Fe y Obras

Gracias, hermano Papa

 

 

01.03.2013 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Cuando a las 20:00 del jueves 28 de febrero de 2013 el Santo Padre Benedicto XVI dejó el ministerio que había aceptado desempeñar en abril de 2005, muchos católicos supimos que algo importante había pasado en el seno de la Iglesia católica. Los hijos de Dios sabemos que la voluntad del Creador ha de estar por encima de la nuestra y si el hasta hace pocas horas Papa ha creído que era que por sus condiciones físicas (propias de la edad) no estaba en condiciones de desempeñar su labor ¡Alabado sea  Dios y loado el Papa!

Ahora es el momento de agradecer a Benedicto XVI (siempre lo será para los católicos de buena voluntad y de buen corazón) todo lo que ha hecho para bien de la Iglesia que ha pastoreado y, claro, para los fieles que formamos parte de ella y que nos hemos sentido muy bien conducidos hacia el definitivo Reino de Dios.

Otros muchos habrá que estén de acuerdo con su renuncia porque lo han considerado un Vicario de Cristo no recomendable. Y eso, con franqueza lo digo, es propio de malas personas y, sobre todo, de ciegos y sordos voluntarios.

Nosotros, sin embargo, sabemos que a Benedicto XVI hay que agradecerle que se haya comportado como un Santo Padre bueno, humilde (¡qué ejemplo para muchos soberbios!) y que con su hacer diario al frente del Vaticano (la casa de todos los católicos y la sede principal de nuestra fe) haya demostrado que ser inteligente no está, precisamente, enfrentado a ser buen Papa sino todo lo contrario.

Muchos dicen que Benedicto XVI es el teólogo más importante del siglo XX y de lo que llevamos del XXI. Otros, sin embargo, dicen que a lo mejor no lo es tanto. Sin embargo, sí sabemos que lo que ha escrito siendo Papa ha llegado al corazón de los fieles por su sencillez pero ¡ojo! con una profundidad muy difícil de alcanzar y que está muy lejos de la mediocridad que impera en tantos teólogos que se creen por encima del bien y del mal y muy aptos (¡eso creen ellos!) de enmendar la plana al mismísimo Santo Padre.

Benedicto XVI, como Papa, ha sido un muy buen Papa. A lo mejor, como se dice, no ha tenido el carisma que tuvo el Beato Juan Pablo II. Sin embargo, cada uno es como es y no por eso vamos a entender como negativo un papado tan lleno de luz como el suyo. En tantos aspectos ha brillado (liturgia, doctrina, enfrentamiento contra la pederastia y contra los inmorales comportamientos de “algunos” católicos, etc.) que pasará a la historia, seguramente, como un papado no muy extenso en años pero sí repleto de bondades y de realidades buenas para la Esposa de Cristo.

Benedicto XVI ahora mismo ha de estar, seguramente, orando por el bien de la humanidad. Se ha retirado no a un lugar de jolgorio del mundo sino a uno que lo es de sencillez, de entrega por los demás,  de respeto a Dios y, en todo caso, de fiesta del alma. Allí, es más que probable, pasará los años que Dios le permita vivir y luego, con toda seguridad, volverá a la Casa del Padre donde ha de tener largas conversaciones con los santos que allí gozan de la visión beatífica.

Gracias, siempre, Benedicto XVI; gracias, siempre, hermano Joseph.

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net