18.06.13

Un amigo de Lolo - Dios siempre espera lo mejor de nosotros

A las 12:18 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Si pasas por alguna noche oscura en tu vida… no olvides que puedes iluminarla reconociéndote hijo de Dios.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación

Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Dios siempre espera lo mejor de nosotros

“En la Voluntad de Dios todos nuestros nombres están escritos en verde ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (802)

Cuando nos consideramos, nos vemos o nos imaginamos, frente a Dios es más que probable, que nos demos cuenta de una realidad tan apabullante como cierta: no somos nada ante el Todopoderoso y ante el Creador.

La constatación de tan importante realidad (que nos baja del pedestal en el que, a veces, nos subimos) es, sin embargo, crucial para gozar de una comprensión de nuestra vida que sea minimanente aceptable y verdadera. Otra forma de ver las cosas es, simplemente, como no aceptar la realidad y querer construir nuestra vida sobre fundamentos de barro los cuales, ya sabemos, por cierto, qué poco pueden sostener nada.

La parábola de los talentos la tenemos como una muy bien construida. Una realidad palpable: aquello que se entrega a cada persona; una consecuencia: unos hacen rendir los talentos que se les entregan mientras que alguna de ellas tiene miedo y lo esconde y, claro, así no rinde nada de nada.

Pero Dios, que nos mira siempre, está tan cerca de nosotros que no pierde ripio de lo que hacemos. En muchas ocasiones quedarse pasmado viendo como dilapidamos una existencia terrena como si no fuera importante, para toda la humanidad, lo mucho o poco que podemos hacer o como si importase bien poco que seamos diligentes con lo que se nos ha entregado.

Pudiera dar la impresión, entonces, de que no hacemos lo que debemos o, al menos, no tanto como deberíamos hacer. En unas ocasiones porque, simplemente, no captamos los talentos que tenemos y otras, las más, porque conociendo los que son creemos que es mejor guardar un prudente silencio sobre los mismos pues no vaya a ser que se nos pida esto o lo otro.

Así somos muchas veces y así, tristemente, nos perciben nuestros semejantes: excesivamente rácanos en cuanto a nuestra particular entrega según lo que Dios nos ha dado para hacer rendir.

Pues muy a pesar de lo que son las cosas y cómo las mismas se manifiestan a través de nosotros, el Creador nunca pierde la esperanza de que seamos como debemos o de que cumplamos con nuestra obligación de buenos hijos de un mejor Padre.

Y es que Dios, que siempre quiere lo mejor para nosotros (como cualquier padre al respecto de sus hijos) no cesa de iluminar nuestra existencia con la luz de la fe y con la sal de su Palabra. Sólo así, con una y con otra (más las virtudes, gracias, etc.) mantiene su esperanza intacta en nosotros y en nuestras imposibilidades, tantas veces infecundas o poco fructíferas por nuestra falta de constancia en el ejercicio de los talentos o, simplemente, por nuestra falta de fe cuya llama, en demasiadas ocasiones, parece no quemarnos ni purificarnos.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán