28.02.13

Adiós al Papa músico

A las 4:14 PM, por Raúl del Toro
Categorías : General

 

Estamos ya en las últimas horas del pontificado de Benedicto XVI. Como es de justicia se han multiplicado los agradecimientos hacia su persona. Dada la especial cercanía del papa a la música y a la liturgia no podía dejar de sumarse a los mismos el blog Con arpa de diez cuerdas

Benedicto XVI ha sido una figura muy importante para todos los interesados en la relación de la música con la liturgia. Desde sus tiempos de cardenal todo el mundo ha podido comprobar su gran sensibilidad hacia la música en cuanto arte y su profundo pensamiento teológico al respecto. Sus escritos en este campo son numerosos, valientes y muy esclarecedores. De entre los muchos puntos posibles hoy quisiera destacar solamente dos:

1. Reconciliación de la Iglesia con la belleza. La relación Iglesia-belleza puede parecer una obviedad, y siempre está a mano la cita de la famosa tríada verum-bonum-pulchrum. Pero, siendo honestos, hemos de reconocer que la Iglesia ha visto en las últimas décadas cómo en su seno la belleza ha pasado de ser un bien que promover y preservar, a ser aceptada como una mera herencia del pasado, o incluso a ser temida como un  peligro, como un riesgo de distracción respecto a lo esencial. De hecho, para el arte católico reciente la comparación con los siglos pasados no es nada favorable. En el campo de la música litúrgica el contraste del panorama actual con cualquier momento pasado de la historia de la Iglesia también es obvio. Los efectos del proyecto restaurador de Benedicto XVI no han sido por desgracia tan rápidos como algunos deseábamos, pero sí se han traducido en un discurso diferente que poco a poco ha ido calando al menos en determinados ámbitos. 

2. Reconciliación de la Iglesia con su propia tradición litúrgico-musical. Ya sé que estas palabras suenan fuertes, pero creo que son necesarias para expresar la realidad. Pese a que ningún documento lo pidió nunca, la parte mayoritaria del tejido eclesial ha consumado, ya sea por convicción o por imitación, un abandono del lenguaje musical propio de la Iglesia, madurado a lo largo de casi dos milenios y establecido como piedra angular de toda la música occidental. Aunque no suele confesarse con claridad, en privado y/o en la práctica el canto gregoriano es objeto de un notable desprecio. Fuera de algunas catedrales y órdenes religiosas, el que es canto propio y oficial del rito romano ha sido eliminado de la liturgia y confinado al limbo de conciertos sacros y liturgias cuasi-ornamentales aceptadas en circunstancias específicas. 

Hemos de agradecer a Benedicto XVI que bajo su impulso las ceremonias pontificias hayan reflejado lo establecido en la Sacrosanctum Concilium, y que el canto gregoriano haya ido recuperando ese primer lugar que le reconoció y confirmó el Concilio Vaticano II. Un ejemplo concreto y especialmente llamativo: al menos en una de las pasadas solemnidades navideñas -no recuerdo ahora cuál- pudimos presenciar algo casi insólito en las últimas décadas: el salmo responsorial de la misa fue sustituido por el gradual correspondiente. No quiero decir que esto sea mejor ni peor, pues en este punto ambas opciones son válidas. Lo traigo a colación sólo como ejemplo de rechazo a cierto rigorismo postconciliar que el Benedicto XVI ha querido combatir con la palabra y con el ejemplo.

En fin, gracias sean dadas a Dios por este pontífice sabio y bueno. Y gracias a Benedicto XVI por tantas cosas buenas que ha dicho y hecho en favor de la buena música en la liturgia de la Iglesia. Y que, también en este campo, su oración nos alcance favores del Altísimo.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,

reconstruye las murallas de Jerusalén.