8.08.13

El lelo Lily

A las 12:06 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

El camino que recorremos hacia el definitivo Reino de Dios puede ser fácil o difícil de andar porque depende del paso que llevemos.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Francamente sería muy fácil hacer sangre en el artículo de hoy. Son cosas tan obvias por falsas las que dice quien aquí traigo que resulta muy difícil no ponerlas donde se merecen quien las escribe y también a quien las escribe. Pero no va a ser así pues basta con poner lo que se pone para que cada cual quede perfectamente retratado.

Hay personas que, en su perversión personal, creen que todos los ladrones son de su condición pues es posible que haciendo tal cosa crean que van a disimular su iniquidad y su vaciedad intelectual que, eso sí, esconden bajo un supuesto progresismo que consiste, esencialmente, en defender toda aberración que pueda ser defendida por corruptos intrínsecos.

En realidad, personajes como quien se hace llamar Shangay Lily y que se dedica a vomitar su bilis en una nada como es el internáutico diario “Público”, nos hacen un gran favor a todos escribiendo lo que escriben pues no dejan lugar a dudas acerca de lo que son y no pueden dejar de ser pues, como aquello del escorpión, su naturaleza es así o, mejor dicho, se han hecho una naturaleza así… a medida de su vicioso ser.

Las cosas hay que decirlas como son para que no se pueda creer que otorgamos al callar. Aquí, francamente lo digo, no vale el silencio.

Es cierto que, a lo mejor, en América no conocen a tal persona pero ahora verán que en eso salen ganando mucho.

Parece que el lelo, por fatuo, de Lily ha descubierto la luna o algo por el estilo. Dice que, en realidad, el Papa Francisco está contra las personas homosexuales porque no predica que deben practicar su gusto personal sino que deben ser castos y pudiera parecer que ahora la Iglesia católica se ha vuelto progre cuando, en realidad, eso no es así. Y dice, Lily, que

“Vamos a ver, lo que ha dicho este Papa tan dicharachero como liante (jesuita al fin) es exactamente lo mismo que viene diciendo la Iglesia en las últimas décadas. Vamos, esas mismas palabras las ha dicho Juan Pablo II y Benedicto… lo que la prensa limpiamierda vaticana no ha querido imprimir es la coletilla que sigue a esa insultante declaración: si un gay no practica sexo, se dedica a Dios (esclavo de la empresa) y vive en celibato y purgando su enfermedad, ¿quién soy yo para juzgarlo? Vamos, traducción: si un gay es tan gilipollas que se niega a sí mismo y su vida sexual, su sexualidad, su vida, su dignidad, y se dedica a proclamar la homofobia a los cuatro vientos, ¿quién soy yo para juzgar su traición?”

Ya pueden ustedes darse cuenta de la clase de individuo que es el homosexual que escribe esto. Parece que no comprende que una cosa es lo que se es y otra, muy distinta, saberlo pero no ponerlo en práctica. Así da la impresión de que lo que pasa con algunos homosexuales, pongamos como él mismo, es que a la fuerza han de practicar su homosexualidad como si fuera algo natural en ellos y no pudieran evitarlo. Vamos, como si fuera un vicio insoslayable en sus vidas. Y no se da cuenta de que como nació hombre lo que haga contra su propia naturaleza es, evidentemente, algo enfermizo pues la naturaleza no espera que eso haga sino, justamente, lo contrario. Por eso mismo es posible ser casto siendo homosexual o tener tendencias homosexuales aunque esto, claro, es difícil que eso lo entienda quien hace de su gayser una actitud sin la cual su popularidad sería nada (menos nada, quiero decir, de lo que es) y de su pose una forma de ser sin la cual nada tendría sentido para él.

Pero hay cosas que, para desgracia de ciertas personas, sólo son como tienen que ser y nada más. Así se sencillo y de fácil de entender.

En realidad, ni el Papa Francisco ni ningún otro Papa puede decir cosa distinta a lo dicho por el argentino. Y no puede porque el Catecismo de la Iglesia Católica, dice, a tal respecto, lo siguiente en el apartado, no llamado así por casualidad, “Castidad y homosexualidad”:

“2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’ (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.

Y es que, en verdad, está más que bien enseñar a quien no sabe. Sin embargo, hay personas que, como Lily, les conviene permanecer en la ignorancia pues, de otra forma, ¿quién se iba a fijar en ellas?

Ahora bien, yo de Lily procuraría no morderme la lengua no vaya a ser que se envenene.

Eleuterio Fernández Guzmán