21.03.13

Los Franciscos en la Hora de Dios

A las 8:10 AM, por Germán
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San Francisco de Asís, se ha convertido en la referencia del ministerio petrino del nuevo Papa.

En su Comentario y Explanación de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, el P. Ignacio Casanovas S.J., dice:

En su vida mortal vemos que Jesús llama a las almas aprovechando las mismas circunstancias de la vida. A la samaritana cuando va a la fuente y Él le espera para beber. A Zaqueo cuando sube al árbol para verle pasar. A Mateo mientras está en su negocio a la puerta de la ciudad y entra en ella Jesús. A otros apóstoles mientras pescan. Al buen ladrón en el mismo suplicio de la cruz a donde le han llevado a la fuerza… San Pablo es llamado en medio del camino, cuando va en persecución de los cristianos… Parece como si Jesús a cada alma la tuviera preparada su buena hora, a veces cuando ella menos lo piensa”, la hora de Dios.

Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré a su casa y cenaré con él y él conmigo (Ap  3, 20), Señor, ¿qué quieres que haga? (Hechos 9, 6).

1) En un ambiente de herejías, de cisma y de protesta por la actuación del Romano Pontífice, cuando no de temibles rebeldías, surgió la figura de San Francisco de Asís, el gran enamorado de la autoridad del Papa, por ser el Vicario de Cristo. Sea quien fuere el que ocupe el trono pontificio Francisco supo cerrar sus ojos ante el hombre y admirará y venerará al Sucesor de Pedro el Apóstol.

Para el Pobrecillo, la obediencia al Papa debe ser incondicional, y ofrece y exige a sus frailes reverencia, y aún más, afecto caluroso y consecuentemente una manifestación de esta devoción al Papa no sólo de palabras sino también en gestos, en defensa de su persona ante las posibles críticas de otras personas. Para San Francisco el Papa es no sólo la máxima autoridad en el mundo, sino como defensa de la fe.

Sin embargo, sin perder nada de su obediencia y veneración al Obispo de Roma, San Francisco de Asís trató con los Papas con una libertad extraordinaria, haciéndoles reflexionar sobre sus recomendaciones y hasta obligándoles suavemente a cambiar de consignas.

2) Otro Francisco, el sexto y último hijo de don Juan Jaso y de doña María de Azpilcueta nacía en el castillo de Javier en 1506. A los 18 años se traslada a París para estudiar en la Sorbona. Durante sus años de estudio

el peligro se hizo gravísimo. El profesor y los compañeros de clase sabían sustraerse a las durezas del reglamento, y por la noche escalaban los muros del colegio y se esparcían por las callejuelas y tabernas del París de aquel entonces, para empresas de índole inconfesable (San Francisco Javier, Celestino Testore, S.J.).

Otro peligro se cernía aún sobre él: la herejía luterana, y especialmente la calvinista. Muchos de sus biógrafos señalan que Francisco era un hombre de fuertes ambiciones mundanas en lucha por conseguirlas.

Ignacio de Loyola, llegado a ser compañero de cuarto de Pedro Fabro y de Francisco Javier, hizo la conquista y ganó a Francisco completamente para la causa de Cristo. La frase evangélica ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? determinó el rumbo de su vida. La arcilla más difícil de modelar fue para mí la de maestro Francisco afirmó Iñigo más tarde.

San Ignacio y sus compañeros se presentaron al Papa para ofrecerse a su servicio en cualquier ministerio y en cualquier parte del mundo, antes de dispersarse fundaron una sociedad permanente, que se llamaría Compañía de Jesús.

Francisco no dudaba que la salvación de las almas era el objetivo de la Iglesia, con esa impronta misionera evangelizó durante 20 años en el Oriente. Un hombre cuyo solo nombre es una consigna para todo esfuerzo misionero.

3. Una de las familias más poderosas del siglo XV fueron los Borja, o Borgia en la italianización del apellido. Alejandro VI (Rodrigo de Borja) elegido simoníacamente Papa, según sus biógrafos tuvo una vida oscura, escandalosamente licenciosa. Juan y Rodrigo fueron sus dos últimos hijos. Aquí emerge la figura del Duque Francisco de Borja, hijo de Rodrigo Borja y nieto de Alejandro VI, por lo que Francisco fue llamado el nieto de escándalo. Sin embargo, la gracia de Dios que puede hacerlo todo con el ser humano que se deja guiar, y como se dijo de este caso Dios hace que broten lirios del estiércol. El jesuita Francisco de Borja fue un ejemplo de desprecio de las grandezas del mundo, de la humildad más profunda y del espíritu de oración y penitencia. Llegó a ser el tercer Prepósito General de la Compañía de Jesús.

El Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II dice que la santidad consiste en entregarse con toda el alma a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Los dones y la vocación de Dios son irrevocables (Rom 11, 29).