22.03.13

 

El día de San José acudió al pueblo de la señora Rafaela un sacerdote desconocido. En el pueblo de al lado se juntaron la misa y, casualidades de la vida, dos entierros. Así que el párroco buscó un curita amigo que pudiera acercarse a celebrar misa en el pueblito de Rafaela. Ya le dijo que tranquilo, que posiblemente no irían a misa más de docena o docena y media de personas, pero no se iban a quedar sin celebración precisamente el día de San José.

La sacristana de siempre estaba de médicos en Madrid. Así que pidió a Rafaela que abriera la iglesia y preparara todo para la misa, y más habida cuenta de que iba un sacerdote nuevo y tendría que encender luces, micrófono y colocar y explicar absolutamente todo.

Buen sacerdote ese curita. Amable, simpático, cariñoso con ella y con los cuatro que estaba en misa. Cuando llegó el momento de revestirse Rafaela le abrió el armario y le preguntó: ¿qué casulla va a ponerse? La blanca, respondió el sacerdote. Ya, ¿pero cuál de ellas? Es que tenemos seis.

¿Seis casullas blancas? ¿Aquí? ¿Y cómo tenéis tantas?

Muy fácil, respondió Rafaela. Esa primera, de guitarra, de seda, se compró al acabar la guerra civil, que como puede imaginarse arrasó con todo lo que había. El año 63 don Jesús nos mandó tirar estas casullas viejas y comprar una más moderna. Es esa de ahí con la cruz entre verde y roja. Don Antonio pensó unos años más tarde que mejor tener una blanca de diario, esa que le he enseñado, y otra más decente para las fiestas: esta otra con un galón ¿ve?. Paco, que vino más tarde dijo que esa casulla del año 63 era una risión y que compraría algo sencillo para diario, aunque no sé para qué, si celebraba sin casulla. Llevamos tres. D. Luis, que estuvo unos meses se lamentaba de que no quedaran casullas de las de antes. Así que le dije que no se preocupara que las que nos mandó tirar don Jesús las tenía en mi casa y yo le traía una de las de antes. Y van cuatro. Hace ahora como diez o doce años compramos esta que costó su dinerillo para que hubiera algo bueno de verdad para las fiestas grandes. Cinco. Y el año pasado su amigo, don Javier, dijo que era un disparate andar con esos lujos y que iba a comprar algo muy sencillo para las fiestas. Seis. Aquí las tiene todas.El buen sacerdote se quedó mirando la colección de casullas blancas sin poder creérselo.

Rafaela le sacó de su ensimismamiento al preguntarle: ¿Cuál se va a poner? ¿La clásica o una moderna? ¿La del año 63 o alguna posterior? ¿La rica o la pobre? A mí me da igual, es por prepararla.

No me voy a poner ninguna. La casulla siempre será un elemento externo. Yo mejor con una simple estola. No se preocupe, que también tengo varias: ancha o estrella, lisa o bordada, grande o pequeña, tengo de todo.