28.04.13

 

Hoy toca un poquito de apologética al hilo del artículo que publicó ayer María Lourdes Quinn en su blog en nuestro portal.

¿Hacía falta que Dios quisiera que María, y de paso los santos, fuera mediadora e intercesora?
No.

¿Quiso Dios que lo fuera?
Sí. De hecho, que Él lo haya querido hace innecesaria, e incluso absurda, la primera pregunta.

¿Le quita algo de gloria a Dios que María y los santos sean intercesores?
Nada. Finalmente es Él quien concede todo.

¿Hay alguna prueba bíblica de que los santos en el cielo rezan?
Sin duda. Véase el libro del Apocalipsis.

Y si rezan, ¿por quién han de rezar?
Evidentemente por nosotros. No van a rezar por ellos mismos, que ya están en la presencia de Dios disfrutando de la vida eterna a falta de la resurrección final. Y si rezan por nosotros, es que tienen conocimiento de lo que pasa en esta orilla de la vida, de la Iglesia. A nadie puede extrañar que en el cielo no haya ignorancia de lo que ocurre en la tierra. Y a nadie debe extrañar que la comunión de los santos supere la frontera de la muerte física, de manera que si Dios conoce nuestras necesidades estando en vida, ese conocimiento lo compartan aquellos que son “semejantes a Él” porque le ven cara a cara (1ª Juan 3,2).

Pues algo tan simple no lo quieren aceptar los protestantes. Sí los ortodoxos. Y si sumamos católicos y ortodoxos, resulta que hasta el siglo XVI no había un solo cristiano que rechazara esa verdad. Este dato no es discutible. Es un hecho histórico irrefutable. El rechazo posterior es una lacra para los que se dejaron y se dejan engañar por un concepto erróneo de la única mediación de Cristo, de la cual dependen y derivan todas las demás mediaciones.

De hecho, los protestantes interceden los unos por los otros. No conozco uno solo que no pida a Dios por el resto de sus hermanos. ¿Cómo va a ser contrario a la fe cristiana que en el cielo se siga pidiendo por los que estamos aquí?

Luis Fernando Pérez Bustamante