HOMILÍA DEL OBISPO | AÑO DE LA FE

Homilía dirigida por D. Vicente Jiménez a los peregrinos de la Vicaría de Santiago con motivo del Año de la Fe


 

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SANTANDER | 11.05.2013


AÑO DE LA FE

PEREGRINACIÓN A LA Santa Iglesia CATEDRAL

Vicaría de Santiago, 11 de mayo de 2013

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander

Queridos hermanos: Sr. Deán-Presidente del Cabildo de esta S. I. Catedral; Sr. Vicario Episcopal Territorial de Santiago; Srs. Arciprestes, sacerdotes, diáconos, seminaristas, miembros de vida consagrada y fieles laicos de los arciprestazgos de la Santa Cruz y Virgen de la Barquera, en cuyo arciprestazo estoy realizando la Visita Pastoral. Medios de Comunicación Social.

“La puerta de la fe”  (cfr. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros” (Benedicto XVI, Porta fidei, n. 1).

El Año de la fe es “una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo” (Ibidem, n. 6). En este Año de la fe se da a los fieles “la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo” (Ibidem, n. 8).

Nuestra Diócesis de Santander, en su Programación Pastoral Diocesana 2012-2013, propone en una de sus acciones, la peregrinación de cada una de las cuatro Vicarías Territoriales a la S. I. Catedral para celebrar y confesar la fe de la Iglesia en torno al Obispo, sucesor de los Apóstoles, en comunión con el Sucesor de Pedro, que preside el Colegio Episcopal.

Sentido de la peregrinación

Hoy, 11 de mayo, en la celebración litúrgica de la Ascensión del Señor, en el clima gozoso de la Pascua, peregrináis a nuestra Catedral, madre y cabeza de todas las iglesias de la Diócesis, los fieles de la Vicaría Territorial de Santiago, una amplia zona que comprende Liébana, Cabezón de la Sal, Saja-Nansa y la costa occidental como San Vicente de la Barquera. Además, habéis llegado en autobuses fieles de Potes, Cabezón, Treceño y Comillas. Os doy las gracias de corazón a todos los aquí presentes, que habéis dejado vuestras casas y parroquias, para peregrinar a esta S. I. Catedral.

¿Cuál es el sentido de la peregrinación? La historia de la Iglesia es una constante peregrinación. La peregrinación evoca el itinerario personal y comunitario tras las huellas de Jesucristo Redentor del hombre; es ejercicio de laboriosa ascesis, de esfuerzo y sacrificio. Peregrinar es rezar con los pies; es traer al pie del altar nuestros gozos y esperanzas, nuestras angustias y tristezas; es confesar nuestros pecados, pedir perdón y alcanzar la misericordia divina en el sacramento de la Penitencia y el don de la indulgencia plenaria.

Con esta peregrinación podemos ganar la indulgencia plenaria, concedida por la Santa Sede, cumpliendo las condiciones acostumbradas en la Iglesia: confesión sacramental, comunión eucarística, recitación del Credo y oración por las intenciones del Papa. 

Solemnidad de la Ascensión del Señor

Celebramos hoy con toda la Iglesia en este domingo VII de Pascua, la admirable Ascensión del Señor a los cielos. Una fiesta que es, entre otras, estas tres cosas, glorificación y triunfo de Jesús; participación nuestra en su victoria; comienzo de la misión de la Iglesia.

1. Glorificación y triunfo de Jesús. Para Jesús, la Ascensión es como el remate glorioso de su vida y obra. San Lucas en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles presenta la Ascensión como el momento culminante de la Historia de la Salvación. La Resurrección es el momento crucial: victoria sobre el pecado y la muerte. La Ascensión es el culmen, el otro pilar del puente pascual: el “paso” a la glorificación plena.

            Cristo asciende hoy a la plenitud de su victoria a la derecha del Padre (2ª lectura de la carta a los Efesios). Es constituido Señor, Kyrios de la creación, del cielo y de la tierra, de lo visible e invisible, “por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación y por encima de todo nombre conocido no sólo en este mundo, sino en el futuro”.

            Desde hoy “todo lo que pidamos al Padre en su nombre, nos lo concederá” (Jn 16, 23); en su nombre concluirá la oración; en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados; en su nombre se realizará la salvación.

            2. Participación nuestra en su victoria.  Pero el triunfo en plenitud de Cristo es ya también nuestra victoria: la de la humanidad, la de la historia y la de toda la creación. “El cielo ha comenzado, / vosotros sois mi cosecha. / El Padre ya os ha sentado / conmigo a su derecha” ( Himno de laudes).

            La Ascensión de Cristo es primicia de todas nuestras “ascensiones”: la persona tiene un proyecto de hombre nuevo en el que mirarse; la humanidad tiene un ideal de progreso total al que aspirar; la historia y la creación tienen un final feliz que alcanzar.

            La esperanza, nacida a la luz en la mañana de la Resurrección, tiene una meta en la que fundarse. “Hasta que lleguemos al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud” (Ef 4, 13). “Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra” (Ef. 1, 10).

            3. Comienza la misión.  Para San Lucas, Jerusalén es el punto de llegada (Evangelio) y el punto de partida (Hechos de los Apóstoles). “Partid frente a la aurora, / salvad a todo el que crea. / Vosotros marcáis mi hora. / Comienza vuestra tarea” (Himno de laudes).

            Es la hora de la misión. Jesús, exaltado a los cielos y hecho Señor del cosmos y de la historia, nos enviará la fuerza de su Espíritu en Pentecostés para que seamos sus testigos hasta los confines del mundo. Es la hora de la misión. Toda nuestra pastoral debe ser evangelizadora y misionera. Como dice el Papa Francisco hay que evitar una Iglesia “autoreferencial”. “Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro.

            Es verdad también que una Iglesia que sale le puede pasar lo que a cualquier persona que sale a la calle: tener un accidente. Ante esta alternativa, les quiero decir francamente que prefiero mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma. La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autoreferencialidad; mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar “la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (Papa Francisco, Carta a los Obispos de Argentina, 14.04.2013).

 La Iglesia, como testigo de la fe en Jesucristo, prosigue su tarea de llevar a todos los rincones de la tierra el Evangelio de Jesús y lo hace entre otras formas, mediante los Medios de Comunicación Social. Hoy celebramos la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, con el lema “Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización”. Las redes sociales son como una plaza pública y abierta en la que las personas comparten ideas, informaciones, opiniones, y donde además nacen nuevas relaciones y formas de comunidad pública.

Durante el Año de la fe debemos tener muy presente a la Santísima Virgen María, proclamada “bienaventurada” por haber creído (cfr. Lc 1, 45) y propuesta por el Concilio Vaticano II como “tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo” (LG 63; SC 103).

 En esta tarde del mes de mayo, el mes de María, el mes de las flores, le ofrecemos la flor de nuestra vida, la alegría de nuestros niños, los proyectos de nuestros jóvenes, los desvelos de las familias en esta hora de grave preocupación por la crisis económica, que tan duramente está golpeando en el desempleo, la falta de vivienda, los recortes en sanidad y educación.

En esta Eucaristía el Señor prepara ahora para nosotros la mesa del banquete pascual de la Eucaristía.

Os reitero mi gratitud por vuestra participación en esta peregrinación y os deseo una feliz Solemnidad de la Ascensión del Señor. Amén.