15.07.13

 

Acabo de releer el documento “Iglesia particular y vida consagrada”, sobre relación entre religiosos y obispos y que aprobado en la CI Asamblea Plenaria de la conferencia episcopal española acaba de hacerse público. Desde mi humilde entender quería expresar la impresión que me ha causado.

1. Un documento a tener muy en cuenta. Su aprobación en la conferencia episcopal por UNANIMIDAD, y teniendo en cuenta que de ella forman parte cinco obispos religiosos, no es cuestión baladí.

2. Un documento desgraciadamente necesario. Y digo desgraciadamente porque si se ha sacado eso significa que entre religiosos y obispos sigue sin haber entendimiento, confianza y la necesaria comunión. No es en absoluto de ahora. Es una constante histórica. Los religiosos piensan que los obispos solo desean controlar todo, mientras que se han sentido muy solos en otras luchas, como por ejemplo en la enseñanza. Por otra parte los obispos siempre han sido muy recelosos ante las libertades que se toman los religiosos abusando, según los prelados, de su supuesta exención. Nada nuevo bajo el sol. Y como no parece que el diálogo sea fructífero no ha quedado más remedio que sacar el documento.

3. Un documento que refleja tirantez. Es la impresión que da cuando uno observa que en apenas unas cuantas páginas se han originado nada menos que 157 citas a pie de página, lo que significa no solo un documento redactado a conciencia, sino redactado de forma que nadie pueda decir nada. Es decir, bien amarradas las cosas.

4. Irreprochable en lo que dice. No creo que se le puedan poner demasiados peros en ninguna de sus partes. Una lectura no especialmente apasionada no creo que deje ver cosas extrañas, aunque hay puntos que pueden rascar un poco, como el número 9 sobre “El ministerio del obispo con respecto a la vida consagrada”. Por mi parte nada que objetar a los cauces operativos. Para empezar porque si no se llegan a conclusiones todo se queda en buenas palabras. Y porque en estos cauces sobre todo aparecen palabras como diálogo y participación.

5. Otro problema es que en no seamos capaces de superar esa desconfianza mutua original e histórica que nos lleva a recelar constantemente unos de otros. Y eso no va a tener fácil arreglo por más que los documentos digan.

Como creo que muchos de mis lectores saben, servidor ha sido religioso. Hoy, incardinado en Madrid, leo este documento con ilusión ¡quiera Dios que podamos respetarnos y entendernos! y a la vez con un cierto escepticismo. Dios sabrá.

La Iglesia universal necesita a los religiosos. Pero no como mano de obra necesaria porque el clero diocesano no consigue llegar a todas partes. Necesita el testimonio de vida común, de fraternidad, de comunión de los religiosos, anticipo de los valores del Reino. Necesita enriquecerse con el carisma de cada orden y congregación, llamadas a colaborar en la evangelización de cada iglesia particular aportando su propia espiritualidad. Qué triste me resulta, y lo digo aunque puedan caerme palos, ver una parroquia o una iglesia de agustinos, carmelitas, franciscanos, salesianos y que en lugar de mostrar a los fieles su propia riqueza, sea la comunión y la búsqueda de la verdad de los agustinos, el extraordinario amor a María de los carmelitas, la sencillez franciscana o la preocupación por los jóvenes de los salesianos, sean parroquias sin más espiritualidad que el camino neocatecumenal, comunión y liberación, carismáticos o focolares.

Desgraciadamente el documento ha sido necesario. Sé que en su momento se pasó a la CONFER para su conocimiento. Lo que ahora me gustaría, en prueba de comunión, sería una nota de CONFER sobre este asunto y un sentarse a dialogar en el respeto a la figura del obispo y la consideración eclesial a los distintos carismas, y que realmente fuera un diálogo a corazón abierto y en la comunión de todos en el Señor y en la tarea evangelizadora.

No es fácil. Somos pecadores y el peso de la historia y algunas heridas del pasado aún duelen. Pero para Dios nada hay imposible.