5.08.13

Dioses falsos y Dios

A las 8:00 AM, por Germán
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En el Continente descubierto por Colón, las expresiones religiosas, aunque no pueden universalizarse tenían algunas características que son ciertamente especiales:

  • Se da bastante crueldad, especialmente en los aztecas en México.
  • Tienen principios y leyes severas para castigar los vicios y abusos como la embriaguez, homosexualidad, incesto y otras incontinencias. Los incas castigaban el aborto.
  • Sin embargo, en los cultos se practican el descuartizamiento de niños y personas vivas. Ellas y los que perecen en el combate “gozarán de la felicidad en otro mundo”.
  • Los dioses tienen poder sobre las cosechas, la vida del pueblo y la guerra. A estos dioses hay que aplacarlos (CIC, C, Historia de las religiones, pp. 71-62)

Las creencias animistas y totemistas eran muy propias de los pueblos encontrados.

La idolatría era criminal, en sí misma, destructora de la «nación india», por los sacrificios humanos, las constantes y mortales borracheras colectivas, la droga, la reducción de las cabezas de los recién nacidos, etc.

Y «muchos monumentos del antiguo Perú, hallábanse, ya en ruina, aun antes de la venida de los españoles».

«La idolatría india se había reducido a supersticiones de bajo nivel»,

empero la evangelización inicial de los pueblos que formaban parte del incario,

no tuvo necesidad de sucumbir a la tentación de la coacción (cf. La Hora de Dios en el Nuevo Mundo, Jean Dumont).

El extraordinario orador Emilio Castelar, era cristiano y dondequiera iba, se confesaba públicamente hombre de fe, ya que era época en la que dominada el naturalismo en las escuelas, no admitían al Dios verdadero, pero sí veneraban y ensalzaban las figuras de los dioses mitológicos. Nos ha dejado esta maravillosa pieza:

Oíd jóvenes, estaban en el Capitolio de Roma, todos los dioses que entonces adoraba el mundo, allí estaba el Isis y Osiris de los egipcios, allí el Baál y la Melita de los babilonios, allí el Ormuzd y el Ahrimán de los persas, allí el Júpiter y la Venus de los griegos, allí el Baco y el Jano de los romanos, allí estaban sobre aquellos pedestales de mármol recibiendo las adoraciones y la sangre de los sacrificios de la humanidad, de pronto se abre de par en par la puerta del augusto templo y entra un misterioso personaje: lleva sobre su cabeza una corona de espinas, sobre su espalda arrastra una pesada Cruz, avanza lentamente, dejando detrás de sus pisadas las huellas de su sangre, llega al centro del famoso templo y yergue con magnifica majestad su cabeza y exclama: Ego sum veritas = Yo soy la Verdad, y aquellos dioses falsos del paganismo se bambolean, se derrumban, caen, se convierten en polvo, y el misterioso personaje avanza, y sobre aquél polvo de todas las falsas divinidades del mundo pagano, levanta Él su altar y dice a las generaciones humanas que pasan: Ego sum veritas, Ego sum caritas, Yo soy la Verdad, Yo soy el Amor, y el mundo regenerado y redimido cayó de rodillas delante de Jesucristo, porque era la Verdad y era la Caridad, es decir, era el Verdadero Dios.

Los famosos dioses de la mitología son creaciones humanas, con una necesidad de apagar la sed de espiritualidad que lleva toda alma noble. Sus autores, excelentes poetas y filósofos dieron forma humana a sus inquietudes, a sus urgencias, a sus interrogantes, a sus deseos y así surgió todo ese fabuloso mundo de la mitología con sus personajes divinizados, que son representaciones de las aspiraciones humanas.

A Jesús en cambio, se le vio, se le palpó, la historia aún no cristiana le señala en sus páginas, y hasta los primeros escritores judíos y romanos contemporáneos, casi todos ellos enemigos del movimiento surgido de Jesús, admiten sus hechos portentosos, imposibles de explicarse con el auxilio de la ciencia humana, ni siquiera con las patrañas de la magia.

Lo más que concibieron y concedieron los paganos a sus dioses, es fabricar sus estatuas para el recuerdo, sin una conexión vital, emotiva y real con sus divinidades.

El Papa Pío XI en su Carta encíclica Quas Primas definió como «ignominiosa» la equiparación de la religión verdadera de Jesucristo «al mismo nivel de las falsas religiones», otro Papa, el actual Pontífice Francisco ha dicho que «cada uno de nosotros vive de pequeñas y grandes idolatrías, pero el camino que lleva a Dios pasa por un amor exclusivo a Él, como nos enseñó Jesús».

Hoy en día se verifica una metamorfosis de múltiples cabezas de cultos a los modernos Baal y Astarté. La Sagrada Escritura nos puso de aviso que esa forma pagana de vivir es incompatible con el Dios Verdadero (cf. Éxodo 34,13; Sirácides 48,1; 1 Reyes 18, 21), y San Pablo nos advierte que habrán tiempos en los que la verdadera doctrina será rechazada, despreciada, y los que la sigan perseguidos (cf. Hebreos 13, 9).