29.04.13

Probablemente el teólogo más controvertido del siglo XX

A las 12:26 AM, por Alberto Royo
Categorías : Jesuitas

“TEÓLOGO EN EQUILIBRIO” LO DEFINIÓ JOSEPH RATZINGER

JOSÉ RAMÓN GODINO ALARCÓN

 

Si se puede decir -así lo cree el abajo firmante- que probablemente el jesuita Hernri De Lubac fue el teólogo más importante del s. XX, de otro hermano suyo de la Compañía, Karl Rahner, se puede decir que también probablemente fue el teólogo más controvertido de este siglo. Fue el mayor exponente de la Teología kerigmática y muchas de las proposiciones teológicas que planteará a lo largo de su vida supondrán puntos de vista tan discutidos como para motivar documentos magisteriales.

Nació en Friburgo el 5 de marzo de 1904, en el seno de una familia católica tradicional, que desde el principio cuidó de que su hijo participara de las asociaciones católicas del momento. En su juventud pertenecía al Movimiento Juvenil Católico, una de las principales asociaciones juveniles católicas, famosa por su novedosa forma de educar a la juventud y en la que estaba profundamente implicado Romano Guardini.

En 1922 Rahner entró en la Compañía de Jesús en la ciudad alemana de Tisis siguiendo el ejemplo de su hermano Hugo. Desde 1924 realizó sus estudios en Filosofía y Teología en los colegios jesuitas de Feldkirch, Pullach y Valkenburg. Aprovechó el largo tiempo de noviciado jesuita -doce años- para profundizar en los estudios y formar una opinión sobre el método teológico, por lo que después de ser ordenado sacerdote en 1932 partió a Friburgo para obtener el doctorado en filosofía.

Sus superiores habían descubierto en él un estudiante brillante, con ideas propias y que podía destacar en la docencia. Permaneció en Friburgo hasta 1936, después de defender una tesis dirigida por Martin Honecker, revisada en 1939 con el título Espíritu en el mundo. La estancia en Friburgo abrió nuevos puntos de vista en el joven Rahner. Durante su estancia en la universidad acudió a los seminarios de Heidegger, que fueron de gran importancia para él, tanto que llegó a decir que tuvo muchos maestros, pero ninguno como Heidegger. Por ello, y junto con otros autores como Przywara, Müller y Siewerth, podemos considerar a Rahner parte de la “escuela católica” que suscitó Heidegger.

Tras terminar sus estudios, el gobierno provincial de la Compañía le trasladó a Innsbruck, en Austria, donde en 1937 obtuvo la habilitación para la docencia. Comenzó la docencia en Teología dogmática unida a ciclos de conferencias y seminarios en los que pronto alcanzó renombre. Ya en 1937 participó en las Semanas sobre Filosofía de la religión y Fundamentos teológicos de la Universidad de Salzburgo impartiendo una conferencia con el título Oyentes de la palabra que se publicaría en 1941.

En estos primeros años el P. Karl mostró otra de las características de su vida: su prolífica actividad literaria. Durante su vida dejó escritos miles de artículos y publicaciones, fruto de una actividad frenética. Entre los años 1937-1939 publicó obras como Ascetismo y misticismo en el período patrístico y su primera colección de oraciones y meditaciones, Las palabras en el silencio. Si unimos esto a la actividad docente y a la actividad divulgativa nos podemos hacer una idea de la capacidad de trabajo que podía desarrollar en estos primeros años.

En 1939 se le impuso un paro forzoso. Las autoridades nazis desalojaron todos los edificios de la Compañía de Jesús en el Tirol y expulsaron de la zona a sus miembros. El P. Karl tuvo que partir hacia Viena, donde ejerció de nuevo la docencia hasta 1944 bajo el amparo del cardenal Innitzer, quien en un principio apoyó la incorporación a la Alemania nazi, pero que después se convirtió en alma de la resistencia católica. Cuando arreció la guerra y la situación en Viena se hizo insostenible, Rahner se trasladó a la Baja Baviera, donde actuó como párroco rural. Esta experiencia pastoral duró poco, pues en 1945 comenzó a dar clase en la Universidad de Munich, en la que permanecerá como docente en Teología dogmática hasta 1949, alternando el cargo con las clases en la universidad jesuita de Pullach.

En 1949 participó en la reapertura de la facultad de Teología de Innsbruck, el Canisianus (por la actividad en la zona de san Pedro Canisio, evangelizador post-tridentino frente a los avances protestantes en el Tirol). El lugar era muy querido para Rahner y en la refundación recibió una nueva alegría: su hermano Hugo, que en ese momento también ya era un profesor afamado en la Compañía, también se instalaba en Innsbruck como docente. Los dos hermanos, uno dogmático y el otro patrólogo, trabajarán codo con codo en la enseñanza.

La vuelta a Innsbruck significó para el P. Karl también la vuelta a la actividad frenética. La multiplicación de conferencias y participaciones en congresos le permitieron abordar paulatinamente los diversos aspectos del dogma, formándose en esos años la base de su obra más importante, los Escritos sobre Teología. Sus artículos se publicaban en revistas de todo el mundo y era claramente apoyado por sus superiores en la divulgación de su obra. También fueron años de obras monumentales, pues dirigió y coordinó la publicación de los 14 volúmenes de la Enciclopedia de Teología y de la Iglesia, realizando personalmente el volumen destinado a la Teología pastoral. Su obra de 1959 La misión y la gracia, recopilación de ensayos sobre Teología pastoral que se tradujo a varios idiomas, le otorgó fama a nivel mundial.

El P. Karl no estudió en Lyon, su formación fue plenamente germánica y hasta el momento no había tenido problemas con sus superiores de la Compañía. Todo esto propició que fuera considerado por la misma Compañía como teólogo ejemplar en una época en la que otros miembros como De Lubac o von Balthasar estaban inhabilitados o seriamente vigilados por la Santa Sede. Es cierto que la obra de Rahner es mucho más oscura que la de los anteriores y que su figura no está tan involucrada en la nouvelle theologie, por lo que es fácil comprender cómo la Compañía propició la divulgación de sus obras entre los estudiantes jesuitas y las numerosas instituciones vinculadas a ella.


Rahner alcanzaba el zenit de su carrera poco después, cuando el cardenal König de Viena le pidió ayuda en 1961 para rellenar el cuestionario preparatorio del Concilio Vaticano II. Juan XXIII le designó como miembro de la comisión preparatoria del Concilio, en el que participó como perito, influyendo en la doctrina de la revelación y en la reinstauración del diaconado permanente. 1964 fue el año de los grandes homenajes: recibió el primero de los 15 doctorados Honoris causa que recibiría a lo largo de su vida y se embarcó en una gran gira de conferencias defendiendo la paz y el diálogo, lo que le hizo traspasar el telón de acero e impartir conferencias en Europa oriental.

Karl Rahner empezó entonces a mostrar una nueva faceta: su compromiso con el diálogo entre las diversas formas del mundo sin ningún tipo de prejuicio. Pero no se limitará al bloque oriental. Viajaba asiduamente a Estados Unidos, Canadá, Escandinavia… Trabajó con la Sociedad Görres en el diálogo entre la Teología y las Ciencias Naturales, así como con la Fundación Saint Paul, conocida por su diálogo con el marxismo. La fama le había convertido de simple profesor en afamado conferenciante que siempre aseguraba titulares, todos ellos respaldados por sus superiores. Tras el retiro de Guardini fue designado en el mismo 1964 presidente del comité de presencia cristiana de la Universidad de Munich. Desde allí dirigió unas famosas conferencias tituladas Introducción al concepto de cristianismo que serán publicadas en 1976 con el nombre Fundamentos de fe cristiana.

En 1967 se trasladó a Münster como profesor de Historia del dogma, lo que le daba una menor carga de trabajo docente y le permitía dedicarse al resto de actividades en las que se hallaba embarcado. Allí fue donde se jubiló en 1971 para volver a Munich. Pablo VI le había nombrado en 1969 miembro de la Comisión teológica internacional, órgano surgido a raíz del Concilio como ámbito de reflexión teológica. La rigidez anterior al Concilio se había perdido y muchos de los teólogos sospechosos habían sido rehabilitados. El P. Rahner ya no era el teólogo más afamado y comenzó a publicar estudios que en alguna medida rompían con la tradición de la Iglesia, como llamar a la transubstanciación “transfinalización”, algo que Pablo VI corrigió en la encíclica Mysterium fidei. Este, entre otros motivos, hizo que dejase la comisión y se centrase de nuevo en la docencia en Munich.

Fue designado profesor honorario de Filosofía por su obra Cuestiones fronterizas de la Teología y la filosofía. Mejor considerado en su patria que en Roma, entre 1971 y 1975 participó activamente en la preparación del Sínodo de las diócesis de Alemania Occidental. Fruto de ese trabajo ve la luz la publicación de Cambio estructural como una oportunidad y un deber de la Iglesia, libro pragmático que se convirtió en guía de la Iglesia alemana, pero que doctrinalmente se podía mirar, cuando menos, con recelo.

Su actividad como teólogo activo se mantendrá hasta 1981, al retirarse a Innsbruck para ordenar su legado y donarlo a los estudiosos. También tuvo tiempo para publicar, en colaboración con Heinirich Papas el libro Unidad de las iglesias. Posibilidad real en 1983. Murió en Innsbruck el 30 de abril de 1984 y fue enterrado en la cripta de los jesuitas de la misma ciudad. Sus obras completas comenzaron a publicarse a partir de 1995.

En la trayectoria de Rahner podemos encontrar un punto de inflexión: el Concilio Vaticano II. El joven teólogo alemán, consultado por obispos y teólogo principal de la Compañía de Jesús se convirtió en un apasionado defensor de la libertad en la Teología, como le definió Hans Küng. Sus obras, en gran medida, replantearon la Teología católica, pues en un mismo autor se plasmaba el pleno dominio de la Neoescolástica jesuítica y su posterior abandono por los problemas que presentaba para entender el presente. Su manera de pensar, oscura en la expresión pero transparente en el fondo, fue la búsqueda de respuesta al grito del hombre moderno. En la búsqueda de esta respuesta pesaron dos autoridades, la de los Padres de la Iglesia (no olvidemos que su hermano Hugo fue un gran patrólogo y que durante años convivieron juntos en Innsbruck) y la espiritualidad ignaciana, llegando a reinterpretar los Ejercicios Espirituales. La influencia filosófica del también jesuita Maréchal, de Blondel y el fondo kantiano conformaron lo que expresó Balthasar de forma clarividente: Dinamitar las estructuras barrocas jesuitas de Teología.

Su expresión tuvo un claro tono social. Es sorprendente que un afamado dogmático como Rahner pudiera a la vez hacer hondas disertaciones sobre las parroquias, las prisiones y la Iglesia alemana en general. Es cierto que su punto de vista pastoral no siempre fue acertado (sobre todo a raíz del Sínodo de las diócesis de Alemania Occidental, criticado desde Roma), pero Rahner mostró, a pesar de sus presupuestos equivocados, una estructura compleja que será asumida por figuras como Lehman y que configurará el futuro de gran parte de la Iglesia alemana.

Hoy en día Rahner se ha convertido en un teólogo clásico y sus propuestas teológicas son estudiadas junto con las de los otros grandes teólogos del s. XX, con sus luces y sus sombras. Es señalado su apoyo al Concilio Vaticano II y su contribución a la reforma de la Teología, subrayando la centralidad de la gracia. Sus teorías sobre la salvación, la apariencia de la Iglesia en el mundo moderno y su optimismo fueron rápidamente aceptadas en el ambiente occidental, aunque hoy muestran una clara insuficiencia que nos hace entender que haya sido duramente criticado por las posiciones conservadoras y progresistas de la Teología del s. XX. El mejor apelativo que podemos darle es la definición que hizo de él Ratzinger: “teólogo en equilibrio”, con un pensamiento propio atrevido, pero queriendo ser fiel a la Iglesia.