CARTA DEL OBISPO

LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS

 

 

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SANTANDER | 05.06.2013


Queridos hermanos en Cristo:

            El viernes, 7 de junio, la Iglesia celebra la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Es una buena ocasión para reflexionar sobre el culto al Corazón de Jesús, al que la piedad del pueblo fiel le dedica el mes de junio.

            La devoción al Corazón de Jesús se fundamenta en la Sagrada Escritura, en la Tradición viva de la Iglesia, en la Liturgia y en Magisterio de los Papas, sobre todo en los últimos tiempos.

Los SS. Padres de la Iglesia se detuvieron con gusto en el texto de San Juan sobre la lanzada de Cristo muerto en la cruz: “uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua” (Jn 19, 34). Profundizaron en la contemplación del costado abierto de Cristo, en la herida que se hizo en su Corazón, de donde brotaron el agua, símbolo del Bautismo, y la sangre, símbolo de la Eucaristía: los Sacramentos de la Iglesia.

            En nuestros días, el culto al Corazón de Jesús cobra actualidad extraordinaria, porque precisamente del Corazón del Hijo de Dios, muerto en la cruz, ha brotado la fuente perenne de la vida que da esperanza al hombre. Del Corazón de Cristo crucificado nace la nueva humanidad, redimida del pecado. El hombre del tercer milenio tiene necesidad del Corazón de Cristo para conocer a Dios y para conocerse a sí mismo; tiene necesidad de él para construir la civilización del amor.

Junto al Corazón  de Cristo, el corazón del hombre aprende a conocer el sentido verdadero y único de su vida y de su destino, a comprender el valor de una vida auténticamente cristiana, a evitar ciertas perversiones del corazón, a unir el amor filial a Dios con el amor al prójimo.

Por eso debemos aprobar y alentar a cuantos, de cualquier manera, siguen cultivando, profundizando y promoviendo en la Iglesia el culto y la devoción al Corazón de Jesús, con lenguaje y formas nuevas adecuadas a nuestro tiempo, para poder transmitirlo a las generaciones futuras con el mismo espíritu que siempre lo ha animado.

Se trata, en definitiva, de guiar hoy a los fieles para que contemplen con sentido de adoración el misterio de Cristo, Hombre-Dios, a fin de que lleguen a ser hombres y mujeres de vida interior, personas que sientan y vivan la llamada a la vida nueva, al fortalecimiento de la fe, a la santidad; personas, que se preparen para la nueva evangelización, reconociendo que el Corazón de Cristo es el corazón de la Iglesia; urge que el mundo comprenda que el cristianismo es la religión del amor. Acerquémonos al Corazón abierto del Salvador, para que podamos beber con gozo de las fuentes de la salvación.

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander