8.04.13

La Comisión Pontificia Bíblica y el ecumenismo

A las 8:09 PM, por Luis Fernando
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Leo en Europa Press que la Comisión Pontificia (CPB) celebrará su sesión plenaria del 8 al 12 de abril en la Casa Santa Marta, dirigida por su presidente, monseñor Gerhard Ludwig Müller, y por su secretario general, el padre Klemens Stock.

Durante los trabajos de la asamblea, los miembros “concluirán el estudio sobre el tema de la inspiración y la verdad en la Biblia“, según ha indicado la Oficina de Prensa de la Santa Sede, ya que “desde hace algunos años la Comisión ha decidido concentrar sus esfuerzos en verificar en qué modo el tema de la inspiración y de la verdad se manifiestan en los libros de la Sagrada Escritura“.

En esta línea, el objetivo de la reunión será “ofrecer una contribución positiva para que se profundice la comprensión de conceptos de inspiración y verdad para que la “palabra de Dios sea acogida por todos los fieles, en un modo más adecuado a este don, en el cual Dios comunica a sí mismo e invita a todos los hombres a la comunión con Él“.

Hasta ahí, todo bien. Para los fieles interesados en este tema, les sugiero que se lean el perfil de la CBP en la web del Vaticano (no se ha actualizado la presidencia). Conviene saber que actualmente es un “órgano consultivo, puesto al servicio del Magisterio“. Es decir, sus textos no son magisteriales, pero sirven al Magisterio. Y, en buena lógica, el Magisterio ejerce una labor de supervisión sobre dichos textos.

El último documento importante de la CPB sobre la interpretación de la Biblia en la Iglesia se publicó en abril de 1993. Es decir, justo hace 20 años. Era más que evidente que muchas cosas habían cambiado desde que León XIII lanzó la siguiente advertencia en su encíclica Providentissimus Deus: Importa también, por la misma razón, que los susodichos profesores de Sagrada Escritura se instruyan y ejerciten más en la ciencia de la verdadera crítica; porque, desgraciadamente, y con gran daño para la religión, se ha introducido un sistema que se adorna con el nombre respetable de “alta crítica".

Y:

… este género de “alta crítica” que preconizan conducirá en definitiva a que cada uno en la interpretación se atenga a sus gustos y a sus prejuicios; de este modo, la luz que se busca en las Escrituras no se hará, y ninguna ventaja reportará la ciencia; antes bien se pondrá de manifiesto esa nota característica del error que consiste en la diversidad y disentimiento de las opiniones, como lo están demostrando los corifeos de esta nueva ciencia; y como la mayor parte están imbuidos en las máximas de una vana filosofía y del racionalismo, no temerán descartar de los sagrados libros las profecías, los milagros y todos los demás hechos que traspasen el orden natural.

Supongo que el papa León no se hacía idea de lo profética que iba a ser su advertencia. Papas posteriores han sido modelando la influencia de la Alta Crítica -cuyo verdadero padre (esto no es discutible) fue el liberalismo teológico- en el mundo de la erudición bíblica, impidiendo, al menos en la teoría, que el cáncer del mencionado liberalismo teológico se extendiera por completo cual metástasis mortal en el seno del catolicismo. Y, sin embargo, hoy seguimos siendo testigos de los efectos de dicho cáncer en muchos libros que son consumidos por multitud de fieles. Por no decir del peso que ha tenido en la formación bíblica de los seminaristas de las últimas décadas.

El Concilio Vaticano II explica de forma bastante acertada cuál es el papel que los protestantes evangélicos dan a las Escrituras:

El amor y la veneración y casi culto a las Sagradas Escrituras conducen a nuestros hermanos separados el estudio constante y solícito de la Biblia, pues el Evangelio “es poder de Dios para la salud de todo el que cree, del judío primero, pero también del griego” (Rom., 1,16).

Invocando al Espíritu Santo, buscan en las Escrituras a Dios, que, en cierto modo, les habla en Cristo, preanunciado por los profetas, Verbo de Dios encarnado por nosotros. En ellas contemplan la vida de Cristo y cuanto el divino Maestro enseñó y realizó para la salvación de los hombres, sobre todo los misterios de su muerte y de su resurrección.
(Unitatits Redintegratio, 21)

Sin embargo, el texto de la CPB de 1993 supuso un ataque frontal a la manera en que el protestantismo evangélico se acerca a la Escritura. Cito:

En lo que concierne a los evangelios, el fundamentalismo no tiene en cuenta el crecimiento de la tradición evangélica, sino que confunde ingenuamente el estadio final de esta tradición (lo que los evangelistas han escrito) con el estadio inicial (las acciones y las palabras de Jesús en la historia). Descuida por eso mismo un dato importante: el modo como las primeras comunidades cristianas han comprendido el impacto producido por Jesús de Nazaret y su mensaje. Ahora bien, éste es un testimonio de origen apostólico de la fe cristiana y su expresión directa. El fundamentalismo desnaturaliza así la llamada lanzada por el evangelio mismo.

Ese párrafo del texto de la CPB de hace 20 años está inserto entre otros que mezclan afirmaciones objetivamente ciertas sobre el problema del Sola Scriptura y el hiper-literalismo por un lado y lo que son, en mi opinión, desafortunadas descalificaciones del concepto que tiene sobre las Escrituras el protestantismo conservador. Es por ello que la recepción del documento entre los evangélicos fue nula. Veían en el mismo un maridaje del catolicismo erudito con el protestantismo liberal, que ha arrasado el mundo protestante europeo dejando a sus comunidades eclesiales históricas (anglicanismo, luteranismo, etc) al borde del colapso.

Alguno se preguntará por qué ocurrió tal cosa. Fácil. Para el protestante evangélico, no hay duda alguna sobre la historicidad de los evangelios. Se basan en las palabras de San Juan en su primera epístola:

Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida -porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó-, lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.
1 Juan 1,1-4

Y en los primeros versículos del evangelio de San Lucas:

Puesto que ya muchos han intentado escribir la historia de lo que ha sucedido entre nosotros, según que nos ha sido transmitido por los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, me ha parecido a mí también, después de informarme exactamente de todo desde los orígenes, escribirte ordenadamente, óptimo Teófilo.
Lucas 1,1-3

Así se entiende que para los “hermanos separados” el texto de la CBP fuera poco menos que una muestra de desprecio del mundo erudito católico hacia el mundo erudito protestante evangélico. Que, créanme, existe.

Yo me quedo con las palabras del Papa Francisco en la audiencia del pasado miércoles:

Desgraciadamente, a menudo se ha intentado ocultar la fe en la resurrección de Jesús, e incluso entre los mismos creyentes se ha insinuado la duda…

Y:

Los evangelistas, en cambio, narran sencillamente lo que pasó…

Ciertamente entre el fundamentalismo literalista de buena parte de los evangélicos y el bultmanianismo hay mucho campo. Pero la teología católica del último siglo está infectada de bultmanianismo (liberalismo) y no de fundamentalismo. Y a nivel espiritual, no me cabe la menor duda de que el fundamentalismo literalista no causa tantos problemas como el liberalismo. El primero se cura con sentido común. El segundo arrasa el alma del que lo profesa. No existe un punto medio entre ambos. Existe la verdad. Es decir, la doctrina católica.

Ahora bien, el protestantismo conservador -o evangélico- es el único que va a sobrevivir de aquí a 20 años. Si este Papa sigue la senda de los anteriores en relación al ecumenismo -y nada hace pensar que no ocurra así- la Iglesia va a tener que tentarse mucho la ropa en este asunto de la erudición bíblica. Más que nada porque el protestantismo real, el que está activo, el que está vivo, rechaza de plano cualquier cosa que huela a liberalismo en el estudio de las Escrituras.

El problema con la cuestión ecuménica es que la Iglesia se ha acercado -o más bien sólo ha encontrado receptividad- a los estertores del protestantismo histórico, que como ya he señalado, está desnaturalizado en Europa. O sea, justo lo contrario de lo que ocurre en el continente americano y el resto del mundo.

No tiene sentido, y además es contrario a la voluntad de los papas, desechar la herramienta del estudio histórico-crítico de las Escrituras. Ciertamente el fundamentalismo que se acerca a la Biblia sin tener en cuenta los géneros literarios ha de ser rechazado. Sin ir más lejos, el mismísimo san Agustín ya advirtió que el Génesis no debía interpretarse como lo hacen los creacionistas. Pero o el mundo erudito católico empieza a quitarse de su cabeza lo peor de la caspa de la Alta Crítica liberal, o no conseguirá ser una buena herramienta para el conocimiento de la Biblia. Y además, se convertirá en un estorbo para cualquier avance ecuménico con aquellos hermanos separados que, como dijo el CVII, se acerca a la Escritura como verdad revelada e inspirada por Dios -con intervención humana- y no como una obra humana con ciertos toques divinos.

Luis Fernando Pérez Bustamante