13.08.13

Un amigo de Lolo - Orar es estar siempre con Dios

A las 7:24 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Si pasas por alguna noche oscura en tu vida… no olvides que puedes iluminarla reconociéndote hijo de Dios.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación

Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Orar es estar siempre con Dios

“Rezar es ensanchar los propios límites. Se va en el autobús, el trabajo o la tertulia y el alma puede lanzarse en silencio a la milagrosa hondura del corazón de Dios”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (586)

“La oración es difícil; es tan extraño dirigirse a un Dios al que no se ve; en realidad, creo que no sé rezar y, menos aún, orar; ciertamente, me parece que no rezo bien porque muchas veces me distraigo y no sé ni lo que digo; no sé si, en realidad, esto vale la pena…”.

Todo lo que hemos puesto aquí no expresa más que el sentido que muchas personas le dan al hecho mismo de orar. En realidad, pudiera parecer que no han comprendido que Dios siempre les escucha y que no deberían esperar que Dios les hablase al oído físico sino al del corazón…

Pero la oración tiene mucho que ver con nuestra propia e intrínseca naturaleza. Como somos hijos de Dios, tenemos una filiación que es divina y, por lo tanto, dirigirnos a nuestro Creador debería ser no sólo lo más normal sino lo más lógico y esperado pues todo hijo habla con su padre sin darle miedo ni esperar más que, por ejemplo, ser escuchado.

Cuando rezamos u oramos vamos más allá de nosotros mismos. Dejamos encerrado nuestro egoísmo y nos dirigimos a Dios a quien queremos expresarle algo: a lo mejor pedir, a lo mejor dar gracias, a lo mejor, sólo, contemplar su maravilloso corazón de misericordia. El caso es que hacemos como aquel que, queriendo caminar hacia un determinado lugar… simplemente, lo hace y busca llegar al destino sin preocuparse de lo que, sin saber, pueda acontecerle por el recorrido que quiere hacer. Camina y, si nada contrario a lo su voluntad sucede, llega a buen puerto.

Pues exactamente igual es la oración para nosotros.

Ya dijo Jesús que no había que hacer como ciertas personas que, en su época, rezaba a voz en grito como para darse importancia. Así, según creía el Hijo de Dios, sólo manifestaban gran hipocresía pues el Todopoderoso ve en lo obscuro de nuestro corazón o, lo que es lo mismo, sabe lo que queremos y conoce nuestras necesidades. Por eso nos basta con rezar u orar en nuestro interior sin acudir a manifestaciones que están muy fuera de lugar.

En silencio. Orar en silencio allí donde nos encontramos. Dedicar, en silencio, nuestro trabajo, a Dios; querer que nos escuche en lo que hacemos sin necesidad de hacer nada más que pedírselo; hacer como que Dios nos ve porque nos ve, como que nos oye, porque nos oye, que nos ama porque nos ama. Así podemos orar sin que mengüe nuestro propio ser ordinario pero, a la vez, haciendo que el mismo crezca hasta alcanzar cotas altas de espiritualidad.

Eso sí, es conveniente tener la voluntad de llegar a Dios con nuestra oración o nuestro rezo. No deben ser, los mismos, un caminar raso, raso, por el suelo sin querer elevarnos, horizontalmente, al corazón de nuestro Creador. De ser así, según lo dicho primero, poco vamos a procurar de Dios hacia nosotros. ¡Alto, alto, alto debemos volar con nuestra oración!

Dios llega a todas partes. Eso no deberíamos olvidarlo nunca. Por eso mismo, acercarnos al Señor es cuestión, asunto, tema, de cada uno de nosotros, hijos suyos que, al hacer eso manifestamos que no le olvidamos y que imploramos su intercesión, su ser, su naturaleza de Padre Bueno. Así es como en realidad, somos verdaderos hijos suyos.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán