10.08.13

 

En la batalla por la audiencia, algunas cadenas de televisión llegan a veces a emitir programas que deberían ser rechazados de pleno por la sociedad, si esta tuviera un armazón moral mínimamente decente. En España hemos contemplado desde hace ya bastantes años espectáculos denigrantes. Todo empezó el día en que Nieves Herrero se fue al pueblo valenciano de Alcasser justo después de que se encontraran los cuerpos de tres jóvenes que habían sido secuestradas y asesinadas. Fue quizás el punto de arranque de la “telebasura", aunque en mi opinión ese género televisivo había nacido antes con determinados programas del género “prensa del corazón”.

Con la llegada de los “reality” -personas que se meten a vivir en una casa, una isla, etc, para ser contemplados por millones de televidentes-, se abrió aún más la puerta a situaciones que avergüenzan a cualquiera que tenga un poco de sensibilidad moral. Y ojo que no hablo solo desde el punto de vista de la moral católica. Para rechazar esos engendros no hace falta creer en el matrimonio para toda la vida o la bondad de llegar vírgen al matrimonio. En una sociedad donde apenas del 15% de los ciudadanos es cristiano practicante, los principios morales mayoritariamente aceptados no son precisamente los que emanan del evangelio. Pero una cosa es que se haga negocio televisivo del adulterio y la fornicación de los famosos y otra que se veje, humille y denigre a personas que son protagonistas de ese tipo de programas. O sea, exactamente lo que ha pasado hace unos días en “Campamento de verano".

Cuando leí en el diario El Mundo lo que había pasado, escribí el siguiente comentario en mi muro de Facebook:

Este tipo de cosas deberían ser delito, si es que no lo son ya. Aunque esa muchacha se dedicara a la prostitución, que no es el caso, y aunque ella misma haya reconocido que es promiscua, no se la puede tratar en una televisión de esa manera.

La libertad acaba cuando se ejerce para vejar a las personas. En un país decente, ese programa debería de desaparecer hoy mismo de la parrilla televisiva. La fiscalía debería de intervenir de oficio.

Sabemos que Tele5 es el reino de la telebasura. Y lo que es peor, millones de españoles disfrutan de esa podredumbre moral que sale por las pantallas de sus televisores. Pero que tengan mucha audiencia no significa que la ley deba permitirles hacer eso. También las luchas de gladiadores reunían a mucho público y el emperador Constantino, influenciado por la moral cristiana, las abolió.

A Dios gracias, en España existen movimientos cívicos dispuestos a plantar cara a la basura televisiva. Y lo hace atacando a las cadenas allá donde más les duele: la publicidad.

La campaña de HazteOir contra “Campamento de verano”, apoyada por decena de miles de ciudadanos, ha dado ya su primer fruto. Burger King ha anunciado que retira su publicidad del programa. No es la primera vez que Telecinco ha visto como su infamia recibe una respuesta contundente que le lleva a perder anunciantes. Pero está visto que esa cadena no aprende de sus errores. Quizás estén muy felices comprobando como su modelo televisivo sigue cosechando el éxito de ser los primeros en el share de audiencia. Supongo que pensarán que si la gente les ve tanto, lo que hacen está más que justificado. Ahora bien, que el 15 o el 20% de los televidentes vea determinados programas no significa que los mismos sean necesariamente decentes o incluso de calidad. Significa que hay un sector de la sociedad que se divierte consumiendo material repugnante. Pero hay otro sector que no está por la labor del “vale todo”. Y que cada vez se va concienciando más de que hay que combatir esa telebasura que trata a las personas como peleles sobre las que hacer negocio.

La libertad para elegir el canal de televisión que se ve se puede ejercer también para no consumir los productos que se anuncian en esos programas o en esas televisiones. Si las empresas empiezan a constatar que poner un anuncio en según qué programa o cadena les va a provocar un descenso en las ventas, empezarán a pensar que es preferible no anunciarse. Aunque es posible que algunas empresas actúen por una cuestión de dignidad, es decir, que retiren su publicidad por considerar que lo que se ofrece en esos programas no merece el beneficio económico que da aunciarse en ellos, lo cierto es que la mayoría se fijará solo en la cuenta de resultados de sus planteamientos de marketing. Y ahí es donde esa parte de la sociedad que considera intolerable lo que se exhibe desde la “caja tonta” tiene la capacidad real de cambiar las cosas.

Si Telecinco insiste en obsequiarnos con telebasura de la peor especie, quizás va siendo hora de que se planteen campañas de boicot a todos sus anunciantes en todos sus programas. Yo no sé ustedes, pero creo que mucha gente no está dispuesta a encontrarse un día con un programa en el que un miserable diga ante las cámaras que consume pornografía infantil, como acaba de ocurrir en EE.UU. O las cadenas de televisión se autoncensuran por las buenas, o habrá que abogar por obligarles a autoncesurarse por las bravas. No hay una sola que aguante un boicot pubicitario exitoso. En nuestra manos está el limpiar la parrilla televisiva de material infame. Obremos en consecuencia.

Luis Fernando Pérez Bustamante