16.03.13

 

Es muy pronto para emitir un juicio, pero sus primeras intervenciones públicas me han causado una gratísima impresión. Por otra parte, no tiene nada de particular que un Papa diga lo que todos deberíamos de saber. Por ejemplo, si dice que “podemos caminar cuanto queramos, podemos construir tantas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, no vale. Nos convertiríamos en una ONG filantrópica, pero no seríamos la Iglesia, esposa del Señor“, solo cabe responder con un amén. Si afirma que “cuando caminamos sin la Cruz, cuando construimos sin la Cruz y cuando confesamos a un Cristo sin la Cruz… no somos discípulos del Señor: somos mundanos; somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor“, el amén ha de ser aún más sonoro.

Si explica quelos viejos tienen la sabiduría de haber caminado en la vida, como el anciano Simeón, la anciana Ana en el Templo. Y justamente esta sabiduría les ha hecho reconocer a Jesús” y exhorta a ofrecer “esta sabiduría a los jóvenes: como el vino bueno, que mejora con los años, ofrezcamos esta sabiduría de la vida“, pues todos pensamos el gran bien que recibirán los chavales en este pontificado. De hecho, este verano vamos a poder ser testigo de ellos en la JMJ de Río.

Luego está la cuestión sobre su actuación como cardenal y arzobispo de Buenos Aires. Como bien ha explicado Bruno Moreno en su post de hoy al hablar de ese asunto, el ministerio petrino lleva aparejado un derroche de gracia impresionante sobre la persona que lo asume. Además, me decía un buen amigo hace un rato por teléfono que alguien a quien aprecia mucho y es lefebvriano, se ha dedicado estos días a leer las homilías del Papa durante su pontificado en la archidiócesis primada argentina. Y le ha dicho: “Llevo leídas las de dos años y no he encontrado nada raro“. Ya saben ustedes como son los seguidores de Lefebvre a la hora de analizarlo todo con lupa. Yo a tanto no he llegado, pero sí he empezado a leer sus prédicas, mensajes y cartas pastorales. Por ejemplo, el mensaje para esta última Cuaresma. Cito:

Este tiempo litúrgico que inicia hoy la Iglesia no es sólo para nosotros, sino también para la transformación de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestra Iglesia, de nuestra Patria, del mundo entero. Son cuarenta días para que nos convirtamos hacia la santidad misma de Dios; nos convirtamos en colaboradores que recibimos la gracia y la posibilidad de reconstruir la vida humana para que todo hombre experimente la salvación que Cristo nos ganó con su muerte y resurrección.

Y:

Este año de la fe que transitamos es también la oportunidad que Dios nos regala para crecer y madurar en el encuentro con el Señor que se hace visible en el rostro sufriente de tantos chicos sin futuro, en la manos temblorosas de los ancianos olvidados y en las rodillas vacilantes de tantas familias que siguen poniéndole el pecho a la vida sin encontrar quien los sostenga.

¿Qué quieren que les diga?

Animo a TODOS a tomar en cuenta lo que Francisco dijo ayer a los cardenales:

Nunca nos dejemos vencer por el pesimismo, por esa amargura que el diablo nos ofrece cada día; no caigamos en el pesimismo y el desánimo: tengamos la firme convicción de que, con su aliento poderoso, el Espíritu Santo da a la Iglesia el valor de perseverar y también de buscar nuevos métodos de evangelización, para llevar el Evangelio hasta los extremos confines de la tierra (cf. Hch 1,8).

La barca de Pedro seguirá bogando mar adentro. Cristo es el capitán. Y ha puesto el timón en buenas manos.

Luis Fernando Pérez Bustamante