16.08.13

 

Algunos son más cachondos que la música de los caballitos. Pero si es que no falla: en cuanto alguien habla de no juzgar, respetar, libertad y democracia, están ustedes ante un dictador. Es más viejo que la tos.

Comprendo que hay cosas que a los medios eclesiales más progres los tienen que están jorobando bien jorobados. Que al propio Castillo sus ex hermanos jesuitas le hayan dicho que tararí que te vi, tiene que ser durillo. Descubrir que uno de los cardenales elegidos por el papa Francisco para reformar la curia ha dicho que en su diócesis el austriaco cura rebelde eso de andar hablando y predicando ná de ná no es plato de gusto. Que te recuerde el mismo papa que lo de ordenar mujeres pues como que no debe ser un palo de los gordos para gente como el P. Ángel que tenía su confianza en que Francisco fuera el primer papa en ordenar a una mujer. No digo nada de la liga de monjas USA que siguen bajo vigilancia confirmada por el propio Francisco. Y para colmo, va el cardenal de Lima y dice a la Forcades que en Lima pues que sus teorías se las guarde. Curioso por cierto que los mismos evangélicos la hayan rechazado.

Comprendo que a los que soñaban con la primavera primaveral estas cosas les anden descolocando. Comprendo… por decir algo, porque es que no alcanzo a entender exactamente qué se pensaban.

Lo de Cipriani y la Forcades ha conseguido sacar de quicio al director de Religión Digital. Tanto que su último post está tejido de expresiones como “los talibanes o los del retrovisor están que muerden”, “Arrastrados por su rabia interna siguen dejándose llevar por la inercia. Y continúan tirando-piedras y encendiendo-hogueras”. “Con la benedictina catalana llevan años ensañándose”. “Algunos medios de acá y de allá levantan la liebre, ponen el grito en el cielo, invitan a unirse a toda la galaxia neocón y lanzan una cruzada”. “Desde aquí, los tirapiedras se suman al coro de los lapidadores”. “Cardenal Cipriani, un cardenal de la vieja, viejísima guardia. Del amigo personal de Fujimori, del cardenal del Opus Dei, que quiso convertir Perú en un laboratorio pastoral de un modelo de Iglesia casi preconciliar”. “Denuncias anónimas, que se aceptan sin contrastar por venir de correligionarios y baculazo al canto”. “El caso es condenar y mantener prietas las filas de los tirapiedras. Aunque, para ello, haya que hacerlo con vaguedades y basado en elucubraciones de los que filtran la paja en el ojo ajeno y se tragan la viga del suyo. ¡Qué pena de cardenal!”. “Quieren seguir tirando los montones de piedras que tenían acumuladas y se van a quedar sin blancos. Aunque, para gastar sus piedras, siguen buscando herejes”.

Como ven, un texto amable, nada condenatorio conciliador, aclarador de posibles malentendidos. Para nada se alude a dos cuestiones fundamentales:

a) Que el cardenal, como obispo diocesano, es el responsable de garantizar que en su diócesis se enseñe recta doctrina.

b) Y que las barbaridades teológicas de la hermana Forcades alcanzaron tal nivel que hasta el cardenal Rodé pidió un rectificación formal que nunca acabó de hacerse.

Pero lo más divertido es que alguien que se expresa en estos términos nos venga a contar eso de que “La Iglesia está pasando de la condena a la misericordia y al ‘quién soy yo para juzgar’”. Genial. Así que “quién soy yo para juzgar”.

Para que se fíen. Se ciscan en todo lo que se mueve, ponen de hoja de perejil al cardenal Cipriani, reparten leches a diestro y siniestro en forma de adjetivos tan viejos como vacuos, y cuando ya se han cansado de soltar porquería te dicen que es que no hay que juzgar.

Lo dicho: más cachondos que la música de los caballitos.