15.06.13

 

En mis años de cura y antes, de chavalillo, siempre me he encontrado con gente buena y sencilla. Hoy quizá hasta me atreva a colocar nombres, aunque siempre quedará gente fuera. Sé que me disculparán. Con uno o dos por parroquia será suficiente.

Por ejemplo Nieves, que lleva no sé cuantos años en Miraflores cuidando de las cosas de la parroquia y al frente de la contabilidad. O Charo, sacristana por más de cincuenta años en Navalafuente, o María en Guadalix, que si no son cincuenta, lleva más de treinta. Una oración para Felisa, que hizo lo propio durante más de sesenta años en Bustarviejo.

¡Cómo no voy a acordarme de Pilar, de Guadalix, años y años con los purificadores! O de Julia, que llevará en Santa Ángela más de veinte años como catequista y encargada del arreglo del templo. No voy a dar nombres de gente de mi parroquia actual, pero esta tarde abrimos el mercadillo de Cáritas y son más de cincuenta colaboradores los que se mueven, algunos de ellos llevan toda la vida en estas cosas y tan felices. Un saludo a Lucrecia, al frente del rastrillo de “la Esperanza” más de treinta años. Por cierto, la mayoría, mujeres.

Con ellas podría muy bien traer a colación a Manolo, de la Esperanza, Paco de Santa Ángela, Lucas q.e.p.d. de Guadalix, subastero de la Virgen una vida entera…

Esta gente tiene un mérito especial. Han conocido a Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y II, Benedicto XVI y ahora a Francisco. Obispos varios, desde D. Leopoldo a D. Antonio María, y párrocos ni te cuento. Primaveras, veranos e inviernos eclesiales, según dicen. Pero siguen ahí, porque por encima de cualquier otra consideración son gente de Cristo, de iglesia, de parroquia.

Con ellos, los católicos de a pie. Sí, esos de misa daría o al menos dominical, rosario, confesión de vez en cuando, rezar y si hay que hacer algo aquí estamos. Gente que sabe lo esencial de su fe y permanecen fieles a Cristo y a la Iglesia por encima de papas, obispos o curas párrocos.

Para esta gente de a pie, esta generación de “Rafaelas”, lo que les preocupa es si sus hijos y nietos van a la Iglesia, la gente que no tiene para comer, amar a Dios sobre todas las cosas y ayudar y dar la cara por su Iglesia y su parroquia porque saben que eso merece la pena. Personas que quieren y respetan de corazón al papa y a sus obispos, que comprenden las manías de su párroco y en su sencillez están atentos a lo que el papa les diga para tratar de vivir en consecuencia.

Estas Rafaelas nunca me han pedido mayor democracia en la Iglesia, vender el Vaticano, derogar el sexto mandamiento o aceptar el aborto. Ellas, y ellos, a lo suyo desde hace treinta o cuarenta años.

La base de la Iglesia no son Menganitez y su comunidad de base. Tampoco el grupo de oración místico contemplativa de sor Veneranda ni la sociedad de católicos por la profundización en el eneagrama. La iglesia de base son gente como Nieves, Charo, María Pilar, Lucas, Manolo, Lucrecia, Julia, Felisa, Paco… que algunas cosas, efectivamente, no las entienden de todo, pero saben que por encima de eso son de Cristo y en la Iglesia.

Rafaela, cuando escucha cosas de estas, siempre pregunta lo mismo: “antes de nada, ¿usted va a misa, se confiesa, reza, colabora con su parroquia en cosas concretas, acepta el catecismo?” Y si la respuesta es: “hay que respetar la libertad”, Rafaela responde: “vale, comprendido”. Y directamente desconecta.