18.06.13

 

Una de las cosas buenas que tienen las redes sociales es que te suelen enviar cosas de las que no habría manera de que te enteraras por ti mismo, por la sencilla razón de que no las buscas. Días atrás, uno de mis seguidores en Twitter (@luisperezbus), tuvo a bien comentarme su estupor al leer uno de los libros de un sacerdote y profesor jubilado de teología de la archidiócesis de Madrid, del que prefiero no dar el nombre porque a estas alturas de la película ya da igual quién sea. Su caso me sirve como ejemplo para mostrar hasta qué punto en la Iglesia se ha hecho una dejación absoluta de algo tan importante como defender la sana doctrina y alejar a los falsos maestros de la formación teológica de futuros sacerdotes y de seglares.

Cito de una de las obras de ese autor:

Nosotros, en cambio, valoramos la cruz como el momento en que manifestó hasta dónde llegaba su amor (Jn 15, 13: “Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos"), pero nos atrevemos a decir -y espero que no se nos malinterprete- que la cruz, en vez de ser algo deseado por el corazón de Dios, fue un “accidente laboral". Cuando el que trabaja no toma suficientes precauciones, puede sobrevenir el accidente; y Cristo se despreocupó de sí mismo por completo.

Pero eso no quiere decir que él buscara morir. Antes de su detención rezaba diciendo: “Padre, si quieres, aparta de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22, 42).

Tampoco el Padre, a pesar de lo que puede parecer por el final de la petición anterior, quiso su muerte (¡ningún padre quiere que muera su hijo!). En la parábola de los viñadores homicidas (Mc 12, 1-8), que recapitula toda la historia de la salvación, se ve claramente la secreta esperanza de Dios: “Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste. el último, diciendo: A mi hijo le respetarán.”

Es verdad que el Padre del Cielo no evitó la ejecución de Jesús, pero eso no significa que la deseara.

¿Les parece poco? Pues miren:

El sufrimiento no es redentor

Si es exacta nuestra convicción de que la voluntad de Jesús no fue sufrir, sino amar, y la cruz le sobrevino como simple “accidente laboral", se impone una conclusión: La redención no pudo ser por el sufrimiento, sino por el amor; aunque fuera en el sufrimiento, y en este sentido podamos decir que “sus heridas nos curaron” (Is 53. 5).

Me abstengo de replicar teológicamente, punto por punto, semejantes afirmaciones. Cualquiera que entienda de doctrina católica sabe bien lo que Cristo respondió al príncipe de los apóstoles cuando le pidió que no se dejara matar en la cruz (negritas mías):

 

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para sufrir mucho de parte de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y al tercer día resucitar.
Pedro, tomándole aparte, se puso a amonestarle, diciendo: “No quiera Dios, Señor, que esto suceda". Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: “Retírate de mí, Satanás; tú me sirves de escándalo, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres“.
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará".
Mt 16,21-25

Imagínense ustedes lo que Cristo diría a quien considera su muerte en la cruz como un accidente laboral y al que niega que sus sufrimientos en el Calvario fueran redentores. Yo solo me pregunto: ¿cabe mayor blasfemia contra la sangre de Cristo?

Pues bien, el autor de esas afirmaciones, además de haber publicado cerca de una veintena de libros -alguno best-seller- ha sido profesor de teología en San Dámaso y en Comillas. De hecho, ha sido algo más que profesor, pero no quiero dar más pistas. Es bastante probable que muchos sacerdotes y teólogos en España hayan recibido clases suyas. A decir verdad, no tengo ni idea de si entre las materias que dio figuraba la soteriología, pero nada me hace pensar que su ortodoxia en otras ramas de la teología es mejor que la que demuestra en lo relacionado con la redención.

Es altamente improbable que algún obispo español no haya leído a este sacerdote. Es también difícil que no supieran su condición de formador de seminaristas y futuros teólogos. Y sin embargo, al menos hasta donde yo sé, nadie ha hecho nada para al menos advertir que la teología de ese señor es una ataque frontal a lo que la Iglesia enseña sobre la redención. Y ya advirtió San Pablo:

…porque la doctrina de la cruz de Cristo es necedad para los que se pierden, pero es poder de Dios para los que se salvan.
1ª Cor 1,18

Eso sí, nuestros pastores publicaron un documento en el que explicaron que estaba muy feo eso de que cierta teología contribuyera a la secularización interna de la Iglesia. En dicho texto leemos:

…de modo que se ha negado su voluntad de morir en la Cruz por los hombres. La Iglesia ha reiterado que el mismo Cristo aceptó y asumió libremente su Pasión y Muerte para la salvación de la Humanidad.

Muy bien, ¿y qué han hecho los obispos con quienes niegan eso? ¡¡¡ NADA !!! En este país se puede negar la redención tal y como la entiende la Iglesia y ser profesor de teología en San Dámaso y Comillas. Así de simple. Sin embargo, san Pablo decía con lágrimas en los ojos:

Porque son muchos los que andan, de quienes frecuentemente os dije, y ahora con lágrimas os lo digo, que son enemigos de la cruz de Cristo.
Fil 3,18

Luego nos extrañamos de que la apostasía avance, cuando se ha permitido que la misma se instale en nuestra cátedras, en nuestros seminarios, en nuestros púlpitos -ese sacerdote está hoy en una parroquia madrileña-, en nuestros colegios, en nuestras catequesis.

Cristo se preguntó si habría fe en la tierra cuando Él regresara. Yo creo que será milagroso que encuentre mucha si desde su propia Iglesia los responsables de evitar que la fe se contamine miran para otro lado. Pero claro, decir esto te convierte en un profeta de calamidades, inquisidor, ultra, talibán, etc. Hay quien ha pedido que se nos silencie, que se nos desautorice, que se diga que somos un peligro para la unidad de la Iglesia, etc. Y sin embargo:

Algunos fariseos de entre la muchedumbre le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. El contestó y dijo: Os digo que, si ellos callasen, gritarían las piedras.
Luc 19, 39-40

Si calláramos, si tuviéramos que cerrar este portal o incluso si pasáramos a mejor vida, otros tomarían el relevo. Y si no, las piedras gritarán.

De poco vale ya llorar por la leche derramada. Recemos por nuestros pastores para que el Señor les ilumine y les fortalezca de forma que, de ahora en adelante, sean fieles custodios del depósito de la fe.

Luis Fernando Pérez Bustamante

PD: No admito comentarios en los que se revele el nombre del sacerdote protagonista circunstancial de este post. Como él han habido, y me temo que hay, otros muchos. Y no me apetece lanzar una campaña contra él.