16.04.13

Un amigo de Lolo- Palabra, de Dios

A las 12:24 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

“Dios”, puedes pedir, “dame fuerza para que el escrúpulo espiritual no se adueñe de mi corazón”. Seguro que es una buena forma de empezar a corregir tal forma de comportamiento

Y, ahora, el artículo de hoy.

Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Palabra, de Dios

“Aunque se escriba en piedra, barro, pergamino o columnas de periódico, la palabra de Dios está siempre caliente y fértil, porque tiene vida y es eterna”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (744)

Cuando el Creador empezó a comunicarse con el ser humanos tuvo que manifestarse de una forma que pudiera ser entendido o, al menos, comprendida su voluntad. Así, por ejemplo, a través de nuestro padre en la fe Abrahán o con la entrega de su Ley a Moisés en pleno desierto camino de la tierra prometida, dijo lo que quería fuese aprendido y, también, enseñado.

Dios ha transmitido, a lo largo de los siglos, aquello que es crucial para el ser humano criatura suya y, por eso mismo, aquello que nos ha hecho llegar es tan importante para nosotros. Lo es, incluso, para aquellas personas que no crean en Dios por propia voluntad o, simplemente, que no hayan tenido conocimiento, siquiera, del Creador que se manifiesta por medio de sus criaturas, por su hermosura y por su simple existencia.

La Palabra de Dios es santa. Por eso es tan importante no echarla en saco roto para que, caminando hacia su definitivo Reino, se nos pierda por el camino y, al fin y al cabo, acabemos perdiéndonos sin saber dónde debemos poner el pie para dar el siguiente paso.

La Palabra de Dios no ha pasado ni pasa ni pasará nunca porque es propia de Quien es Todopoderoso. Es importante, por lo menos, no olvidar que siempre está dispuesta a poner luz en nuestro corazón y a sembrarse dentro de las almas de aquellos que, habiendo sido creados por Dios somos hijos y, como hijos, podemos fructificar y, como fruto, ser sembradores, a su vez, de la savia de su Amor en el resto de criaturas (inteligentes o no inteligentes).

Necesitamos, además, la luz sobrenatural para ver a Dios y, a partir de la fe que tenemos, no dejar de lado el hecho de que su Palabra es digna de ser tenida, siempre, en cuenta, en nuestra existencia. Ella no muerte nunca porque está compuesta con el corazón de Quien todo lo creó y todo mantiene; de quien es el Principio y el Fin, el Alfa y el Omega, como muy bien le hizo ver, y dejó escrito en el Apocalipsis, el apóstol San Juan.

La Palabra de Dios durará para siempre, siempre, siempre. Y durará para siempre porque está puesta por el Creador para que no sea olvidada sino, al contrario, muy tenida en cuenta por aquellos a quien va destinada. Puesta, además, en práctica por nosotros mismos, los que un día fuimos creados y dejados en el mundo para dominarlo y entregarlo a los que después vengan. Y esto porque la Palabra de Dios, recogida en las Sagradas Escrituras, nos es dada como alimento espiritual para el alma que se nos infunde para toda la eternidad y como agua viva que ha de saciar nuestras ansias de vida eterna.

Palabra, de Dios, que siempre hemos de tener sobre el frontispicio de nuestra existencia. Así se verá que, en verdad, somos hijos suyos.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán