5.05.13

Dos botellazos contra las vidrieras

A las 8:40 AM, por Jorge
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Nos hemos acostumbrado tanto a las pequeñas agresiones que venimos sufriendo que para que algo sea noticia tiene que ser en verdad cosa muy gorda. Y ya ni siquiera.

Todavía hay ocasiones en que aparece en algunos medios, generalmente católicos o de no excesiva tirada, la noticia de un sagrario profanado, un intento de quema de alguna puerta de iglesia o algún suceso realmente extraño o preocupante.

Pero hay mil cosas de la vida diaria que aún siendo detalles que preocupan, dejaron de ser noticia posiblemente por lo habituales. Lo hablo con los compañeros: una pintada más, alguien que abre la puerta de la iglesia en misa y grita, algún insulto por la calle a sacerdotes, piedras…

Antes de anoche nos han lanzado dos botellas contra las vidrieras del templo parroquial, afortunadamente sin consecuencias, ya que están protegidas por un vidrio blindado. Un detalle más de lo que está latente en esta sociedad nuestra como consecuencia de una siembra concienzuda.

La iglesia católica molesta. Si nos dedicáramos solo a decir que Dios es bueno, que todo vale y que lo importante es respetarse, no tendríamos problemas, y menos aún si eso lo hiciéramos en las catacumbas, quitásemos todo signo religioso externo y nos convirtiéramos en un grupúsculo escondido sin derecho a opinar.

No seré yo quien claudique de esa forma. A ver si ahora uno puede lucir por la calle dos cadenas en el pescuezo, una cresta multicolor, la bandera republicana, una túnica azafrán, la bufanda de su equipo de fútbol o la pegatina de UGT, y la cruz ofende. A ver sí se puede decorar una fachada entera con un cartel de CC.OO., del PP o de IU y una cruz ofende. O colocar uno en su mesa de despacho una foto del Che Guevara mientras nos cabrea la imagen de la Virgen del Pilar en la mesa del vecino.

Con la libertad de expresión pasa algo parecido. Todo bicho viviente puede decir lo que le venga en gana sin mayor problema. Pero habla una organización como la iglesia, con veinte siglos de historia, con un pasado cultural y espiritual indiscutible y una capacidad de convocar al 15 por ciento de la población cada domingo en sus misas, y se nos niegan el pan y la sal, se cabrea el personal y nos vuelven a mandar a las sacristías mientras el último mindundi que se representa a sí mismo es escuchado como sí fuera el oráculo de Delfos redivivo.

Y para que vayas con cuidado, dos botellazos a las vidrieras y mucho ojo. Pues es lo que hay. No sale en los medios pero desgraciadamente está pasando.