30.04.13

Se nos acaba la paciencia, señor Rajoy

A las 5:52 PM, por Luis Fernando
Categorías : Actualidad

 

Con gran parte de la población española al borde de la desesperación por no poder trabajar, el presidente del gobierno ha pedido paciencia. Rajoy dice comprender “la frustración” de los millones de parados ante las pocas esperanzas que ofrecen las previsiones de su gabinete, pero que había que ser realistas ("es mejor decir la verdad") y explicar que para mejorar esas expectativas hay que perseverar en las reformas y los ajustes.

En otras palabras, que el que piense que las cosas van a cambiar a corto-medio plazo, ya puede ir cantando aquello de “verdes las han segado”. Pero el caso es que gran parte de los españoles que decidieron volver a votar al PP en las últimas elecciones generales tenían en mente el “milagro” económico que se produjo cuando el señor Aznar llegó al poder tras más de una década de gobierno socialista. Ese milagro provocó que, cuatro años después, el PP obtuviera la primera mayoría absoluta de la derecha en la democracia. Luego, gracias al atentado del 11-M, llegó Zapatero y ya sabemos lo que ocurrió.

El problema que tiene el señor Rajoy es que ya no cabe recurrir a la construcción para tirar del carro del empleo. Durante la gran burbuja inmobiliaria se construyeron más casas en España que en el resto de Europa. Los precios de la vivienda se dispararon. Los bancos y las cajas de ahorro -estas controladas por políticos- daban hipotecas en unas condiciones que, hoy lo vemos, solo pueden calificarse como de catastróficas. Millones de españoles, en un acto de irresponsabilidad personal patente, se endeudaron en la idea de que jamás volvería a producirse una crisis económica grave. Al llegar la crisis, lo primero que ocurrió fue la pérdida de los puestos de trabajo. Y si no trabajas, no puedes pagar la hipoteca y el banco acaba por quitarte la casa. No se sabe muy bien para qué te la quita ya que no la va a poder vender, pero te la quita.

Al irse millones de españoles al desempleo, se produjeron dos circunstancias espantosas para las cuentas públicas. Los que antes cotizaban pasaron a ser receptores de ayudas sociales. El estado dejó de cobrar impuestos de los sueldos de millones de trabajadores y pasó a darles dinero para que pudieran subsistir. A eso se le unió una política expansiva del gasto público por parte del gobierno de Zapatero que llevó a la nación a endeudarse hasta unos extremos desconocidos en su historia. Y claro, si pides dinero, tienes que pagarlo. Y cuanto más debes, menos se fían de ti, de tal manera que te exigen más intereses para prestártelo.

Dado que España no tiene soberanía sobre la política monetaria, que está en manos de Europa -o sea, de Alemania-, no podemos devaluar la moneda. Tampoco se puede imprimir dinero para solucionar situaciones límite. Y la política económica que el PP decía que había que hacer cuando estaba en la oposición es exactamente la contraria a la que ha aplicado una vez en el poder. No sabemos si lo que proponía habría servido para mejorar la situación. Para cuadrar las cuentas públicas se ha optado por reducir gasto público en sanidad, educación, gasto corriente de los ministerios, inversión en infraestructuras, etc, y subir impuestos (IVA, IRPF e indirectos). Además se ha congelado el suelo de funcionarios y se ha despedido (cientos de miles) personal laboral de la administración que no tenía el estatus de funcionario. Ni que decir tiene que esos nuevos parados tienen que cobrar la prestación por desempleo.

El gobierno reformó el mercado laboral para, según ellos, facilitar la contratación abaratando el despido. Pero si abaratas el despido en una situación de contracción económica, el resultado no es que se contrata a más gente sino que se pone en la calle a más personas. Se puede decir que es mejor despedir a cincuenta antes que cerrar la empresa y echar a todos, pero lo que trasluce en el fondo es la idea de que estamos en un sistema donde la persona es un factor más en el cuadre de las cuentas de las empresas. Es un canibalismo bestial en el que las víctimas son siempre los mismos. Uno se pregunta dónde está el dinero de los enormes beneficios habidos años atrás. Nadie crea una empresa por amor al arte. Es lícito montar un negocio para ganar dinero. Pero si se gana mucho dinero durante mucho tiempo, ¿a cuento de qué se puede dejar en la estacada a las primeras de cambio a los que han trabajado para que ganes ese dinero? No puede ser que los que se forraron con las vacas gordas se deshagan de sus trabajadores en las vacas flacas. Alguien acabará diciendo que o aquí jugamos todos o no juega nadie.

La subida de impuestos implica que la gente tiene menos dinero para gastar. Y eso afecta al consumo, lo cual acaba por provocar que se recaude poco más, lo mismo o incluso menos. En esa circunstancia empieza a verse la patita negra debajo del disfraz de oveja del sistema económico. Sin consumo, muchos puestos de trabajos que depende del mismo desaparecen. Por tanto, se debe fomentar el consumo. Y pasamos de consumir lo necesario para subsistir -comida, ropa, luz, agua- a derrochar dinero en cosas que hace 40 años no estaban presentes sin que ello supusiera que la gente fuera menos feliz. Es decir, se han creado unas necesidades de consumo que han servido para tirar de la economía durante décadas, pero ahora no hay ni carro ni caballos que tiren del carro.

Junto a ese desastre económico asistimos a una crisis moral y existencial de primer orden. Más de la mitad de los jóvenes españoles no encuentran trabajo. Y de los que lo tienen, un porcentaje importante ganan unos sueldos muy bajos. Eso implica que es imposible, literalmente imposible, que los jóvenes formen una familia. La natalidad sigue desplomándose y no cabe pensar que ese dato vaya a cambiar en las próximas décadas. Si no se pueden casar, no querrán tener hijos. Y vivirán en casa de los padres, con lo que los conflictos familiares crecerán exponencialmente, ya que no es lo mismo lidiar con adolescentes que con hijos e hijas de 25-30 años, que no solo no trabajan sino que “necesitan” dinero para sus gastos de ocio. Es más, cuando buena parte de esos jóvenes quieran incorporarse al mercado de trabajo, no sabrán. Quien no ha trabajado apenas de los 20 a los 30 años, ¿sabrá hacerlo a partir de esa edad? ¿qué experiencia tendrá? ¿qué empresa querrá contar con sus servicios? A eso hay que unir que gracias a una política educativa penosa, propia de países tercermundistas, las nuevas generaciones tienen una formación muy deficiente. Gobiernos anteriores han estado más preocupados en enseñar a los jóvenes a ser consumidores compulsivos y a practicar el sexo sin responsabilidad que en formarles en los valores del esfuerzo y el sacrificio para que puedan ganarse con su trabajo el pan de cada día. Ese, y no otro, es el panorama que tiene por delante este país.

Y ante esa situación, Mariano Rajo pide paciencia. Y añade que es su deber decir la verdad. Pues muy bien, don Mariano, responda con la verdad a estas preguntas:

- ¿Con qué dinero se van a pagar las pensiones y la sanidad pública cuando la crisis demográfica convierta esta nación -o lo que quede de ella- en un país de viejos?
- ¿Qué posibilidades de futuro tienen los jóvenes que están excluidos del mercado de trabajo?
- ¿Qué cree usted que puede ocurrir cuando la gente se harte de tener una clase política en la que se conceden indultos a los colegas corruptos?
- ¿Qué pasará cuando el sistema autonómico demuestre de forma más radical no solo ser un lastre para la cohesión territorial del país sino para la economía?
- ¿Qué cree que va a pasar cuando esos 6,2 millones de desempleados se queden sin prestación social alguna? ¿de verdad piensa que Cáritas tiene tantos comedores sociales como para atenderlos?

Y no nos venga con lo de la herencia recibida. A usted no se le votó para que se quejara de lo malo que fue ZP sino para que arreglara el desastre. Si no sabe, coja la puerta y lárguese. Deje de asfixiar a la clase media a impuestos. Plante cara de verdad a los que han pretendido ahogarnos con la deuda. España no es Islandia. Si aquí quebramos, quiebra Europa y de paso medio mundo. Aproveche esa circunstancia y pida más tiempo y mejores intereses para pagar lo que debemos. Solo así el estado podrá invertir para producir un incremento de la actividad económica. Solo así el estado podrá ayudar a los emprendedores, que hoy se quedan en casa en vista del panorama. A día de hoy, usted representa lo peor de la política económica de izquierdas y lo peor de la de derechas. Para este viaje, no hacían falta sus alforjas.

Cuando la gente no tiene ni para comer no se le puede pedir paciencia. Cuando la gente se ve en la calle -aun con culpa propia en muchos casos- la paciencia no sirve de nada. Y cuando se pierde la paciencia, ya sabemos lo que pasa. Estamos quizás muy cerca de que pase.

Luis Fernando Pérez Bustamante