20.02.13

Del Cónclave al título, las incógnitas de la sucesión papal

A las 4:41 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Benedicto XVI, Sucesión Papal

¿Cuándo iniciará el Cónclave? ¿Cuál será el título de Benedicto XVI desde el momento en que deje de ser Papa? ¿Qué color tendrá su sotana? ¿Blanco o negro? Son innumerables las incógnitas sobre la inminente sucesión papal. Y, hasta ahora, las respuestas no son demasiadas. Por lo pronto Joseph Ratzinger está considerando emitir un decreto para modificar la ley vigente sobre la elección papal. Y probablemente lo haga. Así dejaría bien amarrado un paso de estafeta inédito y evitaría un choque de cardenales, una situación inconveniente en tiempos de incertidumbre para la Iglesia.

“El Papa está tomando en consideración la publicación de un Motu Proprio, en los próximos días, obviamente antes del inicio de la sede vacante, para precisar algunos puntos particulares de la constitución apostólica sobre el Cónclave, que en el curso de los últimos años le habían presentado”, indicó una declaración oficial del portavoz Federico Lombardi.

Y agregó: “No sé si considerará necesario u oportuno hacer una precisión sobre la cuestión del tiempo del inicio del Cónclave. Si y cuando el documento será publicado lo veremos. Yo sabía, por ejemplo, el estudio de algún punto de detalle para la armonización con un documento que corresponde al Cónclave, el Ordo Rituum Conclavis. En todo caso, la cuestión depende de la valoración del Papa y si existirá este documento será hecho público en el modo oportuno”.

Así. Nada más. La vaguedad y ambigüedad de Lombardi hacen pensar que el pontífice emitirá el decreto, pero que nadie se atreve a prever su contenido. Aún así sería poco creíble que, a unos días de dejar el trono de San Pedro, Benedicto XVI pensase en firmar un texto con cambios menores y sin ninguna relevancia para la elección de su sucesor. Más lógico sería dejar ese esfuerzo en el tintero.

Si finalmente publica el decreto será para dar más estabilidad al proceso de sucesión. Y en este caso la fecha de inicio del Cónclave resulta fundamental. El punto 37 de la constitución apostólica “Universi Dominici Gregis” (De todo el pueblo del Señor) indica: “desde el momento en que la Sede Apostólica esté legítimamente vacante los cardenales electores presentes esperan durante 15 días completos a los ausentes”.

Y añade: “dejo además al Colegio de Cardenales la facultad de retrasar, si hubiera motivos graves, el comienzo de la elección algunos días. Pero pasados al máximo de 20 días desde el inicio de la sede vacante, todos los cardenales presentes están obligados a proceder a la elección”.

El texto, emitido en 1996 por Juan Pablo II, no considera explícitamente la posibilidad de adelantar el inicio del Cónclave ni precisa en cuáles situaciones ello se puede verificar. En esto respeta la norma de los 15 días de espera definida por Pío XI en 1922.

En realidad esa regla fue establecida por Gregorio X en 1274 con la constitución apostólica “Ubi peruculum”, el mismo documento que puso las bases del Cónclave como lo conocemos en la actualidad. Ese escrito intentó poner orden en un proceso que, ya en esa época, desencadenaba todo tipo de luchas de poder: elecciones inválidas, acuerdos por debajo de la mesa, Papas y antipapas. Para evitar votaciones anticipadas indicó la necesidad de esperar 10 días. Pío XI los amplió a 15.

Pero las circunstancias del próximo Cónclave serán totalmente diversas. Las comunicaciones y los medios de transporte cuentan con el desarrollo suficiente como para asegurar la presencia en Roma de todos los cardenales mucho antes del tiempo exigido. Con un agravante: el 24 de marzo es Domingo de Ramos y comienza la Semana Santa.

Si se observa la norma como está la reunión en la Capilla Sixtina no debería comenzar antes del 15 de marzo, dejando sólo nueve días útiles para la elección de un nuevo vicario de Cristo. ¿Y si las votaciones se extienden? Se corre el riesgo de obligar la realización de los ritos sin presencia de un pontífice. Y no sólo, las principales arquidiócesis del mundo tampoco contarían con sus propios pastores, cardenales bloqueados en la “ciudad eterna”.

Un nudo gordiano que Benedicto XVI podría desatar de un plumazo, con su decreto. De esta manera el Cónclave podría dar comienzo el 10 de marzo o antes, concediendo un respiro a los purpurados electores.

Esa es una de las tantas interrogantes producto de unas circunstancias inéditas en la historia de la Iglesia. Sobran los dedos de las manos para contar los pontífices que han renunciado a lo largo de dos mil años. Antes de Joseph Ratzinger sólo fueron siete, de 265 Papas. El más reciente fue Gregorio XII (1326-1417), quien dejó su puesto en 1415 en medio de una disputa provocada por el gran cisma de Occidente.

Nunca antes dos Papas convivieron en El Vaticano, a pocos metros de distancia uno de otro. Hasta este momento se desconoce cuál será el título del pontífice dimisionario. Algunos especulan con la hipótesis de “obispo emérito de Roma”, como suele pasar con otros prelados que renuncian por edad y son llamados justamente así: “eméritos”.

Pero dichos clérigos no pierden sus rangos. Los purpurados, por ejemplo, mantienen todos los derechos y deberes de su pertenencia al Colegio Cardenalicio. Y hasta pueden, ya eméritos, ingresar a un Cónclave para elegir Papa si no cumplieron sus 80 años.

Ratzinger no podría volver a ser considerado cardenal porque dejó de serlo cuando llegó al trono de San Pedro. A menos que su sucesor le conceda el título, en vía honoraria. Tampoco se ha determinado cómo se vestirá. De qué color serán sus sotanas. Aunque se ha especulado con el clásico negro, todavía no existe una orientación conclusiva.

¿Volverá a aparecer en público? El portavoz Lombardi ya lo descartó y el mismo Benedicto XVI reconoció, en su encuentro con sacerdotes de la diócesis de Roma el jueves 14 de febrero, que permanecerá “escondido para el mundo”. Como es obvio no participará en el Cónclave ni asistirá a la misa de inauguración del ministerio de su sucesor.

El 28 de febrero a las 17:00 horas de Roma, él y sus principales colaboradores se trasladarán en helicóptero hasta la residencia estiva de Castel Gandolfo, a 20 kilómetros al sur de Roma. Allí pasarán dos meses antes de regresar al Vaticano donde ya estará listo el convento de clausura “Mater Ecclesiae” para acoger a todo el grupo, incluido el secretario personal Georg Gaenswein.