P.- ¿En este tiempo, se han sucedido en la Iglesia realidad
complicadas en torno al ministerio sacerdotal, han influido éstas en
la actualización del Directorio?R.- He dicho esto sobre
el plano teológico, pero ciertamente también sobre el plano de la
existencia de cada día tengamos en cuenta que han sucedido, o han
sido puestos de relieve, muchos hechos negativos. Pensemos en toda
la cuestión sobre los abusos, más marcados en ciertas partes del
mundo. Esto exigía poner de manifiesto, al mismo tiempo, una
realidad muy importante que corresponde a la gran mayoría de los
sacerdotes que son fieles a sus obligaciones, incluso heroicamente
fieles a sus obligaciones y darles un refuerzo de credibilidad ante
sí mismos, ante la propia misión, y ante el pueblo de Dios, y
también ante los que están alejados, porque el sacerdocio
ministerial es obviamente para todos. Este era otro factor a tener
presente.
El año sacerdotal supuso un renovado impulso en la concepción y
la misión del sacerdote en la Iglesia
Realmente, el Directorio ha sido enriquecido, como dije
anteriormente, con todo lo que ha sido la experiencia muy positiva
del Año Sacerdotal, y del riquísimo magisterio de Benedicto XVI
establecido, sobretodo en aquél año, a través de catequesis y
homilías para el sacerdocio ministerial. Este ha sido un punto
importante de su pontificado: la claridad teológica sobre el
misterio de la Iglesia y la sacramentalidad del sacerdocio
ministerial íntimamente ligada a la sacramentalidad de la Iglesia.
También se ha dado un impulso a la profundización de la vida
litúrgica de la Iglesia, que implica también una profundización del
sacerdocio ya sea ministerial, ya sea de los fieles. Porque hay un
cordón umbilical que lega la eucaristía al sacerdocio ministerial y
evidentemente había esta riqueza de magisterio que necesitaba salir
a la luz.
P.- Recientemente la Congregación del Clero ha asumido
las competencias en la cuestión de Seminarios, que antes pertenecían
a la Congregación para la Educación Católica ¿Cómo ha afectado esto
a sus trabajos?
R.- Como consecuencia de la Pastores dabo vobis,
se puso de manifiesto la necesaria relación entre la formación
inicial en el Seminario con la formación permanente de los
sacerdotes. Estábamos en la reelaboración del Directorio cuando tuvo
lugar el paso de la competencia sobre los seminarios de la
Congregación para la Educación católica a la Congregación para el
Clero. En este sentido, la Congregación para el Clero ha sentido la
necesidad de ofrecer un instrumento que, actualizado en muchas
partes, pudiera dar al formador unas premisas para trabajar, ya sea
en la formación del Seminario, ya sea en la formación permanente.
P.- ¿Cómo recoge el Directorio la cuestión de la
fraternidad sacerdotal?
R.- El Directorio ha querido acentuar lo más
posible el aspecto de la fraternidad sacerdotal, como gran sustento
de la vida del sacerdote. Es un apoyo también para la vivencia
consciente y alegre del celibato eclesiástico y ciertamente, la
fraternidad sacerdotal ayuda al sacerdote a sentirse dentro de una
familia.
Se busca profundizar un poco la teoría del presbiterio, no sólo
como una amistad puramente humana, que es algo positivo pero no
sustancial, sino también con la sacramentalidad del mismo
presbiterio que es sustancial. Por tanto una fraternidad que es
vivida de varias formas…pero que sobre todo nace de la reflexión
sobre la liturgia de la misa crismal del Jueves Santo.
P.- ¿Cuáles son las preocupaciones que usted tiene como
prefecto de la Congregación del Clero? ¿Cuáles son, desde su punto
de vista, las prioridades de su Congregación?
R.- En mi trabajo, sobre todo tengo presente la
espiritualidad del sacerdote y su misión. Estos dos puntos juntos
están, en mi opinión, en sintonía con el sentir, el deseo, y el
querer del actual Sumo Pontífice. La espiritualidad en el sentido de
que, como habrá oído el Papa a menudo reclama, el hecho de que se
trate la Iglesia más como una organización internacional, como un
tipo de Cruz Roja Internacional, con todo respeto a estos aspectos,
pero la Iglesia es un Misterio, es decir, no una súper organización.
Naturalmente un misterio que viviendo en este tiempo, en esta fase,
tiene necesidad de organización también humana, pero como soporte,
con la conciencia siempre muy clara que se trata de servir a un
Misterio, el Misterio de Dios que en la historia quiere salvar al
hombre. Por tanto, la organización no debe ahogar al Misterio.
Para el sacerdote podemos decir que vive en un tiempo delicado,
porque todas las épocas tienen sus características y no debemos
exagerar la dificultad de nuestro tiempo respecto a otras. Podemos
pensar en las dificultades que pueden haber atravesado los
sacerdotes en el periodo de tribulaciones que conllevó al Concilio
de Trento, pensemos en el siglo XVIII, el laicismo, el modernismo,
etc, debemos pensar que entonces nuestros hermanos no soportaron un
peso ligero. Por tanto no tenemos que exagerar. Sin embargo, debemos
responder a las exigencias de nuestro tiempo, y no de otro tiempo,
atesorando también lo que en otro tiempo han preparado. Creo que es
importante que este Pontificado, providencialmente en continuidad y
no en discontinuidad con el Pontificado anterior, quiere enfatizar
algunas cosas y esto se convierte también en mi preocupación.
Y resumiendo sobre lo que decía sobre el misterio, el sacerdote
tiene en una tesitura espiritual particularmente fuerte, que sepan
que para estar entre la gente, el cura, sobre todo el diocesano, por
su vocación específica, está llamado a estar con la gente, en medio
de un pueblo. Y la Iglesia debe estar siempre de parte de las
personas, porque está hecha para las personas. Pero, para hacer esto
y no caer en el populismo, en la demagogia ocurre esta tesitura
espiritual especial, por eso digo que los sacerdotes en este tiempo
deben permanecer en el campo del Espíritu, y por tanto su
musculatura deberá ser la propia del espíritu, porque deben remar
continuamente y remar contra corriente, porque la corriente del
consumismo, la del pansexualismo, la de la no existencia de la ley
natural, exigen una respuesta que precisa de una fuerte musculatura
espiritual.
En lo que se refiere a la segunda cuestión, la de la misión, está
muy ligada a la primera, porque si se trata de un misterio, si se
trata de salvación y de salvación eterna del hombre, conviene al
sacerdote estar con Cristo delante de la Iglesia.
La misión surge de un contagio del corazón que se inflama estando
ante el Sagrado Corazón de Jesús. Y yo creo que estas son las
preocupaciones más importantes.
P.- Cuáles considera usted, ante el panorama de la
ausencia de vocaciones que se dan en algunos países, especialmente
en los del primer mundo, ¿por dónde iría la solución a esta ausencia
de vocaciones, traer sacerdotes de otros países, el impulso de la
pastoral vocacional…?
R.- Efectivamente esta ausencia de vocaciones es
un fenómeno europeo y sobre todo concentrado en algunos países, y
por tanto no es un factor universal. Pero es algo que debemos
afrontar y, como somos una familia, incluso también en los países en
los que no se ha llegado a este punto. Debemos estar atentos por el
fenómeno de una secularización que es galopante y que, con los
medios de comunicación, indudablemente el desafío llega a todas
partes.
En cualquier caso, en general, podemos recordar que el primer
punto de las vocaciones es aquello que se dijo: “Rogad al dueño de
la mies”. Por tanto sería muy conveniente la constitución de un
punto al menos, en todas las diócesis, de adoración perpetua del
Santísimo Sacramento. De ahí brotará una creatividad pastoral. No
olvidemos que ciertas figuras, como S. Juan de Ávila o como el santo
cura de Ars, indudablemente sin tener un título en Teología pastoral
han hecho milagros pastorales, y los han hecho aprendiendo de una
cátedra particular, la del Sagrado Corazón de Jesús que es el
corazón del Buen Pastor.
Por tanto intentar acercar a todos de nuevo a la adoración
eucarística y hacer comprender a la gente que la preocupación por
las vocaciones sacerdotales no es sólo una preocupación del obispo,
que no sabe cómo cubrir determinados lugares pastorales, sino una
preocupación de toda la comunidad, de la cual el obispo es cabeza y
por tanto es impulsor y organizador, pero la preocupación ha de ser
de todos.
También la maternidad espiritual, a la que yo suelo recurrir
mucho, pensando en la Virgen y aquello que la Virgen representa:
está al pie de la Cruz, con S. Juan. Recordemos lo que Jesús ha
dicho al joven y lo que ha dicho a su madre. Yo creo que es muy
importante y puede implicar a muchas almas femeninas el saber vivir
interiormente, en unión con María Santísima, está maternidad sobre
las vocaciones; adoptar esas vocaciones, aunque sin conocerlas
personalmente, y verlas con los ojos de la fe. Porque vocaciones sí
hay, pero los oídos que deben escuchar la voz de Jesús están
distraídos.
Después de esta oración y de esa maternidad espiritual hay otros
aspectos organizativos en la pastoral vocacional, pero lo sustancial
es esto. También hacen falta sacerdotes muy motivados y muy claros
en lo que se refiere a su propia identidad. Esto se manifiesta en
una alegría muy particular que los jóvenes saben captar. Comprenden
que es algo hermoso, que no es algo frustrante. Por último, sin duda
privilegiar el ministerio de la confesión sacramental y de la
dirección espiritual, aunque los jóvenes no lo llamen así. Se
podrían decir muchas otras cosas, pero estas son las fundamentales.