acto de la fe, sino como algo donde se hacen cosas comprensibles, algo de actividad de la comunidad, algo profano. Y sabemos que había una tendencia que invocaba incluso un fundamento en la historia para decir: La sacralidad es una cosa pagana, eventualmente incluso del Antiguo Testamento. En el Nuevo vale sólo que Cristo ha muerto afuera: o sea fuera de las puertas, o sea en el mundo profano. Por lo tanto hay que acabar con la sacralidad; profanidad incluso del culto: el culto no es culto, sino un acto del conjunto, de la participación común, y así también participación como actividad. Estas traducciones, banalizaciones de la idea del Concilio, fueron virulentas en la praxis de la aplicación de la Reforma litúrgica; nacieron en una visión del Concilio por fuera de su propia clave, la de la fe. Y así, también en la cuestión de la Escritura: la Escritura es un libro, histórico, que ha de tratarse históricamente y nada más, etc.

Sabemos cómo este Concilio de los media fue accesible a todos. Por lo tanto, esto fue lo dominante, lo más eficiente, y creó tantas calamidades, tantos problemas, realmente tantas miserias: seminarios cerrados, conventos cerrados, liturgia banalizada… y el verdadero Concilio ha tenido dificultad para concretarse, para realizarse; el Concilio virtual era más fuerte que el Concilio real. Pero la fuerza real del Concilio estaba presente y, poco a poco, se realiza siempre más y se convierte en la verdadera fuerza que después es también verdadera reforma, verdadera renovación de la Iglesia. Me parece que, 50 años después del Concilio, vemos cómo este Concilio virtual se rompe, se pierde, y aparece el verdadero Concilio con toda su fuerza espiritual. Y es nuestra misión, precisamente en este Año de la fe, comenzando en este Año de la fe, trabajar para que el verdadero Concilio, con su fuerza del Espíritu Santo, se realice y sea realmente renovada la Iglesia. Esperamos que el Señor nos ayude. Yo, retirado con mi oración, estaré siempre con ustedes, y juntos seguiremos adelante con el Señor, en la certeza: ¡El Señor vence! ¡Gracias!”

El texto original, en italiano, se encuentra aquí:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2013/february/documents/hf_ben-xvi_spe_20130214_clero-roma_it.html
(la traducción al español es mía).

Daniel Iglesias Grèzes