10.07.13

 

El cardenal y arzobispo de Boston, Sean O’Malley, ha decidido que las parroquias de su archidiócesis no están para que los agentes de secularización interna de la Iglesia hagan propaganda de sus heterodoxias. Enterado de que el líder de la «Pfarrer-Initiative» tenía pensado pasar por Boston, ha dado una orden clara: “El padre Helmut Schüller defiende posiciones contrarias a las enseñanzas de la Iglesia católica y, por lo tanto, no puede hablar en ninguna parroquia de la diócesis“.

Como cabía esperar, toda la morralla progre-eclesial de los EE.UU ha puesto el grito en el cielo. Dicen que el cardenal debería “animar a que se debatiera fondo en todos los sitios y comunidades el futuro de nuestra misión eclesial“. Y añaden que “este intento de vetar el debate ocasiona un enorme daño al cuerpo de Cristo, el Pueblo de Dios, que, gracias al bautismo, se encuentra habilitado para participar en la edificación de la Iglesia“.

En realidad lo que plantean es que la Iglesia debe dejar paso en su seno a la libertad de opinión. Y ciertamente es necesaria. Incluso antes del Concilio Vaticano II, el papa Pío XII dijo esto (negritas mías):

Nos querríamos todavía añadir una palabra referente a la opinión pública en el seno mismo de la Iglesia (naturalmente, en las materias dejadas a la libre discusión). Se extrañarán de esto solamente quienes no conocen a la Iglesia o quienes la conocen mal. Porque la Iglesia, después de todo, es un cuerpo vivo y le faltaría algo a su vida si la opinión pública le faltase; falta cuya censura recaería sobre los pastores y sobre los fieles.

La cuestión no es si hay o no hay opinión pública dentro de la Iglesia. La cuestión es que hay materias que no pueden ser objeto de discusión porque pertenecen al depósito de la fe. Y el que no entiende eso, tiene un problema. El libre examen no forma parte de la fe católica. Es protestantismo puro y duro. La Iglesia Católica no es como la comunión anglicana o el luteranismo liberal, que cambian de doctrina según sopla el viento.

Lo triste es que hayamos llegado a tal punto que un cardenal tiene que explicar por qué un heterodoxo no puede hablar en una parroquia católica. Lo raro es que alguien piense que lo contrario sería lo normal. Además, no es la primera vez que esto ocurre. En octubre del año pasado, el cardenal Sistach prohibió una conferencia del teólogo Juan José Tamayo en una parroquia de Barcelona. Años atrás, el cardenal Carles hizo lo mismo con una charla de Hans Küng. Lo que a muchos fieles nos llama la atención no es que algunos obispos hagan lo que se supone que les corresponde hacer por su condición de pastores de la Iglesia y garantes de la fe, sino qué razón pueden tener otros obispos para hacer lo contrario.

De hecho, el P. Schüller piensa visitar unas quince localidades estadounidenses. ¿Cuántos obispos seguirán los pasos del cardenal O´Malley en caso de que sus charlas estén previstas en locales propiedad de la Iglesia?

A los heterodoxos yankees les duele especialmente el hecho de que el cardenal de Boston sea uno de los elegidos por el Papa para asesorarle en la reforma de la Curia. En serio, ¿de verdad piensan que lo que ellos llaman nueva primavera de la Iglesia va a consentir en dar de nuevo paso a quienes hacen de su capa un sayo con la doctrina católica? ¿lo que no consiguieron en la crisis del postconcilio, cuando eran jóvenes y estaban al frente de muchas cátedras, púlpitos, catequesis, etc, lo van a conseguir ahora, cuando los fieles que han aguantado el tirón están mayormente indiferentes o hartos de sus heterodoxias?

Quien encabeza un llamado a la desobediencia no puede pretender tener sitio en la Iglesia. La decisión del cardenal O´Malley quizás debería hacer reflexionar al arzobispo de Viena. ¿Es lógico que el cardenal Schönborn permita que siga ejerciendo como sacerdote aquel que es censurado abiertamente por otro purpurado a causa de su heterodoxia?

Luis Fernando Pérez Bustamante