9.08.13

Vivir en compañía de los santos

A las 4:43 PM, por Santiago Mata
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Antonio R. Rubio Plo ha publicado un libro (por ahora solo electrónico, en busca de editor en papel) titulado En compañía de los santos, que él mismo reseña en su blog (aconsejo leerlo), y cuyo índice y algunos capítulos pueden leerse en Google Libros. A mi entender, tiene el mérito de la sencillez-amenidad (está bien escrito), pero sobre todo el de la devoción, que es una sabiduría al alcance de pocos (ni de lejos de todos los que saben escribir de forma amena).

El mérito de la amenidad lo puede apreciar cualquiera leyéndolo; sobre el de la devoción me permito llamar la atención porque Rubio no pretende saber mucho ni algo muy nuevo sobre muchos santos, sino cultivar su amistad, y en eso demuestra sabiduría. Por supuesto que el libro tiene el interés de recopilar muchos santos antiguos y modernos, y es raro que no haya alguno del que el lector no tenga ni idea… Pero el mérito consiste en no buscar la mera erudición, sino en haber descubierto, como indica en su blog, que los santos son teselas de un mosaico que nos descubre el rostro de Cristo, que conocerlos nos acerca a Dios al revelarnos facetas de esa encarnación de la gracia que, sí, está en plenitud en Cristo, pero está también parcialmente en cada santo y es lamentable soberbia el no buscarla

Además, quienes no tienen devoción a los santos “se lo pierden", porque los santos proporcionan amistad y compañía, y así acercan a Dios, claro que esto es experiencia que cada cual debe hacer y, si puede, transmitir. Y eso hace Rubio, con este libro sobre los santos de su devoción -que son un montón-: nos lleva ante ellos al modo de un amigo que nos los presentara, mientras nos cuenta “algo” de su vida y obra.

La misma metáfora del mosaico, por hacer un apunte que me parece pertinente al blog, cabe al hablar de los mártires, y en particular de los de la guerra civil española. Hay -podría citarlos, pero no lo haré ahora- no solo supuestos católicos que se manifestaron en contra de beatificarlos -sigue habiéndolos, porque de todo tiene que haber en la viña del Señor: claro que después de 1.523 beatos algunos van cediendo o callándose-, sino, lo que es peor, quienes los desprecian opinando que lo oportuno sería una única macrobeatificación de miles de ellos y ya dar por cerradas todas las causas de golpe para no mortificar con su recuerdo al bando que los mató. Al margen de que esto no sea posible porque hay que examinar cada caso, quizá -junto al beneficio de llamar más la atención- exista este peligro en las macrobeatificaciones que de hecho han tenido lugar: en la de 2007 desde luego, pues se beatificó a 498 y luego pude experimentar que las biografías y hasta la lista de los beatificados habían desaparecido del lugar donde debían estar… Tras haber estudiado esas 1.523 biografías, mi experiencia es que ninguna es superflua porque -y eso que hablamos de santos que tuvieron todos un final “semejante", la muerte violenta, o sea el martirio- no hay dos iguales y conociéndolos a todos se descubren esos mil aspectos de la gracia que nunca es igual. Algunos parecen timoratos y otros temerarios (sin ser ni una ni otra cosa), hay uno -tampoco me voy a extender con el caso, a no ser que lo pidan los lectores- que no puede contener su indignación al ver arder una iglesia en Valencia y se mete entre la gente reprochándoles su -al menos- pasividad, por lo que lo detienen en el acto. Otro en cambio está escondido en casa y cuando hay un registro hasta se presta a recoger los objetos piadosos para quemarlos, y cuando están en el portal de su casa alguien lo reconoce… y él no oculta su identidad, lo que le llevará a la muerte. Como dice Santo Tomás Moro en su libro sobre la Agonía de Cristo, es admirable el valor de los que van cantando al martirio sin miedo a la muerte, pero él -que sí tenía miedo- admiraba más a los que, con la gracia de Dios también, superaban ese miedo y de todos modos aceptaban la muerte, aunque no fueran cantando. Por cierto que en nuestra guerra tenemos también muchos de ambas modalidades. Una riqueza para cuyo desprecio siempre hay excusa, y cuyo aprecio es sabiduría que no parece al alcance de todos.

Sugiero a Antonio que considere, al hablar de Stepinac -y puesto que sé que el libro puede ser revisado-, una conjunción distinta al “aunque” al decir que es mártir y no derramó su sangre, ya que esto no es necesario para ser estrictamente mártir (y no solo confesor), si está probado que los sufrimientos impuestos por odio a la fe redujeron notablemente su “expectativa” de vida; por eso, y no por aplicarse una excepción, no hizo falta examinar el bastante probable envenenamiento por cianuro en la prisión de Lepoglava. Si la precisión parece superflua, que me la perdonen autor y lector, pero es que yo también tengo un librito electrónico dedicado precisamente a Stepinac (en el fragmento gratuito que puede bajarse clicando en “pruébalo gratis” se explica este asunto).