23.07.13

Un amigo de Lolo - Salvados por una cruz

A las 12:25 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Pensemos que Dios siempre quiere lo mejor para nosotros.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación

Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Salvados por una cruz

“La dinámica de la salvación vino a nacer de un Hombre rotundamente inmovilizado por la fuerza de tres clavos. ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (975)

La imagen de Jesús en la cruz representa mucho para toda la humanidad y no sólo para los creyentes y discípulos suyos. Aunque muchos crean que, por no ser cristianos, nada les va ni les viene que un hombre muriera como murió aquel carpintero de Nazaret, la verdad es que dio su vida por todos aunque, eso es cierto, no todos van a salvarse sino, sólo (sin olvidar la misericordia de Dios en otros casos) aquellos que, creyendo, se conviertan a su Amor.

Hay mucho escrito sobre la muerte de Jesús en aquellas terribles circunstancias; mucho se ha dicho sobre lo que significó que un hombre como el Maestro diera la vida por sus amigos y que la diera de aquella forma tan injusta; mucho que nos determina a pensar que, a lo mejor, lo hizo por/para nuestro bien.

Jesús muere entre aquellos maderos porque estaba escrito que así tenía que ser y, por tanto, poco podía hacer si, además, era (y lo era siempre) intención de aquel hombre cumplir siempre la voluntad de su Padre que, digamos, no era un padre cualquiera sino el mismo Hacedor, Dios Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de lo visible e invisible.
Con aquella muerte, además, se consiguió mucho para sus hermanos los hombres. No quedó en nada porque era voluntad de Dios que así no fuera sino que supuso, repetimos, para sus hermanos los hombres, nada más y nada menos que la salvación eterna y, así, la misma vida que Dios nos tiene reservada desde nuestra concepción.

Todo empezó, pues, en la cruz con la que quisieron terminar con aquel hombre que tanto incordiaba a los poderosos. Ellos estaban seguros de que sabían lo que hacían al respecto de la Ley de Dios y eso les daba una fuerza social inusitada. Engañaban, es posible esto, a los pequeños en la fe y, por eso mismo, no gustaban de lo que el Maestro les decía nada menos que en su misma cara. Pero Jesús tenía cosas muy importantes que decirles y no iba a estar callado porque ni Dios lo hubiese permitido ni Él mismo tampoco.

Desde aquel mismo momento, el proceso de salvación eterna lo puso en marcha Dios mismo: había muerto su hijo engendrado y no creado y su sangre había posibilitado el aquietamiento del corazón del Creador. Así dio comienzo el proceso según el cual cada alma que, en verdad, merezca llegar al definitivo Reino de Dios, hace lo propio y goza, ya para siempre, de las praderas del mismo.

Salvados, pues, hemos sido, lo somos, por gracia de Dios y por la muerte de Cristo en la cruz. Entender eso de forma plena y profunda supone, para nosotros, un seguro grande de supervivencia en la eternidad. Ahora bien, así es si, en efecto, no actuamos con dobleces o con malas artes con nuestro Creador. Él nos ama y, por eso, entregó a su Hijo. ¿Acaso no debemos ser agradecidos?

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán