5.04.13

 

En la homilía que pronunció el obispo de San Sebastián, D. José Ignacio Munilla Aguirre, en la Misa de la Cena del Señor del pasado Jueves Santo (28 de marzo) que presidió en la Catedral del Buen Pastor de la capital donostiarra, hizo una clara referencia a las espiritualidades que centran todo en el sujeto y en su autosuperación, propias de la Nueva Era, aunque no nombrara a este movimiento. Cosa que sí ha hecho, en la misma Semana Santa, en su artículo publicado el Domingo de Resurrección sobre la Nueva Era como sustentadora del relativismo religioso, y que hemos publicado en Info-RIES.

Después de explicar el sentido del Jueves Santo desde la institución por parte de Cristo de los sacramentos de la eucaristía y del orden sacerdotal, el obispo dijo que también “es el día en el que el Señor nos encomienda el mandamiento del amor al prójimo”. Para monseñor Munilla, el gesto litúrgico del lavatorio de los pies es “un gesto de la auténtica religiosidad”. Y, refiriéndose al Papa Francisco en la homilía de su primera Misa Crismal como pontífice, el prelado donostiarra afirmó que “la auténtica religiosidad no se encuentra en aquellos que buscan una autoexperiencia o una introspección”.

Porque “existe hoy en día el error de entender que la religiosidad es una especie de ‘un curso de autoayuda’, que busca una relajación por la relajación, o una especie de técnica de búsqueda de paz interior. Y decía el Santo Padre: esa es una falsa religiosidad, la que busca la autoexperiencia, el sentirse bien”.

Frente a esto, monseñor Munilla señaló que “la religiosidad no es un producto de consumo que, bajo la excusa de que queremos humanizarnos, en el fondo reduce la salvación eterna a un sentirse bien con nosotros mismos, relajación, paz… en medio del estrés que vivimos. Esa es una falsa religiosidad”. Jesús dice que el que se busque a sí mismo se perderá, recordó el obispo. La caridad, subrayó, “no es poner nuestra libertad al servicio del bienestar, sino poner nuestra libertad al servicio del amor. Eso es la caridad”.

Porque “ante Dios el hombre se olvida de sí mismo; ante la caridad el hombre se olvida de sí mismo. El Evangelio no dice ‘conócete a ti mismo’, relájate, siéntete bien contigo mismo… no; sino ‘mira a Dios, olvídate de ti mismo y entrégate al prójimo’. Lo esencial del Evangelio no es la espiritualidad de la relajación, ni siquiera la de la autosuperación. Sino que lo esencial del Evangelio es la espiritualidad de la ofrenda de nosotros mismos al Padre, unidos a la cruz de Cristo, en la entrega al prójimo. Esa es la esencia del Evangelio: ofrecer nuestra vida en un sacrificio agradable al Padre, unidos a la cruz de Cristo. ¿Y cómo? Amando al prójimo de una manera muy concreta, muy práctica, muy cercana”.