14.08.13

La comedia de la familia nuclear

A las 2:13 PM, por Daniel Iglesias
Categorías : Moral

Recientemente leí en una publicación eclesiástica un artículo, avalado por un organismo eclesial, titulado “¿Estamos en una época de transición?” (*) Dicho artículo trata sobre la actual crisis de la familia desde la perspectiva del relativismo histórico. Las tesis centrales del autor son dos: 1) la familia formada por padre, madre e hijos no es una realidad natural, sino un producto cultural del Occidente post-industrial; 2) por lo tanto, no debemos preocuparnos demasiado por la actual evolución de la familia, porque lo que hoy está en crisis no es la familia en sí, sino sólo “un modelo de familia”, entre los muchos existentes o posibles.

A continuación reproduciré los párrafos principales del artículo, destacando algunas expresiones en negrita:

En el imaginario colectivo de nuestras sociedades occidentales postindustriales, el concepto familia está predominantemente asociado a los elementos estructurales básicos de la llamada familia nuclear: padre, madre e hijos, que suelen convivir en el hogar sin más parientes. Tal vez precisamente por haberse establecido como predominante se lo ha llegado a considerar el modelo de familia tradicional, o dicho de otro modo, el modelo tradicional de familia.

Sin embargo, una visión más amplia, tanto desde el punto de vista transcultural como desde el punto de vista histórico dentro de la misma cultura occidental, permite apreciar que este no es el único modelo de familia, ni necesariamente el más tradicional. En otras culturas lo usual es la familia extensa que incluye otros grados más amplios de parentesco, extendiéndose al menos a tres generaciones en sentido vertical, e incluyendo hasta los primos hermanos en sentido horizontal. Este modelo era también el predominante en la cultura occidental hasta que, industrialización mediante, se extendió el modelo de familia nuclear.

Curiosamente, aunque el imaginario no parece haber cambiado en nuestras sociedades, hoy en día lo que se constata es la crisis de esta familia nuclear sacudida por cambios de todo tipo. (…)

Ante este panorama no es aún claro hacia dónde evolucionará socialmente la familia y cuál será el modelo predominante en un futuro no muy lejano. En el momento actual lo que prevalece es la diversidad, pero esta diversidad podría llamarse una diversidad de transición por cuanto el modelo nuclear parece seguir siendo la matriz mental de la que se parte para establecer variaciones, y de alguna manera un cierto horizonte hacia el que se tiende. (…)

Esta constatación no implica normatividad ni juicio de valor, sino un llamado de atención a la carga emocional de cierta frustración que el hecho de que este modelo cada vez menos frecuente en la práctica permanezca como imaginario puede causar en muchas personas que quisieran vivirlo pero las circunstancias no se lo permiten.”

Huelga demostrar que lo afirmado en estos párrafos es frontal y gravemente contrario a la doctrina católica sobre la familia; pero intentaré mostrar brevemente que esas afirmaciones también son cuestionables desde los puntos de vista histórico y filosófico.

El historiador británico Peter Laslett (1915-2001), co-fundador del Cambridge Group for the History of Population and Social Structure, el principal centro académico para el estudio de la historia de la familia, publicó una serie de obras que transformaron el conocimiento de ese campo de estudio. Con base en una gran cantidad de datos empíricos (por ejemplo, registros parroquiales), no en especulaciones ideologizadas, Laslett y sus colegas destruyeron el mito de que una sociedad rural pre-industrial de familias extendidas había sido suplantada por familias nucleares en la Revolución Industrial. En cambio, sus estudios históricos (que abarcaron primero a Inglaterra y luego a toda Europa, desde la Edad Media hasta el presente) demostraron que las familias nucleares fueron la norma siempre y en todo lugar. Además, sostuvieron que los principales cambios de la familia en el siglo XX (el crecimiento de la ruptura de matrimonios y de la ilegitimidad) no resultaron del cambio industrial, sino de que ahora la gente vive más (y por lo tanto está casada durante más tiempo) y de un cambio en las ideas sobre los valores morales.

En cuanto a las demás culturas, se podría recurrir al testimonio de gran parte de la literatura universal, pero me limitaré a considerar lo que surge de la Biblia como testimonio histórico.

En el segundo relato bíblico de la Creación (escrito, según la mayoría de los exégetas, hacia el año 1000 AC por alguien a quien llaman “el Yahvista”), Adán dice: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne.” (Génesis 2,24) ¿Será que el Yahvista estaba profetizando aquí las consecuencias sociales de la Revolución Industrial?

El cuarto mandamiento del Decálogo que Dios dio a Moisés en el monte Sinaí no dice “Honra al patriarca y la matriarca de tu tribu, clan o familia extendida”, sino: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da.” (Éxodo 20,12). Moisés vivió hacia el 1200 AC y Éxodo 20 fue redactado probablemente hacia el 800 AC.

En la huida a Egipto, San José no llevó consigo a toda una caravana de abuelos, tíos y primos de Jesús, sino sólo a su esposa y a su hijo. La Sagrada Familia era una “familia nuclear”: “Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.” (Mateo 2,13-14).

En pocas palabras, siempre y en todo lugar el núcleo esencial de la familia ha estado constituido por dos relaciones básicas de parentesco: el matrimonio y la paternidad-filiación (o maternidad-filiación). Las demás relaciones de parentesco son secundarias, es decir, derivan de estas dos relaciones básicas. Aunque varias familias emparentadas entre sí convivan bajo un mismo techo en una gran familia extendida, esas relaciones básicas de parentesco no sufren ningún cambio sustancial. Normalmente, y de acuerdo con la ley moral natural, los esposos siguen teniendo relaciones conyugales sólo entre sí, no con cualquier miembro de la familia extendida; y normalmente son ellos mismos quienes ejercen la “patria potestad” sobre los hijos que han procreado. El sostén y la educación de los hijos sigue siendo un deber de los padres, aunque otros miembros de la familia extendida puedan ayudarlos más o menos en esas labores. Por otra parte, hasta hace muy poco tiempo, generalmente una familia monoparental no era otro “modelo de familia”, sino solamente lo que quedaba de una familia nuclear después de la muerte del padre o de la madre.

Nadie niega que a lo largo del tiempo y a lo ancho del mundo la familia ha sufrido cambios; pero la visión historicista de la familia no puede fundamentarse racionalmente en esos cambios. El hecho de que determinados valores morales (como la unidad e indisolubilidad del matrimonio) se hayan visto oscurecidos en las costumbres sociales de ciertas épocas y lugares no autoriza a negar la vigencia objetiva y universal de esos valores. La familia basada en el matrimonio, alianza íntima de vida y de amor entre un hombre y una mujer, no es una “matriz mental” del “imaginario colectivo” de la sociedad post-industrial (una “matriz mental” a fin de cuentas opresiva para quienes, “curiosamente”, siguen aspirando a ese ideal supuestamente imaginario y ajeno a sus circunstancias), sino una realidad natural querida por Dios, basada en la misma naturaleza humana creada por Dios.

Luego de recibir algunas críticas, el organismo eclesial que avaló la publicación del artículo declaró que éste “es parte de un estudio profundo de la sociedad, y es así como en nuestra sociedad se ve a la familia. De ninguna manera se pretende expresar lo que la Iglesia enseña al respecto de la familia. Para (el organismo en cuestión) es un tema relevante también, cómo la propia sociedad ve a la familia.”

Esta declaración me merece los siguientes comentarios:

• En ningún momento el autor da la más mínima señal de distanciarse críticamente de las afirmaciones de su artículo. Al contrario, da siempre la impresión de hacerlas suyas. El lector tiene pues todo el derecho de suponer que el artículo representa la visión del autor sobre la familia. La declaración del organismo en cuestión no aclara explícitamente este punto capital.
• Que en el artículo “de ninguna manera se pretende expresar lo que la Iglesia enseña al respecto de la familia” es lamentablemente cierto.
• En cambio no es verdad que “es así como en nuestra sociedad se ve a la familia”. Probablemente se la vea así en círculos intelectuales más o menos marcados por la influencia del marxismo o el feminismo radical, pero la mayor parte de la sociedad (el pueblo sencillo) sigue (“curiosamente”, según el autor) valorando muchísimo a la mal llamada “familia tradicional”, que no es otra cosa que la familia a secas.

Para concluir, recomiendo vivamente el artículo Comanches, patriarcas y CO2, que ataca con ironía deliciosa y aplastante las teorías de Friedrich Engels y Simone de Beauvoir sobre la familia, teorías que están en la base de la actual ideología de género. También la sociedad de los comanches, que vivían en el Paleolítico, se organizaba en torno a la “familia nuclear”…

Daniel Iglesias Grèzes

*) No daré más detalles, por buenas razones.