Editorial

Novena a San José por la elección del Papa

 

10/03/13 10:50 PM


Hacer la señal de la cruz

Oración Inicial

Santísima Trinidad, Padre Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas un solo Dios verdadero, en quien creo y espero y a quien amo con todo mi corazón.

Te doy gracias por haber honrado sobre todos los santos a San José con la dignidad incomparable de padre adoptivo de Jesús, Hijo de Dios, y esposo verdadero de María, Madre de Dios. Ayúdame a honrarle y merecer su protección en vida y en la hora de la muerte.

San José patrón de la Iglesia, jefe de la Sagrada Familia, te elijo por padre y protector en todo peligro y en toda necesidad.

Descubre a mi alma la pureza de tu corazón, tu santidad para que la imite y tu amor para agradecerte y corresponderte.

Enséñame a orar, tu que eres maestro de oración y alcánzame de Jesús por María la gracia de vivir y morir santamente. Amén.

Día Primero: Fe de San José

La fe es una virtud sobrenatural que nos inclina a creer todo lo que Dios ha revelado y la Iglesia nos propone. Es la virtud sobre la que se apoyan todas las demás virtudes, pues sin ella no participamos de la vida de la gracia. San José creyó con una fe tan viva que sólo la Santísima Virgen pudo aventajarlo. Toda su vida fue verdaderamente una vida de fe, un acto continuo de fe.

Pedimos para que pronto la Iglesia tenga un Papa Santo

Oración Final (de León XIII)

A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido, y por el paternal amor con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y auxilio socorras nuestras necesidades.

Protege, oh providentísimo custodio de la divina familia, a la escogida descendencia de Jesucristo; aparta de nosotros toda mancha de error y de corrupción, asístenos propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha contra el poder de las tinieblas; y como en otro tiempo libraste al Niño Jesús del inminente peligro de la vida, así ahora defiende a la Iglesia santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y cada uno de nosotros protégenos con tu poderoso patrocinio para que, a ejemplo tuyo y sostenidos con tu auxilio, podamos santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén.