25.02.13

 

 Ahora que estamos en Cuaresma, parece apropiado conceder el V Premio Báculo de Hierro a Monseñor Robert Charles Morlino, de la diócesis de Madison (Estados Unidos). Como recordarán los lectores, este Premio se otorga a aquellos pastores que muestran que están dispuestos a defender a las ovejas con su báculo, según las palabras de Benedicto XVI en la clausura del Año Sacerdotal: “también la Iglesia debe usar la vara del pastor, la vara con la que protege la fe contra los farsantes, contra las orientaciones que son, en realidad, desorientaciones".

Monseñor Morlino, como buen sucesor de los apóstoles, no se dedica a contar plácidamente los puentes de su diócesis de Madison mientras los fieles pierden la fe, sino que habla con una claridad que es de agradecer. He traducido para el blog parte de la homilía que dedicó a los catecúmenos y candidatos a recibir la confirmación la semana pasada. Merece la pena. Como muestra, quizá baste decir que les explica a los catecúmenos que la barca de Pedro no es un crucero de vacaciones, sino más bien un buque de guerra.

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Vais a subir a bordo de la barca de Pedro. Un navío cuyo capitán es San Pedro. Este navío es un buque de guerra, no un crucero de placer. […] Y la guerra es contra el demonio, contra las fuerzas del mal.

Queridos catecúmenos y candidatos, no podemos ser ingenuos ni por un instante sobre aquello en lo que nos estamos metiendo.

No estamos entrando en la religión de nuestro tiempo. La religión de nuestro tiempo es lo que adecuadamente se ha llamado el deísmo terapéutico moralista. No hace falta que recordéis el término, basta con que recordéis la descripción y que se trata de algo malo.

Esta religión de nuestro tiempo es el deísmo. Para ella, hay un Dios que puso el mundo en marcha y, a grandes rasgos, no se interesa mucho en lo que suceda después. Dios no quiere el mal, pero tampoco participa activamente en sacar el bien o lo mejor de este mundo, simplemente se mantiene a distancia, de manera que la gente no tiene por qué tener en cuenta a Dios si no quieren. Eso es el deísmo.

Este deísmo es moralista. Eso significa que, religiosamente, lo principal es ser amables en nuestro comportamiento con otras personas. Simplemente, ser amables, sonreír a la gente, abrirles la puerta, ser amables. Pero este moralismo no tiene nada que ver con la ley natural. No dice nada sobre el aborto. No dice nada sobre el matrimonio gay. No dice nada sobre el respeto a la conciencia. ¿Por qué? Porque es deísmo moralista y terapéutico. Lo importante para esta forma de ver el mundo es ser amables con todo el mundo y no hacer daño a nadie.

La segunda característica de este deísmo es que es terapéutico. La idea de esta forma de ver la religión es que todo el mundo va a la iglesia para sentirse mejor con uno mismo, y que todo el mundo debe salir de la iglesia con un vago sentimiento agradable y cálido sobre uno mismo.

Deísmo moralista terapéutico. Dios está tan lejos que puedo convertirlo en lo que se me antoje. No tiene ningún mandamiento moral más allá de “sed amables”, “no hagáis daño a nadie”, y uno de los deseos principales de aquellos que practican esta religión es sentirse cada vez mejor con ellos mismos. Es como una terapia. Es el deísmo moralista terapéutico. Esa es la religión de nuestra época.

Desgaciadamente, algunos de nuestros hermanos católicos se han metido en el deísmo moralista terapéutico. Ya no recibo muchas cartas. Creo que mucha gente ha renunciado a convencerme, pero solía recibir cartas del estilo de: “Monseñor, ha pronunciado esa homilía, y yo iba a la iglesia para sentirme bien con el mundo y con la vida, y me ha decepcionado”. No era bastante terapéutica. No daba la sensación de ser terapia. No terminaba con vaguedades cálidas.

La Iglesia en la que estáis entrando no practica la religión del deísmo moralista terapéutico. Si, por alguna razón, ya habéis caído en esa forma de ver la religión aun antes de ser bautizados o confirmados, es bueno que hoy os enteréis de que es una falsificación. El agua del bautismo no se derrama para eso, ni tampoco se administra para eso la unción de la confirmación. No son para eso, porque, como tan bien lo expresa el Evangelio, aunque lo dice tan rápido que es fácil perdérselo, el demonio mostró a Jesús todos los reinos de la Tierra en su poder y gloria, y le dijo: “Todo esto se me ha dado y puedo entregárselo a quien quiero. Así que esto es lo que tienes que hacer si quieres todos los reinos de la Tierra, con su poder y su gloria. Sólo tienes que adorarme”. El demonio dice que se le han dado todos los reinos de la Tierra con su poder y su gloria.

Por eso esto es un buque de guerra y no un crucero. Los deístas moralistas terapéuticos no creen en el demonio. Los católicos sí. Seríamos tontos si no lo hiciéramos.